Son los mejores pero nadie se lo dice. Se levantan temprano, presentan prometedores directores, convocan experiencias de ácido acético, rollos de treinta y cinco mágicos milímetros. Trabajan y escuchan y se desloman, todo para luego llenar una sala y apagar las luces. El silencio de las butacas a oscuras es su premio. Y nadie se lo reconoce.
El C-FEM (Festival de Cine Europeo Fantástico de Murcia) volvió la semana pasada sábado y se queda hasta el viernes 16 de Mayo. Me separan una buena cantidad de millas inglesas. El año pasado entrevisté a uno de sus miembros mientras una avalancha de muertos vivientes subía por las escaleras de la Filmoteca de Murcia (sobrevivimos). Sólo hablamos una vez, de forma desordenada, dejando avanzar la conversación mediante arrebatos cinéfilos. Un ejemplo: el glorioso ciclo de la Hammer que ha podido verse esta semana. Otro más: las nuevas miradas que sacuden el mundo digital (Faraday).
Sí, son los mejores, pero nadie dice nada. Quienes podrían decírselo ignoran ese universo que se palpa con los ojos. La generación mejor preparada de la historia, festivalera y anestesiada por el sarcasmo. Esos espectadores que se jactan de ser expertos críticos culturales pero que no pagarían ni por un episodio de una serie de televisión favorita. En otras palabras: una generación sin educar.
El director de cine Eugenio Mira dijo que la tecnología sólo favorece al que no tiene criterio. A los chicos del Festival de Cine Fantástico y a sus espectadores el criterio y la pasión les sobra por todos los sitios. Se creen lo que dice una pantalla en blanco, memorizan diálogos, se inventan finales en su cabeza para seguir soñando. No. No están locos. Saben que no tienen nada que perder y quieren sentirse con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para compartir, para construir nuevas oportunidades, para mejorar. Ni siquiera saben que son lo mejor que está pasando en Murcia ahora lo mismo, y por eso mismo lo son, sin duda alguna. Lo mejor del 2014.
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