El artista y el público, el público y el artista, y nada más. Algunas canciones sonaron como un quejido, como si cantarlas doliese, como si escucharlas despertara el lado más sentimental de nuestro cerebro. El artista se arrastra por el pasillo principal y sube al escenario, se descalza los zapatos, las preocupaciones y toda la mierda que pueda llevar un músico encima. Coge su hummingbird y comienza a recitar bajo melodía lenta y cálida una de sus canciones, al amparo de aquel teatro que miraba con atención todos sus movimientos.
Rulo y la Contrabanda comenzaban su gira acústica en esta ciudad, y quizá, por ser la primera fecha, el artista lo da todo en el concierto, y así se percibió. Siempre se debe agradecer el hecho de que las entradas sean económicas, no se puede comparar los 9 euros de la más barata con los 35 euros que costaba el peor sitio para escuchar a Fito Cabrales, también en versión acústica.
Rulo es uno de los pocos artistas que tiene licencia para “destrozar” sus canciones, moldearlas y pasarlas a formato acústico, sabiendo que de alguna manera encaja perfectamente con un teatro, un ambiente recogido, eso que llaman unplugged. El artista le da otros ritmos a sus canciones, sabiendo que aquellas que son míticas, no se pueden cambiar mucho. Algunas acaban ganando y merecería la pena conservarlas tal y como las tocó, como A punto de colapsar o A solas; otras las podríamos denominar “canciones de playa”, sin muchos cambios y los que hay son poco elaborados, pero siguen siendo perfectas, como Mi cenicienta o Al infinito; otras directamente o no tendría que haberlas metido o se quedaron destrozadas por completo, como A la baja o P´aquí P´allá.
El artista tiene el terreno ganado y se hace con el público. El artista es más cercano que de costumbre, no tan tímido como los formatos eléctricos en alguna sala de conciertos. Él sabe que eligió bien comenzar una gira acústica, porque supongo que a fin de cuentas los músicos viven de eso, de dejarse la piel en el escenario, de recitar sus poesías hechas canciones. Él no para de hablar de sus musas, la esencia de algunas de sus canciones, la historia triste que escribe alguna de sus letras.
Despierta Rulo, que no te enteras, estamos en el Romea.
Por Alberto Sánchez de la Peña.
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