¿Qué significa ser normal? ¿Qué significa ser perdedor? ¿Qué significa ser feliz? ¿Es realmente importante conocer el significado de cualquiera de estas palabras para descubrir qué queremos? Por supuesto que no, y esa es la mayor y la peor característica de esta vida. Malgastamos años pensando en los triunfadores y preguntándonos por qué nos ha tocado ser los perdedores, sin darnos cuenta de que es precisamente cuando nos preguntamos eso cuando perdemos todo.
Puede ser duro ver a tu alrededor como tanta gente construye su vida mucho antes que tú: termina su formación y consigue un buen trabajo, un buen sueldo, una chica simpática y agradable, una casita modesta, una hija un tanto molesta… mientras tú… bueno, tú has decidido que eso no es para ti. No en este momento. No con esa chica simpática y agradable.
Lo más triste de esta realidad es que existen personas que encuentran la felicidad en aspectos de la vida muy alejados de estos requisitos que tanto se anhelan, pero no son capaces de ver su plenitud debido a su ansia por conseguir cosas normales. Harto de ver jóvenes parejas que se desean una muerte mutua, de observar borrachos machistas maltratar día a día a sus esposas, de ver trabajadores en altos puestos forrados hasta las cejas, pero con una cara de una amargura inmensa… he decidido que seré feliz cuando tenga que serlo, pero que mientras tanto voy a intentar sonreír a la vida de forma sincera, aunque no siempre lo consiga. Los perdedores es lo que tenemos, que vivimos la vida como si fuera un puto intermitente.
La ópera prima de Leticia Dólera, “Requisitos para ser una persona normal”, establece unas reglas que no me terminan de gustar. Es bonito pensar “soy raro, pero por eso voy a ser más feliz”, pero la vida real no es así. Una persona no es menos que tú por haber encontrado la felicidad en un arquetipo preestablecido, o porque se haya dejado llevar por según qué cánones. Porque es contradictorio decir esto y, acto seguido, que la felicidad se encuentra donde uno es feliz. Algo simple, algo sumamente simple, pero que es tan complejo que hay personas que jamás llegan a resolverlo.
Sin embargo, su optimismo trae más cosas buenas que malas, y me gana cuando plano detalle tras plano detalle, se escriben sobre globos los miedos de María de las Montañas y Zanahorio, los miedos que todos compartimos. El rechazo por ejemplo, es uno de mis mayores monstruos, y al verlo volar lejos es lógico emocionarse, emocionarse mucho hasta llorar e intentar disimular para que nadie lo sepa. Al final, la risa y el optimismo pueden con los aspectos negativos de una película tan indie como española, tan fresca como reconocible.
Pringados, perdedores, perdidos… formamos parte de un club cada vez más grande y cada vez más orgulloso, somos inconformistas y pacientes; preferimos esperar a que llegue justo lo que queremos, a conformarnos con una décima menos; decenas de películas hablan sobre nosotros… pero recordad que estamos en una cuerda floja bastante inestable y, que si nos caemos, nos convertiremos en derrotistas. Y de ese club cuesta demasiado salir, doy fe.
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[…] (Nota: Recomendable leer “Para todos los pringados, perdedores y perdidos”) […]
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