Fuck it. Pues eso, fuck it. Estoy en ese momento de mi vida en el que puedo mandarlo todo a la mierda sin importarme lo más mínimo y sin sentir un ápice de malestar. ¿Por qué? Porque lo tengo casi todo y créeme, es cuando mayor peligro tengo. No te confíes. No des las cosas por hechas. Estoy en ese momento de mi vida en el que todos deberíamos estar.
Vivimos ensimismados. Mirando hacia adentro, continuamente. Dejando escapar lo que tenemos fuera. Dejando escapar lo que pasa por nuestro lado. Conformándonos con situaciones estándar. Rutinas. Repeticiones. No disfrutando, repito: no disfrutando. Crees que estás disfrutando y no lo estás haciendo. Es el mismo autoengaño el que lo provoca pero estás totalmente equivocado, totalmente. Tienes más de lo que crees y ni siquiera te has percatado. Justo por eso te escribo, a ti, lector, a ti, amigo.
Si pensabas que necesitabas a alguien, que tu vida era eso, una rutina mezclada con idealizar a una persona. Atribuirle poderes mágicos como si de Marion Cotillard se tratara. Pensar que es única. Pensar que es especial. Pensar en su olor, su forma de hablar, su pelo, su caminar –vamos, la puta canción de Supersubmarina– estás equivocado. Directamente, no tienes ni puta idea. Cuando has cambiado y ya no es que quieras ser feliz constantemente, sino que tu intención se centra en ser feliz de cara a la galería, de cara a las redes sociales, de cara a esa chica que te gusta o de cara a cómo conseguirla, estás perdido. Es más, estás perdiendo vida. Nadie merece tu tiempo si no tiene verdadero interés en saber sobre qué escribes, sobre qué dibujas. Nadie merece tu tiempo sin interesarse sobre cuál es el equipo de fútbol al que entrenas. Nadie merece tu tiempo si no le importa la serie que estés viendo. Nadie merece tu tiempo si no ha utilizado un fragmento del suyo para pasarse a verte por cualquier playa, por cualquier bar, por cualquier rincón de Murcia. Nadie merece tu tiempo si no tiene la curiosidad de saber sobre qué trata la canción que estás componiendo. Nadie merece tu tiempo si no indaga sobre tu guión cinematográfico. Nadie merece tu tiempo si no sabe qué tipo de porno te gusta. Nadie merece tu tiempo si no se interesa por saber qué tal te fue la entrevista de trabajo. En definitiva, nadie merece tu tiempo más que tú mismo y sobre todo, nadie merece tu tiempo más que la gente que te quiere de verdad. Esa clase de gente es la que se siente privilegiada de que tu tiempo se mezcle con el suyo, y especialmente un servidor, lo agradece.
Siempre se ha pensado que para que alguien se fije en ti tienes que ser feliz y ser tú mismo. Totalmente cierto. La diferencia es que esa felicidad no puede depender de que quieras que se fijen en ti. Una persona tiene que generar una vorágine constante repleta de felicidad para que no pare de dar vueltas, nunca. Repito: nunca. Que gire y gire. Felicidad y felicidad. No puedes pedir ni una puta cosa menos a esa vorágine, porque te pertenece. Es tuya y por si no te habías dado cuenta, no existe arma más poderosa en el universo que tú mismo.
Me explico: ¡tú, gilipollas! ¿Qué quieres de mí? Porque tengo claro quién soy y nadie va a venir a joderme gratuitamente, y sí, me conozco y soy esa clase de persona que puede hacer que te sientas especial y única. Puedo dejar de lado todo lo que pueda tener por ti. Puedo hacer que te rías. Puedo hacer que te preguntes que por qué coño has malgastado tu tiempo sumida en la corrección y la falta de inquietudes. Puedo presentarte a mi grupo y que en el futuro me des las putas gracias por añadirte a tal círculo. Puedo follarme a la monotonía y si no consigo hacerlo, al menos obligarte a que te sientes en mi puta boca cuatro veces por semana, así el resto de días no te parecerán tan malos. Estoy dispuesto a dártelo todo, pero –y aquí viene el truco– tengo exactamente la misma predisposición a no dártelo y a sentir absoluta indiferencia por no hacerlo, ¿sabes por qué? porque soy lo más grande que hay. Sí, no significa que nadie sea más grande que yo, significa que tú no eres más grande que yo, y ello no quiere decir que yo sea más grande que tú. ¿Me explico? ¿No? Sencillo, si a alguien tengo que idealizar y atribuirle súper poderes y hacer que se sienta único y especial; si a alguien tengo que hacer que se sienta Paul Dano en Ruby Sparks, Lip Gallagher en Shameless o Keanu Reeves en Matrix, es a mí mismo. Y tú, gilipollas, no vas a venir a poner mi vida patas arriba, porque mi vida es jodidamente especial y maravillosa y eres tan ingenua que, primero, te has creído las cualidades que te he atribuido sin tenerlas y, segundo, no tienes absolutamente ni idea de quién acaba de pasar por tu vida, directa o indirectamente. Y por ello, amiga mía, estás ciega.
Así que como diría el maravilloso Jon Lovitz en Happiness de Todd Solondz: «I’m champagne and you’re shit!«
Dedicado a ti, amigo. (:
No Comments