Todos escuchamos voces. Cada vez que una canción se nos graba en la mente, volvemos a oír ese timbre que se nos graba. Hay quien oye continuamente a Thom Yorke, quien oye a Ian Curtis y hay quien reproduce en su interior a Camarón. Pues en el panorama musical español hay una voz que se está alzando con fuerza. Es la de La M.O.D.A. Acrónimo de La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Quienes visitaron el viernes 13 de noviembre en la Sala Rem.
Y llegaron a lo grande. Lo hicieron sin teloneros. Con un par. Y además con la sala a rebosar. Y es que el folk que proponen los burgaleses es sencillo y ameno de escuchar.
Sobre el escenario siete músicos, pero abajo hay gente de toda clase social y todas las edades, desde menores hasta jubilados. Pasando por todo el espectro. Grupos de amigos, de amigas, parejas, etc.
Dicen que intentan tocar todo lo que pueden. Joder, y tanto. Casi 50 conciertos desde este marzo a noviembre. Y además se van a Inglaterra y Holanda este fin de año. Unos currantes es lo que son, desde luego.
Pero además llenando salas, quiero decir, que no hacen decenas de conciertos pequeños y con poca gente, sino que petan los locales donde pasan. Las entradas de Madrid ya las han agotado.
Empiezan con un par de canciones en inglés y son vitoreados. Pero aun no cantan. En cuanto dicen la primera silaba en español toda la sala ya está cantando. Se las saben todas. Tocan el principio de su nuevo disco. Tocan los dos álbumes en español casi enteros. Y claro, el público se lo pasa en grande.
Los siete a duras penas caben en el corto escenario de la Rem. Se van dando de vez en cuando entre ellos y con algún obstáculo.
Joselito Maravillas es el que pone la melodía con su acordeón y su boina. El saxo añade personalidad. Entre el resto, con mandolina, banjo, guitarras y teclados dan forma a las canciones.
El menudo cantante de La Moda, tiene tendencia a que se le infle la vena del cuello al entonar y a esbozar medias sonrisas cuando la gente berrea sus temas. Pero la voz de David se graba a fuego en la mente de cualquiera que le des un par de vueltas a las letras de las canciones. Al que le den igual las letras pues supongo que le gustaran simplemente porque son pegadizas. A mi se me pegan de otra manera. Hay algo de derrota y victoria a la vez. Por paradójico que pueda sonar. Tienen esperanza y tristeza a partes iguales, como las de Lapido. Como la vida misma. Son reales. Sus versos son como esa cuerda que te sujeta para no caer por el acantilado.
La Moda son como esa zagala que te mola, pero que te da calabazas. Te gusta mucho, pero te duele la patata. La gente baila. No lo entiendo. Sus canciones me ponen triste.
Donde más flipo con el público es que se sepan hasta la parte en euskera en la que colabora Gorka de Berri Txarrak. Casi todos la corean. Hacía tiempo que no veía una entrega de este calibre. Supongo que es la falta de costumbre. Un colega me comenta que son los Vetusta Morla del “folkindie”. Supongo que es un símil sencillo. Me dice que David es del club de los cantantes delgados con una gran banda detrás pero con mucha seguridad en sí mismos, como Pucho, como Montefusco, como Yorke.
Terminan con una ovación tremenda. Cuando consigo acercarme al escenario, veo las guitarras. En una de ellas hay una pegatina guapísima de los Queens of the Stone Age, cuyo líder, Josh Homme graba y suele tocar la batería con Eagles Of Death Metal. El grupo de la sala Bataclan, durante el ataque terrorista de París. La música está interconectada. Por suerte no tuvo que presenciar la masacre de esa noche, ya que suele estar atareadísimo.
Al salir del concierto estoy distraído. Me equivoco de calle al buscar el coche. Tengo dentro la voz rota de David repitiéndose. No consigo centrar el pensamiento en nada. Me va a costar dormir, porque tiene una de esas voces que a uno se le graban muy dentro.
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