Consumir casi cualquier producto que haya salido de la mente y la pluma de Paul Auster siempre es flipante. Sencillez y azar, relaciones humanas y poesía, y Nueva York, sobre todo Nueva York y esa otra cara fuera de las luces, el ir y venir y el ritmo frenético que acostumbramos a imaginar cuando escuchamos esa maldita ciudad. Brooklyn Follies tiene todos los rasgos típicos del escritor. Por si esto fuera poco, la literatura se deja entrever a lo largo de todo el libro, llegando a desarrollarse casi un ensayo sobre ésta dentro de la propia historia de Nathan y Tom.
Aun con todos los rasgos de novela sombría, con el fracaso pululando en la vida de todos y cada uno de los personajes, con historias desdeñables que ocultar y solo se muestran a los ojos de quien se haya ganado el verdadero afecto y amistad del confidente, la novela respira positivismo, positivismo e idealismo tras historias de vidas aparentemente llanas, simples. La narración que hace Tom sobre su periplo como taxista por las calles de Brooklyn me parece sublime.
Es apasionante el cambio rítmico que da la sosegada vida de Nathan, agente de seguros recién jubilado, divorciado y superado un cáncer de pulmón. Se encuentra en plena crisis existencial y no se plantea nuevos retos más que escribir El libro del desvario humano, algo asi como la autobiografía de un granuja de medio pelo, que no es ni más ni menos que lo que él es.
Pero es que Auster no solo fabrica historias brillantes a base de personajes normales en espacios aún más normales –todo lo normal que pueda ser Brooklyn- , es que además mezcla en su técnica el lenguaje más simple, llano y vulgar con un vocabulario mucho más culto o citas como la siguiente, la cual no pude evitar destacar; “la equis de ex es la que nos marca” que le espeta Harry Brightman a Nathan.
Y todavía puedo seguir vendiéndoos la moto un poco más y pidiéndoos que os hagáis fans de este hombre, porque aún me quedó tiempo para seguir flipando con ideas geniales como el proyecto del Hotel Existencia de Harry o el de Biografías a todo riesgo de Nathan.
Nada más, ya acabo, no sin antes exigiros a los amantes del cine que apuntéis en vuestra lista de películas pendientes Smoke, del director Wayne Wang, de la cual es guionista. Aunque no es el único proyecto vinculado al cine que ha realizado, ya que incluso ha sido director en Lulú on the bridge y La vida interior de Martin Frost, si que ha sido la que más éxito ha cosechado, y siempre da gusto ver a Harvey Keitel actuar.
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