Sentir la llamada de Dios es arriesgarte, tener fe en uno mismo y afrontar lo que venga sin miedo a lo que pueda ocurrir. Ese espíritu es exactamente lo que transmiten Javier Ambrossi y Javier Calvo en la adaptación a la gran pantalla de La llamada. Un despliegue de comedia, drama y música que consigue levantar de su butaca al más escéptico y provocar carcajadas a coro en cualquier sala de cine.
Tras cuatro años en cartel, y respaldada por el amor de público y crítica, la obra musical ha conseguido llegar a todos los rincones del país gracias a la adaptación cinematográfica estrenada en los cines el pasado 29 de septiembre. Su éxito en las tablas no ha hecho otra cosa que servir de precursor para convertirse en una de las experiencias del año, donde consigue equiparar la sorpresa de su enfoque con lo entrañable de sus personajes
Los que no pudieron ver primero la obra teatral, ya tuvieron la oportunidad de intuir el tono de la película gracias a la serie creada por ambos directores y lanzada inicialmente en Flooxer: Paquita Salas. La serie, ahora disponible en el catálogo de Netflix, afronta las desdichas de una representante de actores venida a menos con mucho humor y un enfoque nuevo. Beber de las referencias Pop españolas en una obra actual no es tan común como debería, un velo de vergüenza parecía ocultar que todos vimos la primera edición de OT con mucho fandom, pero ahora twitter se ha encargado de quitarnos la timidez y los Javis referencian con orgullo a Nuria Fergó, así como no se achantan ante el auge del reggaeton y utilizan la música de Henry Méndez en el filme para dar voz a una gran fracción de la adolescencia más fiestera.
Siguiendo con el enfoque musical de la banda sonora, su elección no podría ser más acertada. El equilibrio de Whitney Houston, los cánticos de campamento religioso y el electro latino no podían encajar de otra forma, como si El guardaespaldas fuese una precuela súper digna de un videoclip de Maluma (pero sin Maluma, por lo que en plan bien). También la perfección de la canción principal de Leiva, porque si algo simboliza la adolescencia en su estado más puro, ese es Leiva.
Pero todas las (deliciosas) decisiones de dirección no habrían tenido el mismo efecto en el público sin el fantástico trabajo de sus cuatro protagonistas: Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta y García Olayo. Un cuarteto de personalidades muy dispares que encajan, se comprenden y se aprecian en un ejercicio de empatía que debe ser todo un ejemplo para la situación social actual del país.
Pese a lo brillante de cada una de las interpretaciones, especial mención a Belén Cuesta, cuyo personaje provoca todas las emociones posibles durante los 108 minutos de metraje. Por otro lado, pese a que Cuesta consigue dárnoslo todo con su interpretación impecable para comedia y drama (porque cuando la hermana Milagros llora, tu lloras); María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo) dan rostro y voz a una adolescencia muy natural, llena de ganas de vivir y de nuevas experiencias, donde no le tienen miedo a equivocarse porque eso las puede llevar a la felicidad.
Da gusto comprobar cómo una nueva tanda de directores jóvenes son capaces de innovar y provocar sentimientos y opiniones tan unánimes en público. Ambrossi y Calvo demuestran que otro humor es posible, que llegan en el momento oportuno y que el arte hace milagros, Milagros.
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