No ocurre siempre, pero cuando sucede, es imposible apartar la mirada o eliminar esa media sonrisa que ahora ya parece eterna. Pocas veces te encuentras con personas que cambian el sentido de las agujas del reloj. Muy pocas.
Juan Ramón Barat es una de esas ellas. Cuando entra por la puerta sabes, sin ningún género de duda, que todo puede ocurrir. En menos de un minuto ya estás de su lado y en menos de dos, ya te ha contagiado su enfermedad: esa que los entendidos llaman entusiasmo. No puede contenerse y habla, habla sin parar porque para eso está aquí. Para hablar de libros y de jóvenes, sobre todo de jóvenes. Los grandes protagonistas de este premio.
Deja en paz a los muertos es la novela con la que este autor lleno de vida opta al Mandarache Chico. Una novela juvenil que también devoran padres, abuelos, profesores y hermanos mayores. Una novela que puedes devorar incluso tú si te gusta la intriga, el suspense y las historias de amor más inocentes.
Barat dice que nunca sabrá cuál es la clave del éxito, pero lo dice solo porque es realmente humilde. No es que conozca la llave del éxito sino que además la tiene en sus manos, no en vano aquí está, rodeado de más de seiscientos jóvenes que se muerden las uñas al conocer, de primera mano, que habrá una segunda parte de la novela que han leído de un tirón.
Juan Ramón conoce bien a los adolescentes y no porque lleve toda la vida dando clase de literatura en diversos institutos, sino porque sabe escucharlos. Ese detalle es, sin duda, el que lo hace más grande. En tiempos como los de hoy, en los que nos estamos convirtiendo en autómatas fabricados en serie que se comunican sin descanso pero que no se hablan, no se escuchan y mucho menos se miran realmente, resulta más que esperanzador que un hombre deje, por unos instantes, el malhadado mundo adulto para fijar sus ojos y su talento creativo en las luces y sombras de la vida adolescente.
Solo alguien capaz de sentarse con jóvenes y preguntarles qué les gusta, qué quieren encontrarse en un libro, qué les apasiona o les desagrada, solo alguien que se emociona con cada frase que dicen, con cada gesto que hacen, que recuerda que con la misma edad empezó a escribir poesía solo para conseguir a una chica… solo alguien así, digo, que a ratos parece ser un verdadero adolescente y que hace partícipe a todo aquel con el que charla de una ilusión que ya parecía muerta, puede tener éxito en una sociedad enrarecida y algo hostil como en la que vivimos.
Así es Juan Ramón Barat, “vitalista, puro nervio”. Así lo ve Maite Alsó, la profesora de literatura que lo acompañó en sus encuentros con los lectores del Premio Hache, “una loca maravillosa” como él la llama. Así es Juan Ramón y así lo vimos nosotros, que quedamos prendados con su personalidad arrolladora y difícilmente comparable. Dudo mucho que fuéramos los únicos.
Todo acaba. Pero si acaba con palabras como Quiero leer más o incluso Qué tengo que hacer para escribir una historia, es inevitable, no hay final.
Solo principio.
Fotografías por Santiago Ros.
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