El sábado todo el público asistente al Auditorio El Batel esperaba impaciente la llegada de la artista malagueña Vanesa Martín, que presentaba su cuarto disco «Crónica de un baile». Era la primera vez que pisaba Cartagena, por lo que se esperaba un encuentro especial. En la sala se escuchaban las palabras «el espectáculo va a comenzar» y los más rezagados corrían para no perderse ni un solo minuto.
Las luces se apagaban a las 21:30 en punto y Vanesa hacía su aparición entre gritos y aplausos al ritmo de «Frenar Enero». A esta le siguieron otros grandes éxitos de su nuevo álbum y de discos anteriores («Agua», «Trampas» y «Cuestión de Piel») como «Sin saber por qué», «No me salves», «Ropa desordenada», «Es tan necesario» o «Hablas».
Canciones de amor y de desamor, de idas y venidas, en las que cada uno de nosotros nos veíamos reflejados en alguna ocasión. Ha habido momentos en mi vida marcados por la música y Vanesa Martín últimamente ha sido parte esencial, por eso para mi también era un momento especial encontrarme con ella.
Desde que Vanesa dio la primera nota de voz, comenzó a desprenderse magia que llegaba poco a poco y se posaba en el corazón de cada uno de los asistentes. Se iba creciendo en el escenario, haciéndose aún más grande si cabe y abriendo su corazón con frases que quedarán en la memoria: «Llegó para irse como quien viaja a la cola del viento, me hizo llorar al besarme muy lento, no habrá una ciudad donde no me emocione». Y así lo hizo. Se emocionó con nosotros y nosotros con ella.
Llegaba a la mitad del concierto, haciendo un extenso recorrido por su carrera musical sin olvidar ni una de las canciones que la han llevado a lo más alto. De repente sonó una vocecita en mitad del público que gritaba «guapa». Enseguida Vanesa se dio cuenta que esa voz era especial. Una niña de tan solo cuatro años subió emocionada al escenario y le regaló una carta y un pequeño ramo de flores. Más de uno no pudimos contener la emoción por el abrazo tan sincero que Vanesa le regaló a la pequeña.
La cantante malagueña hizo alarde de su dulzura reflejada en sus letras, pero no solo de dulzura se compone esta mujer. Bailó como nadie sobre el escenario al son de los músicos, poniendo a mayores y pequeños en pie. El humor fue otro de sus grandes fuertes, recibiendo con gracia a una pareja que llegó casi media hora tarde al concierto.
Casi dos horas después se ponía fin al concierto con la misma canción con la que había comenzado, «Frenar Enero», pero esta vez todos nos levantamos de nuestros asientos para bailarla junto a ella y despedirla como realmente se merecía.
«Inevitablemente todos proyectamos algo hacia los demás. Cuando se consigue la luz adecuada para brillar, nace un momento imparable.»
Vanesa Martín
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