La ciencia es para los científicos. El arte y la cultura, para todos. O eso parece que quieren que creamos. La comunidad científica se caracteriza por muchas cosas, pero no precisamente por su falta de hermetismo. Hay cierto empeño en la exclusividad, un olor a elitista que cuesta mucho quitar. Desde que tengo uso de razón, las personas de ciencia se han preocupado por la cultura general, la literatura, la música o el arte. Los científicos que más admiro necesitaban nutrirse de otros quehaceres que contemplaban con importancia vital: un divulgador fanático de Tolkien; un líder investigador obsesionado con todo tipo de deportes; un experto neurólogo con una increíble destreza al piano…
Es menos común, sin embargo, ver a un artista fascinarse por el descubrimiento de la gravedad. Y era cuestión de tiempo que alguien se diese cuenta de que la ciencia es para todos, es de todos, es todos. Así, supongo yo, nació Principia Magazine, una revista de divulgación que tiene claro que escribir ciencia para científicos es sencillo, pero escribir ciencia para los demás, es realmente un desafío.
Yo te propongo una cosa, para que me entiendas, que a veces es difícil entenderme. Lo sé, como científico debería dárseme muy bien explicarme, pero en serio, no sabéis lo poco valorado que está esto de divulgar y escribir en nuestro mundo. Repito, te propongo una cosa: te voy a contar la historia de Newton brevemente de dos maneras distintas:
LA PRIMERA VERSIÓN
Isaac Newton se dió cuenta, en un momento de contemplación, de que las manzanas siempre caían perpendicularmente. Esta observación, transcurrido bastante tiempo, lo llevó a crear la llamada “Ley de la Gravitación Universal”, que dice así: todos los objetos se atraen unos a otros con una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que separa sus centros. Esta ley sería fundamental para futuros descubrimientos, y acabaría por explicar el movimiento terrestre, la rotación y la traslación.
LA SEGUNDA VERSIÓN
Isaac Newton llevaba un mal día. No había dormido demasiado bien y llevaba varias mañanas sentándose en el jardín sin hacer nada. La criada creía que estaba perdiendo la cabeza, pero en realidad, era la cabeza la que estaba perdida en sus pensamientos. Newton llevaba un mal día, pero aquella mañana algo cambió: una manzana caprichosa golpeó su cráneo. La miró, la manzana lo miró a él, la criada miró a ambos y, entonces, esta última lo tuvo claro: “mi amo ha perdido la cabeza del todo”. Pero sonó un grito: “¡Eureka!”. Newton se dio cuenta de que todas las cosas caen perpendicularmente, pero como científico que era, se preguntó… ¿Por qué? En seguida, comprendió que debía ser una fuerza la que atraía los objetos al suelo. Todos caían a la misma velocidad, todos caían con la misma inclinación. Así, elaboró la “Ley de la Gravitación Universal”, y descubrió la gravedad (que no inventó, porque la gravedad no se puede inventar), esa fuerza proveniente del centro de la tierra que tira de todos nosotros para evitar que salgamos volando hasta la estratosfera.
Bien, llegados a este punto, ¿cuál creéis que es la explicación más correcta? Exactamente: ambas. La ciencia lleva mucho tiempo encorsetada en unos cánones ridículos que dicen cómo debe explicarse. Por eso, la divulgación científica debe ser libre, evitar cadenas para llegar a todo el mundo. No debe perderse el método científico y la rigurosidad a la hora de avanzar, la seriedad a la hora de revelar, la sobriedad a la hora de analizar… pero esto nunca debe estar reñido con ser creativa, imaginativa, bonita, inspiradora, artística, literaria… o todo a la vez… ¿por qué no? Ayudarnos de ilustraciones, de dibujos, de garabatos, de pinturas, de óleos, de cuadros… ¿por qué no? También puede (y debe) ser seria, exigente, objetiva, sistemática, metódica… ¿por qué no?
Principia Magazine es la revista que viene a demostrar que cultura y ciencia son la misma cosa. Que la ilustración puede ser un arma poderosa para explicar, por ejemplo, por qué tomarse un café con mi monstruo Ansiedad puede ser toda una aventura. Porque, al fin y al cabo, eso es la ciencia, la aventura de descubrir aquello que nos rodea. Y porque si alguien es capaz de responder a la pregunta que os he lanzado anteriormente, a «¿por qué no?», siempre será por la necesidad de exclusividad. Reclamemos la ciencia como algo universal. Como algo nuestro.
Viva la ciencia.
Podéis comprar Principia Magazine en su página web.
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