Senza fine, tu trascini la nostra vita, senza un attimo di respiro per sognare…
La edición de La Mar de Músicas 2015, que este año dedicaba su especial a un país al otro lado del Atlántico, Chile, ofrecía su premio homenaje -como ya lo hiciera el año pasado a cubana Omara Portuondo-, al célebre cantautor italiano, Gino Paoli, por su trayectoria musical que confluye en la música ligera italiana y el jazz siendo banda sonora de algunas joyas del séptimo arte.
Esta noche lo acompañaban Coque Malla, Christina Rosenvinge y Silvia Pérez Cruz. Tras una presentación previa a la entrega del premio de La Mar de Músicas por parte de la periodista y escritora Lara López, quien cuenta que el homenajeado también había sido pintor, dibujante y político del partido comunista en su larga vida. Parece mentira que quien recogiese el premio en manos de la bella Silvia Pérez Cruz fuese el gran Gino Paoli. Un adorable octogenario, que por un momento parecía desorientado ante la presencia de las cámaras, se acaba dirigiendo al público con unas palabras en italiano. Una mujer le vitorea desde el anfiteatro, él responde con media sonrisa y un ‘dopo, dopo‘, dando a entender que no había comenzado la función.
Minutos más tarde, cuando el escenario se va a negro un instante, reaparece para ocupar el escenario del Auditorio de El Batel junto un equipo formado por el contrabajista Ares Tavolazzi, Fabrizio Serra a la batería y las solventes manos de Danilo Rea al frente del piano.
Por un momento, da la sensación de que comienza por su canción por antonomasia, la de la melodía infinita. La gente aplaude, aunque al final no fue la canción. La pieza en italiano liga inmediatamente con otro de sus temas legendarios, ‘Sabore di Sal’. El público a mi alrededor comienza a murmurar, algunos están emocionados y sacan el móvil para inmortalizar ese momento. También empiezo a contagiarme de la nostalgia de un tiempo que no me corresponde.
Gino ya no se parece al de hacía quince minutos, ya es el director de la pequeña orquesta, o un músico más del cuarteto, cuyo instrumento, su voz grave que ya ha vivido, se complementa a la perfección con la elegancia del piano de Rea. Mientras que el maestro italiano va avanzando en su repertorio va dejando temas como ‘La Gatta’, ‘Sassi’, los clásicos del Jazz ‘Time after time’ de Styne Cahn, versionadísima ‘Smile’ o el bolero ‘Contigo en la distancia‘.
En un momento, Gino Paoli dice algo así como ‘esta es la canción que yo prefiero’ para dar paso a una emocionante ‘Fingere di te’. No es la famosa, pero cuenta que es su favorita, aunque cuando Gino canta, a pesar de estar acompañado y arropado por los tres músicos, da la sensación de que le falta alguien.
Cuando el contrabajista hace un solo, Gino se da la vuelta y lo observa. Mientras tanto en las últimas filas del anfiteatro, se escucha alguna butaca crujir, y una puerta chirriar. Me fijo inconscientemente en el ruido de alrededor, y lo cierto es que el acompañamiento improvisado no suena mal del todo.
El cuarteto desprende elegancia con cada nota ejecutada, pero ahí quedan también los minutos en los que el público espera impaciente la sonora aparición de los tres invitados que acompañarían a Paoli… ‘¿Dónde están? ¿Cuándo salen?‘, hay quien se pregunta a mi lado.. Lo cierto es que ya al final de la velada con el maestro italiano, llenando el Batel del sabor del mar Mediterráneo, este decide invitar a Christina Rosenvinge al estrado.
Vestida de negro, con su melena dorada y su voz dulce, Rosenvinge interpreta junto a Paoli ‘Il cielo en una stanza’. Recuerda a una Jane Birkin, algo tímida de más, que termina dejando el escenario un tanto frío a Coque Malla.
A quien fuera el cantante de Los Ronaldos le dejaron la canzone romántica ‘Una lunga storia d’amore’. Coque parece más animado que Christina, de hecho, si no está hiperactivo o nervioso, debe estar sobreactuando. El momento cómico llega cuando Gino se le acerca, y parecen tener una breve conversación. Segundos después Coque Malla presenta al italiano, y viceversa. Intuyo que no se acordaba de su nombre.
Pero no. El verdadero momento de la noche sucede poco después de que Malla abandonase el escenario. La invitada más especial de Gino, quien le daba al principio de la velada el premio La Mar de Músicas, Silvia Pérez Cruz le acompañaba en una deliciosa ‘Senza Fine’. Cantan el uno para el otro. La ternura casi se puede palpar. Los gorjeos, ya típicos, de Silvia y la voz rota de Paoli, que parece acompañarla más que ella a él, hacen que el público se levante y se deshaga en aplausos en el instante que culminan el tema en un abrazo. La cantante de ‘granada‘ ha eclipsado a los otros dos veteranos de la música popular española.
Fotografías de May Carrión.
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