Es el primer concierto de Lendakaris Muertos en Murcia. Debo reconocer que no esperaba ver tanta gente bebiendo en la puerta de la Sala Garaje. Durante la vuelta de rigor para comprobar el ambiente me cuentan que se han vendido 500 entradas. Para mí, es una grata sorpresa. Lo de que casi todo el mundo haya optado por pasar de entrar a ver a los dj’s que están pinchando previamente al concierto no me sorprende. Aún así me dirijo a la puerta. Allí escucho a una chica explicando a un chico que ella «es algo raro», «mezcla entre punki y ‘hiphopera’». Lo primero que me sorprende, y bastante, es que hay gente menor de 50 años que utiliza esa horrible palabra. Lo segundo, que la chica se refiere a sí misma como disculpándose por ser un perro de razas mezcladas. Como si reconociese ser una punki sin pedigrí.
Ya dentro, Liandola Panda Dj’s está ofreciendo un popurrí de clásicos para no fallar en ninguna fiesta. Su propuesta musical es simple y plana: tres tíos disfrazados de osos panda que se dedican a darle al play y ‘pinchar’ (reproducir, diría yo) canciones harto conocidas por todos, pero que animan el ambiente. Ya se pueden disfrutar de las primeras ollas de la noche, aunque dentro de la sala no hay ni medio centenar de personas. Por fin, acaban y en el escenario el proyector baja para que no veamos el cambio de mesa de mezclas por instrumentos. Las canciones que suenan a continuación podrían ser las que los propios dj’s pinchaban. Por fin se apaga el proyector y, mientras sube como el telón de un teatro, comienza a sonar el himno de la URSS. Ya vienen.
Es posible que casi todos los que estamos aquí les hayamos visto en concierto tantas veces en tantos festivales a lo largo de nuestra vida que ni siquiera seamos capaces de acordarnos, sin embargo, cuando las notas del himno de la URSS se aproximan hacia el conocido final nos miramos puño en alto con cara expectante y con la emoción de que es la primera vez que van a estar así. Tan cerca. En esta sala de nuestra ciudad en la que nos hemos dado tantos codazos unos a otros.
Cuando comienza Tenemos a la pasma la sala se contrae hacia sí misma, hacia su propio centro, para después expandirse. Como la explosión de una supernova en una película del espacio. Todos saltamos los unos hacia los otros hasta que somos una piña de caras contra omóplatos, brazos contra barrigas e incipiente sudor. Entonces todos clavamos una pierna al suelo, desplegamos los codos hacia los lados como si tuviésemos propulsores en la espalda, apretamos los dorsales y apoyándonos en la espalda del de enfrente, empujamos para volver a abrir el centro. Sin descanso alguno de repente tocan Estamos en esto por las drogas. Después Cerveza sin alcohol. Para la mitad de la canción he recordado cómo sobrevivir a esto y , no sólo eso; si no cómo disfrutarlo. No es una lucha. Hay que fluir con la masa de cuerpos sudados y sin camiseta, y, sobre todo, perder el miedo a morir. No vas a morir. Si te caes sólo tardarás uno segundos en ser alzado por la misma masa borrosa de brazos que te acaban de tirar al suelo. De eso va esto. De unidad en el individualismo.
Lendakaris prosigue con su repertorio. Es imposible que una propuesta así falle en directo. Canciones rápidas una tras otra con letras sencillas y estribillos tremendamente pegadizos que tratan sobre prácticamente cualquier tema. Durante un punto del concierto pienso en que, si Eskorbuto hubiesen sobrevivido el tiempo suficiente como para ser así de humorísticamente cínicos, se habrían convertido en algo así. Es posible que dentro de 15 años no quede lugar para una propuesta como esta. El futuro se antoja más Triángulo de amor bizarro que el ‘Resurgir’ que promete Non Servium. Aunque si me preguntáis a mí (que no deberíais, no tengo ni puta idea) eso de que Triángulo son ‘post-punk’ y el género avanza en esa dirección….para nada. El género mutará en otro sentido o seguirá estancado con grupos jóvenes dando su visión de algo casi extinto, pero por mucho que la propuesta de grupos como Él mató a un policía motorizado cuente con estas bases, no veo a este público acudiendo a conciertos de este tipo. Ni a mí mismo, sinceramente.
Está siendo uno de los mejores conciertos que he visto este año. No hay nada nuevo en esta apuesta, y eso es precisamente lo que nos enloquece al público. Sabemos de qué va esto y nos gusta. La gente sube al escenario, le quita el micrófono a Aitor, berrea un poco el estribillo y salta hacia la masa. El propio Aitor (el cantante) salta durante el concierto un mínimo de tres veces. La marea humana de brazos le lleva de un lado a otro de la sala mientras él no deja de cantar. Uno de los momentos estrella de la noche lo protagonizó Ramiro, un joven de Santomera que subió a morrearse con Aitor y al que después fue muy difícil bajar del escenario. Ramiro se vino arriba no sólo en lo literal y aprovechó para salir del armario ante un público al que le daba totalmente igual su orientación sexual. Sólo queríamos que se lanzase a nuestros brazos para colocarlo en el centro del círculo y emprenderla a golpes con él otra vez. ¿Por qué? Por destacar. Como los que se pasean disfrazados por los festivales y ven como la avalancha humana de codazos les coloca en el centro de su punto de mira. Si te has puesto el disfraz es porque eso mismo es lo que buscabas, como Ramiro, atención. Y aquí hay de sobra para ti.
Otro momento destacado es cuando Aitor se disfraza de ultra-español (o como sea se bautice a sí mismo de esa guisa) para cantar Gora España. Casi hacia el final se retiran durante unos minutos. Al volver bromean con quién es el que ha aprovechado el descanso para drogarse y quién no. Es entonces cuando viene lo mejor de su repertorio y aprovechamos para gastar las últimas energías que nos quedan. La potencia de antes se ve reducida a un bamboleo en el que estamos demasiado pegados los unos a los otros (no sé cuánto sudor del que llevo encima es mío y cuanto pertenece a decenas de desconocidos) y casi nadie tiene fuerzas para seguir saltando. Sin embargo los que aún siguen en Modo Dios nos ayudan a dar lo último. Se despiden, como no, con Oso Panda y Aitor se coloca su bata, como un boxeador, mientras suena de nuevo el himno de la URSS. Joxemi (su nuevo guitarrista y ex Ska-p) y Jokin, relegados a un segundo plano necesario ante un cantante de la talla en cuanto a espectacularidad en el directo como es el suyo, pero que se han lucido en el concierto, aprovechan para tirar púas al público. Potxeta, que directamente no estaba en el plano, también deja su puesto en la batería para interactuar con nosotros y recordarnos que, pese a no haber podido saltar y gritar como el resto, nada de esto hubiera sido posible sin él.
En definitiva un gran concierto para la primera vez que actúan en una sala en Murcia y una acogida soberbia por parte del público. Sin duda entran directamente al top 5 de las mejores cosas que han ocurrido en esta ciudad en 2016.
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[…] anochecía y el cielo parecía dar algún respiro, Ayax y Prok por un lado y Lendakaris Muertos por otro, dieron sendos conciertos eléctrizantes, enérgicos, en los que el público no perdió el […]