Hay artistas que difuminan la diferencia entre la intro y la extroversión. Eloy Enciso es uno de ellos. Director, o documentalista, como hace llamarse en su currículum, formó parte del jurado del Festival Internacional de Cine Ibn-Arabi en su edición del 2013. Este año, ha colaborado con Tanya Valette, directora artística del evento, en la selección de las películas que se proyectarán del día 3 al 9 de marzo. Sus palabras reflejan el espíritu independiente y justo para los novatos y los veteranos de la industria cinematográfica de este festival murciano que cada año pisa con más fuerza. Su actitud, la mágica vocación y los contradictorios vaivenes del arte como profesión.
¿En qué se diferencia este festival de otros en los que has estado?
Quizás en el tamaño, pero en un sentido bueno. Es decir, yo creo que en mi caso, por lo menos, soy cada vez más partidario de festivales de un tamaño mediano-pequeño y, sobre todo, que tengan un cierto grado de especialización o de un área más concreta. Este festival parece que, poco a poco, se está especializando en un cierto tipo de cine, en un cierto tipo de autor. Y yo creo que eso es bueno. Creo que es bueno porque los festivales generalistas acaban por, quizás, padecer este síndrome de “quien mucho abarca, poco aprieta”. Dentro del cine hay muchos tipos de cine y cada uno también tiene sus especificidades.
¿Uno se toma estas ofertas para ser jurado como un reconocimiento, o, más bien, un compromiso?
Las dos cosas. Yo creo que tiene como un reconocimiento de una pequeña trayectoria (en mi caso). Y compromiso, por supuesto. Es el hecho de poder premiar a unas poquitas películas. También es verdad que para dos o tres personas que sean las premiadas vamos a ser un buen jurado, y para el resto, probablemente, seremos un muy mal jurado. Es un poco broma lo que digo, pero es verdad que en cierto modo es así: si no te premian, es un mal jurado.
Como parte del jurado de cortometrajes, ¿qué diferencias y qué semejanzas ves entre este género y otros?
Es difícil de generalizar, porque, al final, uno no puede ver sólo películas individualmente. Y la generalización, obviamente, te deja siempre fuera los detalles y los matices, que son lo importante. Yo no creo que haya muchas diferencias, la verdad.
¿Crees que los cortos son más creativos que los largometrajes?
A veces sí, y a veces no. Claro, es que depende. El cortometraje es que tiene una clara voluntad experimental y otros que no, que tienen una narración más convencional y que se centran en un despliegue muy exuberante de medios y de técnicas cinematográficas, porque quizás el director tenga una voluntad de acceder a ese mundo del cine de ficción más convencional y con más aparataje. Entonces aprovechan el corto para hacer unas pequeñas pruebas sobre eso.
¿En tus películas intentas romper esas barreras?
Sí, para mí el cine es un lugar en el que experimentar, intentar hacer cosas que yo no he hecho antes. Lo que yo intento cuando hago películas, porque es lo que me gusta, intento hacer cosas que sean nuevas y en ese sentido sí, intento hacer lo que yo no haya hecho ni otros autores hayan hecho antes. O las han hecho de la misma forma.
¿No te falta inspiración para hacer “cosas nuevas”?
No, porque, como decía Picasso: “la inspiración te llega trabajando”. Es que quizás toda esta cosa de inspiración y de talento se sobrestiman en el sentido de que son como puntos de arranque, pero, al final, donde se hace cualquier película, cualquier trabajo, pienso justamente en ese trabajo. El ese de estar dándole e insistiendo y siendo muy, muy perseverante en esa búsqueda porque, en el fondo, bueno, es que hacer una película, una obra de arte, es encontrar. Y entonces eso se hace a medida que uno busca. Es recorrer un camino, también; el camino de una cierta experiencia, una cierta práctica.
¿Crees que es más importante la forma, el contenido, o están casados los dos?
Para mí son indisociables. Creo que la forma no existe y el contenido en estado puro es solamente una idea sin materialización. La forma surge a partir de una idea materializada en una materia, sea esta materia imagen, sea sonido, sea una escultura, a través de una pieza de madera o de mármol o de lo que sea. No se pueden disociar.
EL PAÍS definió tu última película como “no es una película comercial al uso, sino de alto riesgo creativo”.
(Vacila) Lo que es ser arriesgado es no ser o no querer ser creativo. Ahí es donde está el riesgo, básicamente porque mueren o se atrofian ciertos sentidos. Se atrofia la curiosidad, se atrofia esa curiosidad de sorpresa, y eso es lo que es para mí arriesgado y es lo que ves muchas veces en ciertas prácticas artísticas y, en especial, en cierto cine. Es como una especie de empeño en contar lo que ya se ha contado, pero, sobre todo, en contarlo como ya se ha contado (porque las historias tampoco cambian mucho, siguen siendo las mismas). Ahí es donde veo yo el riesgo, porque se está insistiendo en un tipo de cine cómodo y creando a un espectador muy convencional, muy poco juguetón en sentido de tener curiosidad, de ansia de ampliar su idea de lo que es el cine. Especialmente en este país, es lo que ha pasado mucho. Y la crítica muchas veces es uno de los grandes promotores de que se fomente esta especie de espectador o amante del cine reaccionario. Cuando uno es amante, no es reaccionario. El amante no es reaccionario, es todo lo contrario: es alguien que está abierto a todo lo nuevo, es expansivo, celebra cualquier cosa nueva. Es casi como una contradiccón. Son supuestos amantes del cine, pero reaccionarios. Y ahí es donde a mí, de repente, no me cuadra. Hay algo ahí que me parece contradictorio. Veo que hay algo tramposo.
Aún así, ¿sientes predilección por algún crítico en concreto?
No todos son así, imagino que nosotros sabemos de quién estábamos hablando o, digamos, el paradigma de esas cosas. Por eso, muchos de ellos, no por casualidad para mí, están en los grandes periódicos y los grandes diarios de tirada nacional de este país. Sí, hay algunos que me gustan, lo que pasa es que decir sólo un nombre… No soy un gran lector de críticas: es la verdad. Pero tampoco sabría decirte un sólo nombre. Leo más críticas de fuera últimamente.
¿Cómo cuáles?
Una que me parece interesante es Cinema Scooper. Alguna de Latinoamérica como El Amante, Otros Cines.
Y volviendo a la definición de “alto riesgo creativo”, ¿tú crees que las películas de este festival se ajustarían lo que ellos podrían querer decir?
Sí.
¿Crees que las películas que se proyectan aquí consiguen llegar al público? Como mucha gente se quedó sin entender el final del estreno de Kiarostami…
No es incompatible. Creo que el buen cine, y el cine que yo admiro y al que me gustaría llegar a parecerme algún día es justamente ese tipo de cine que es capaz de dialogar de tú a tú, independientemente de quién tengas delante y a un mismo nivel. Ahora mismo, el cine de Chaplin o de Billy Wilder, cierto cine clásico o cierto cine de directores actuales (ahora mismo no sabría que nombre decir), ese cine que es capaz de dialogar con un niño, con una persona muy mayor que, por su tipo de vida, ha tenido muy poco contacto con el cine.
¿Ese es el buen cine para tí?
El saber dialogar en el tono o la forma con que ellos quieres y con el que ellos se sienten más estimulados. Para mí, ese es el buen cine. El que consigue hacer eso. A veces, se ha creado un espectador muy, muy cómodo, muy apegado al cine-relato y que se les ha dicho que lo que tienen que hacer es, ante todo, entender las películas, más que sentirlas. Por un tipo de cine, un tipo de narración que viene muy marcado por la televisión, bastante perezoso, se nos ha desarrollado, incluso se nos ha atrofiado, una forma de relacionarte con el arte que es básica y que es a través de lo que tú estás sintiendo. Las sensaciones que esa obra de arte, esa película, esa música o ese cuadro es capaz de crear en tí.
¿Es más importante sentir que entender?
No sé, es tan importante como lo que entendemos, incluso diría que es más importante lo que sentimos que lo que podemos entender, sobre todo, en cierto tipo de cosas a las que quiere apuntar el cine. En ese sentido, se crean cortocircuitos: no es culpa del espectador, es culpa de un entorno que es muy poco amable con este tipo de práctica y que, incluso, cuenta con ciertos discursos, como digo, muy reaccionarios desde la crítica: se le dice que sospeche de eso e incluso se le advierte de que se le va a intentar engañar con películas de “atmósfera” y de “sensaciones”.
¿Así es como sale perdiendo el cine de autor frente al cine comercial?
Se desprecia por un cine más de relato: que le pone nombre a todo. El cine de ficción sería el equivalente en literatura a, digamos, una novela. Una novela que puede ser más histórica, más de amor. Todo el resto de géneros que existen, que pueden ser desde una carta de amor hasta una noticia periodística o hasta un ensayo filosófico están en el cine (fuera de lo que la gente considera que es el cine) y que muchos están dentro del ámbito del documental. Todos esos géneros siguen siendo literatura y siguen siendo cine, pero para mucha gente son considerados como géneros totalmente ajenos o marginales. Y, sin embargo, eso en la vida real no pasa, la gente sabe distinguir, y lee cartas de amor, sabe leer una noticia periodística, sabe lo que es un ensayo y cuáles son los objetivos de ese tipo de escrito y no le pide a un ensayo filosófico que tenga una línea narrativa o protagonista y antagonista como se le pide a una novela de aventuras, por ejemplo.
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