En un momento de la excelsa Django Unchained un WhiteTrash vestido con páginas de biblia blasfema el Apocalipsis látigo en mano, dispuesto a azotar a una esclava atada a un árbol. La imagen (encumbrada aún más en la memoria del espectador por un espejo victoriano donde la víctima puede contemplar la humillación) parece sacada de uno de sus oxidados infiernos descritos por Flannery O´Connor, fundamental voz del llamado gótico sureño junto con William Faulkner. Autora algo desconocida en nuestro país, la película de Tarantino es una buena excusa para adentrarnos en su obra centrada en relatos cortos gracias a la maravillosa edición de cuentos completos publicadas por Lumen hace unos años.
Criadora de pavos reales, pasó más de la mitad de su vida enferma, devorando a Poe y Conrad, describiendo desde su visión (retorcida, deteriorada, y aún así terriblemente lúcida) la sencilla vida del campo, cómo así solía llamarla ella. Dotada de un genio especial para retratar el ambiente enrarecido por la esclavitud de finales de siglo, la desoladora visión de Flannery O´Connor parece descubrirse a cada nueva lectura como la posibilidad ignota entre dos mundos destinados a entenderse: la élite de las casas de campo sureñas contrarrestado con la ciudad blasfema y decadente, siempre vista por O´Connor como un símbolo de perdición, de abismo insondable. La gente del campo contra la gente de ciudad, contra la mirada del negro, del oprimido, y finalmente la buena gente contra el mal, el eterno Mal fervientemente católico, acechando al hombre en cualquier momento, en cualquier parte.
No son historias precisamente bondadosas los que Flannery O´Connor relata al igual que tampoco lo son sus personajes. Su pluma suele centrarse en los caídos: tullidos, paletos, ancianos, trozos de carne desviados del camino por las insondables rutas de la maldad humana. Sus destinos son definitivamente brutales, violentos, cargados del mismo nihilismo y concisión que alimentaba las historias cortas de Raymond Carver. Sin concesiones. Un puñetazo directo al estómago. Genial para desconectar entre apuntes y exámenes.
Jose Manuel Sala Diaz
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