Nada mejor que conocer la impresiones de los que lo viven por dentro para juzgar un festival. El miércoles pasado tuvimos la oportunidad de hacerlo en la fiesta organizada por el IBAFF en colaboración con el Instituto Polaco de Madrid y la Escuela de Cine de Lodz. Ahí pudimos conocer a los representantes de ambas instituciones, a algunos directores, así como miembros del jurado y alumnos del taller de Abbas Kiarostami.
Todas las opiniones que recogimos fueron sospechosamente positivas, a pesar de que Fernando Chinarro denominara el festival como “muy serio”. Los organizadores quedaron contentísimos con el desarrollo del evento del miércoles, en el que se ofreció todo tipo de material sobre la cultura polaca (desde el resumen del nuevo panorama cinematográfico hasta CDs con poemas traducidos y recitados del premio Nobel Czeslaw Milosz). Mientras tanto, el ambiente se animaba gracias a la mezcla de música experimental y licores propios del país.
Algunos estudiantes (de todos los rincones del planeta, por cierto) nos explicaron los detalles del taller de Kiarostami, a quien llamaban “maestro” y definían como “una persona muy sincera”. Al parecer, algunos de los participantes discrepaban con la dinámica del curso, de carácter puramente práctico y alejado de las clásicas “lecciones magistrales” propias de los veteranos. No obstante, eran una pequeñísima minoría, pues el taller ofrecía lo prometido y esperado por los demás. Se ponía de manifiesto un alto contenido experimental de los proyectos, en el que los actores son una rareza. Esperamos impacientemente el corto basado en “pececitos de colores”.
Los mismo compartieron las explicaciones de Kiarostami sobre su último estreno. El director iraní, quien desarrolla sus clases en su lengua materna ayudado por un intérprete y con quien los alumnos estuvieron ese día, dijo que el filme “no tiene ni principio ni fin; debe ser interpretada como una parte de otra película más larga; una historia continua”. Además, el público debe “sentir ternura o afecto hacia uno de los personajes” para comprobar que el mensaje del largometraje ha llegado al espectador.
Se trató de un encuentro internacional como el IBAFF mismo, más que polaco. El meollo de opiniones y reflexiones correspondía con lo que se puede sospechar desde fuera sobre un festival de cine. La creatividad y la pasión estaba en el aire y podía cortarse como una película fotográfica. Un lugar competitivo, pero enriquecedor y simpático.
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