-La gente es gilipollas. Luego, seguro que lo de El Capitán Salami se llenó. Que te ríes y tal, pero la gente es gilipollas.
El tipo al que pertenece la voz que ha pronunciado esa frase acaba de sentarse detrás de mí, junto a su pareja. Yo también esperaba más público: llevo una semana leyendo en cada muro de Facebook lo genial que va a ser este concierto, lo alucinante de que Nicole Willis venga a Murcia y la buena pinta del ciclo Jazz and Black, que inaugura la americana y que traerá a CMS Trío, Eliane Elías y –ojo- Maceo Parker. Pero son las nueve y cuarto y el Teatro Circo presenta más butacas plegadas que desplegadas. Cuando la voz del teatro dice que el espectáculo va a comenzar levanto la vista. La platea está llena, pero los anfiteatros están casi vacíos.
Aparecen cinco finlandeses llamados Pete Toikkanen (guitarra), Jukka Sarapää (batería), Sami Kantelinen (bajo), Eero Savela (trompeta), Antti Määttänen (teclado) y Erno Haukkala (trombón y flauta travesera). No son dioses nórdicos ni hacen black metal. Visten como visten los finlandeses cuando vienen a países en los que no hay hielo y te juro que están tocando una canción instrumental propia de una banda de negros de Memphis. Pienso lo mismo que al escuchar Tortured Soul, el disco que estos cinco finlandeses firmaron con Nicole Willis el año pasado. Pienso que Nicole Willis es la responsable del calentamiento global y de que los finlandeses hagan música negra. Pienso que estos finlandeses ya no son tan pálidos y cetrinos. Creepin´ termina y, más que aplaudir, me froto las manos. Porque esto va a explotar cuando aparezca Nicole. Lo veo en mi cabeza: un finlandés la presenta y ella aparece y con un grito nos secuestra y nos levanta y aplaudimos enfervorecidos.
Savela suelta la trompeta y dice que son los Investigadores del soul y que aplaudamos a Nicole Willis. Aplaudimos. Nicole Willis aparece pero no veo ningún relámpago. Se acerca al micrófono y no sé si ha empezado a cantar. Los ojos se me van a Erno Haukkala, un león que escupe desde un trombón y baila Northern Soul. Nicole está haciendo señas al fondo de la sala, quiere que le suban el volumen del micrófono. Haukkala sigue desplegando físico y solo me da tiempo a ver la estela que su melena deja en el aire. Nicole no entiende nada y mueve los labios, pero sigo sin saber si está cantando.
Las canciones desfilan sin entusiasmo. Asoman la cabeza y entienden que esta noche no va a pasar a la Historia, que Nicole sonríe porque es una profesional y que no pueden hacer nada para fundir esos carámbanos que inundan el Teatro Circo. Hoy, no.
Nicole sigue haciendo señas al técnico. A mi derecha, una señora hace palmas. Se inventa el ritmo de Break Free y su cara dice que quiere fiesta y, si Nicole no prende fuego a nada, lo hará ella. A mi izquierda, un señor ha tirado la toalla. Lleva un rato con la cabeza apoyada en el brazo. No me muevo mucho por si está pegando una cabezada. Hemos escuchado nueve canciones y sigo viendo lo mismo: cinco finlandeses tocando música negra y una neoyorkina que no se impone a nada y que no imanta a nadie. Haukkala la eclipsa: ahora baila y corea y transmite más soul que Nicole Willis.
Antti Määttänen se ha remangado. Quiere arreglar esto. Se encorva sobre el teclado e investiga. El experimento convierte el teatro en una iglesia de Georgia. Määttänen levanta los brazos, como diciendo que él ha hecho lo suyo: crear la atmósfera. Ahora solo falta que la predicadora escupa las tripas cantando góspel. Pero no, hace rato que Nicole solo desea que el concierto termine. Despacha las canciones sin pasión y arquea las cejas ante cada chirrido.
Pette Toikkanen encadena tres notas que arañan. Määttänen sigue pidiéndole al órgano que le saque de esta. Nicole entendió que no va a tirar ningún muro abajo, así que susurra. Es la primera vez que escucho a la Nicole Willis de Tortured Soul. Suena Time to get Business Straight y Nicole se mueve. Se mueve y la música que toca la banda se arremolina alrededor de su cuerpo. La señora a mi derecha marca el ritmo correctamente y Nicole se ha comido el letargo del señor a mi izquierda. La canción termina pero a Määttänen no le importa. Ha pensado que él va a ser el predicador. Y todos le seguimos. Dibuja un mantra que se concreta en Delete my number. Nicole se ha quitado un peso de encima y sigue susurrando. Ahora pronuncia cada palabra con estilo, ahora cierra los ojos. Los carámbanos han cedido terreno. Un profesor universitario se quita el abrigo y chasquea los dedos. Toikkanen puntea con precisión. Nicole se ha calentado y suelta algún trueno. Pero el concierto ha terminado. Los investigadores del soul despertaron tarde.
Se despiden. Vuelven y tocan dos canciones, pero ese atisbo de conexión con el público ha desaparecido. Desaparecen y pienso que la expresión sin pena ni gloria se inventó para situaciones así y que Nicole Willis soltó tanto soul en Finlandia que se ha quedado sin nada.
Salgo y me quito la chaqueta.
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