Aún contengo la emoción que viví el sábado en el Estadio Guillermo Amor de Benidorm. A pesar de ir a hacer mi trabajo, iba a ver al grupo que durante años me ha acompañado y con el que tantas horas he pasado cantando junto a mi hermano. Como por arte de magia, un telón de incalculables metros cayó, y a las 22:30 Maná hizo su espectacular aparición. Se retrasaron media hora de lo previsto, pero eso al público no parecía importarle demasiado. Después de esperar como 5 horas ¿qué mas daba esperar media hora más? La prisión, el nuevo single de su disco ‘Cama Incendiada’, fue la canción con la que abrieron boca.
Ya pueden pasar años que Maná nunca falta a su cita con España. Es el típico grupo que en algún momento de nuestra vida nos ha acompañado. Abarca demasiadas generaciones. ¿Quién no ha cantado como un descosido ‘Clavado en un bar’? Casi siempre, y dudo mucho que no sea así, os recordaréis cogidos a un amigo en un bar, con una cerveza en mano y cantando a grito pelado. Así lo vivía el público de Benidorm. Digo de Benidorm porque era donde se celebraba el concierto, pero allí se concentraron miles de personas procedentes de toda España y Latinoamérica. Un público muy dispar, de todas las edades y nacionales, pero todos con un cachito de corazón mexicano.
Hubo un niño en primerísima fila que me causó mucha curiosidad. A esa hora un niño de esa edad está tirando del brazo de los padres para que lo lleven a casa, y él no hacía otra cosa que tener la mirada fija en el escenario. Esperaba impaciente la presencia de uno de ellos, de Álex «el animal» González y su canción ‘Me vale’. Cuando sonó no pude ver la reacción de su cara, pero supongo que alucinaría al ver algo así. Álex es algo fuera de lo común. Su mote se le queda bien corto. Llegó uno de los momentos más esperados del concierto: el solo de batería. 10 minutos sin parar de partir las baquetas, de hacer todo tipo de malabarismos con ellas, bailar, saltar y elevarse hasta el mismo cielo. Lo único que se te pasaba por la cabeza era: ¡No es posible! Más de uno era incapaz de reaccionar y otros estaban al borde de la locura.
Había pasado una hora desde que comenzó el concierto cuando decidieron cambiar su colosal escenario por otro más íntimo. Como Moisés abriendo las aguas, apareciendo entre la multitud y se subieron a lo alto de una cama improvisada. Se lanzaron a la aventura y decidieron escoger a una chica al azar para subirla a cantar con ellos. Lo que no se esperaban es que se iban a encontrar a las más «echá pa lante» del concierto. Murciana, claro está. La chica estaba que no cabía de felicidad, se colgó al cuello de Fer y le prometió amor eterno. Ellos por su parte le dedicaron la mágica canción de ‘Bendita tu luz».
28 años de carrera no caben en 2 horas y media de concierto. Siempre tienes la sensación de quedarte con ganas de más, con la añoranza de no haber escuchado una canción que querías. Pero no faltaron sus grandes éxitos como «El muelle de San Blas», «Corazón Espinado», «Vivir sin aire», «Mariposa Traicionera», «Labios compartidos», «Oye mi amor» o «Hechicera». Con el tiempo han conseguido reinventarse. Han conservado su seña de identidad, pero también se han atrevido con sonidos nuevos como la bachata con Juan Luís Guerra, o la electrónica recientemente con Steve Aoki. Recuerdo cuando no entendía el significado exacto de sus canciones, muchas palabras de la jerga mexicana que a mi me parecían totalmente desconocidas. Con el tiempo comprendí el trasfondo que ocultaban: canciones de desamor, amor del bueno y hasta las críticas más duras a la situación de su país. No olvidan sus raíces y cómo ellos mismos pasaron las penurias que arrastran a miles de Mexicanos cada año. Y así fue como Maná se despedía una vez más de todos, del público que espera 4 largos años impacientes hasta volver a verlos, frente a la luna más grande que se ha dejado ver en todo el verano y «Rayando el sol» de fondo.
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