El jueves Ella, que no ella ni Él, iba a presenciar el estreno de ‘Ninette y un señor de Murcia’ de Miguel Mihura. Bueno, ahora del dramaturgo murciano César Oliva y la compañía La Ruta Teatro, quienes presentan estos días del 26 al 28 de noviembre una versión un tanto diferente a la que los espectadores están acostumbrados a ver en la gran pantalla, pero igual, o incluso más divertida sobre las tablas.
“Buenas noches, señoras y señores, yo me llamo Andrés Martínez Segura, he cumplido treinta y cinco años de edad y soy de Murcia”, pronuncia el actor Jorge Basanta en la piel del provinciano mientras atraviesa el Teatro Circo cargado de una maleta. Estamos en los años 60 y el deseo de este murciano es escaparse unos días a París para conocer la ciudad del amour, y, por supuesto, tener una aventura.
Lo que no sabe Andrés en ese momento que esa aventura, ‘affair’ en francés, correrá a cargo de la bella y joven Ninette, la hija de los dueños del apartamento del que es inquilino y a quién Natalia Sánchez pone el acento gabacho. Los padres de la criatura, Doña Bernarda y Don Pedro son dos asturianos que se tuvieron que exiliar hace unas décadas a Francia cuando llegaba el régimen del Generalísimo. Ella, interpretada por Julieta Serrano, es una entrañable madame verdulera, y él, Miguel Rellán, un obrero cuyo espíritu comulga con el socialismo francés, llegando a ser una especie de “mini Che Guevara” –palabras del propio Rellán-.
Ahora, nuestro protagonista, un españolito de provincias, murciano –sin mucho acento- y de derechas, se queda asombrado cuando llega al piso que su amigo Armando, el onubense Javier Mora, le ha buscado para pasar sus quince días. Esta familia tiene un retrato de Lenin colgado en la pared, junto a otros dos pensadores de izquierdas, lo que, junto al desconocimiento del idioma y su timidez, hacen que Andrés entre en pánico en algún que otro momento.
Pero lo que Andrés no sabe es que jamás tendrá la oportunidad de conocer París, ni hacer un el famoso promenade de bateau mouche por el Senna –velada nocturna surcando el río francés por excelencia-, porque ni el ‘agarrao’ de su amigo Armando ni la encantadora francesita de Ninette le dejarán cruzar la puerta del apartamento, donde el murciano se quedará más de lo previsto.
La puerta
En el pequeño coloquio que se hizo tras la función del día 26, director e intérpretes dejaban caer al público la siguiente cuestión: “¿Por qué Andrés nunca cruzó esa puerta si tanto ansiaba ver París?”. Sinceramente, sí que sentía cierta curiosidad por saber qué se encontraría nuestro protagonista ahí fuera, pero hasta que no llegó este momento no me planteé la pregunta como tal. Jorge Basanta bromeaba diciendo al principio que Andrés no lo llega a hacer por una de dos: o es tonto, o es que de verdad hay una fuerza del destino que se lo impide. Lo que parece una conclusión final es que el murciano tiene una buena razón para quedarse y no salir, el amor.
Una Ninette diferente
Otro de los puntos que se tocaba el fórum era el nuevo planteamiento de la obra. Cuando se menciona el nombre de Ninette nos viene a la mente esa imagen de icono erótico. Una joven francesa de 23 años que enamora perdidamente a un hombre mayor que ella. Esta relación recuerda mucho a la ‘Lolita’ de Nabokov, pero con la diferencia de que la de Mihura es una chica mayor de edad y la del escritor ruso es aún una niña. Tremendamente atractiva, en efecto.
Quizá por eso se ha explotado más el erotismo de este personaje en otras versiones. Y por esta razón, como defiende Natalia Sánchez, esta Ninette es diferente, “es más real”. Cree que esta interpretación se asemeja más a la del dramaturgo madrileño. Y la verdad es que no tiene nada que envidiar a la ‘Ninette’ de Elsa Pataky en la película de José Luis Garci. Esta Ninette goza de una sensualidad intrínseca de la que se tiene constancia tanto en el acento como en los gestos y en la forma de impedir a Andrés que salga del apartamento para conocer una de las ciudades más bellas del mundo.
Un apartamento parisino, como el de Irma
Una de las cosas que más me llamaron la atención es la escenografía de Paco Leal, así como el vestuario, que corría a cargo de Ana Alcántara. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de recordarme a alguna que otra película de Billy Wilder. No sé si ha sido intencionado o no, pero ese ático con la cristalera desde la que supuestamente se podían ver los barrios de moda, tiene un encanto parisino y vintage – para unos retro, para otros viejuno-, que me recordaba al apartamento de ‘Irma, la dulce’. De hecho, respecto al vestuario, además de los preciosos vestidos de estampados de flores que viste Natalia Sánchez, en un momento lleva puesto un conjunto de camisa verde botella y mallas negras me recuerda inevitablemente a Shirley MacLaine en esa película. Quien haya visto ‘Irma, la dulce’ quizá sepa de qué hablo.
Ni qué decir tiene que estas interpretaciones, desde la primera aparición hasta la última, parecían propias de una comedia de los años dorados del cine. Eso sí, con un estilo y acento español que terminó arrancando, además de sonrisas, alguna que otra carcajada a los espectadores. De modo que esto fue ‘Ninette y un señor de Murcia’ de Miguel Mihura, una coproducción del Teatro Circo de Murcia y La Ruta Teatro, bajo la dirección de César Oliva.
Ahora, tras el paso de la ‘francesa’ por tierras murcianas, es el momento de pasar el turno. Él se aventura el próximo 11 de diciembre a irse de juerga con Ángel Martín y Ricardo Castella para que le hablen ‘de lo bonito del amor y que te rompan el corazón’ en el Teatro Circo de Murcia con ‘Love pain love’.
Vosotros, queridas y queridos lectores, seguid yendo al teatro. ¡Nos vemos en las butacas!
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