C'Mon Murcia

Entrevista a Jesús Caparrós: «The Red Capa y el más allá de la música»

Entrevista por Antonio F. Jiménez

Allá en un viejo caserío a pocos pasos de Narbarte, una localidad navarra de apenas trescientos habitantes, se forjó «The Red Capa», el primer disco de Jesús Caparrós, con la ayuda de la batería de Nasim López-Palacios, la guitarra de Nico Martín y el teclado de Franco Cavalleri. Después de una pequeña gira de presentación del proyecto por el norte de España, vienen a tocarlo por la Región deMurcia del 20 al 22 de abril.

Jesús Caparrós se prepara para los conciertos con sus dosis de yoga, meditación, zumos de frutas, arpas de Mary Lattimore, guitarras de Harrison, voces de Spinetta y silencios prolongados. Hace la vida en lo alto, en un ático unos metros más arriba de la casa de sus padres, en Bullas (Murcia). Viéndole, parece que se ha traído consigo las verdes praderas norteñas de la espiritualidad, el sosiego de la campiña, la lentitud paciente con que pasan las cosas en la vida rústica. En el momento de comenzar la entrevista suena el arpa celeste de Lattimore. Y él, Jesús Caparrós, habla en voz baja, tratando de no interferir en la armonía de la música:

— ¿Sabes? Hay un día en que te miras hacia dentro. Parece que desde siempre se te ha invitado a mirar el camino de afuera, y no a ti mismo, a tu templo. No sé si me explico.

— Vayamos por partes.

El yoga y la música

— Estoy introspectivo, pero no como una manera de encerrarme en mí mismo, sino en busca de abrirme, por mis ganas de avanzar en la vida. Siempre he sido muy reflexivo, pero no tenía herramientas para meterme en mí mismo y el yoga me ha ayudado, además de sentirme bien con mi cuerpo. El yoga hace que conecte con el exterior con una mirada más profunda. Ahora me acuerdo mucho de cuando era niño. Soy más sensible a olores, sabores. Algo tan cotidiano me lleva al pasado. Me llegan imágenes de mi yo de niño hablando y siento sensaciones que sentía entonces. Oye, no sé si esto tiene que ver con la entrevista.

— Tiene que ver, hombre, tiene que ver.

— No sé.

— ¿En qué medida influye todo esto en tu música?

Sobre una alfombra, en esa posición en que las plantas de los pies se besan, bajo una luz solar de flexo por donde suben como las volutas de un cigarrillo los humos espirituales del incienso, Jesús Caparrós busca las palabras exactas. Dice:

— Tocar es para no estar ahí. A ver si me explico.

— A ver.

— Ahora que no soy estudiante, estudiante rutinario, digo, siento el instrumento como algo que me libera. Por eso digo que tocar es para no estar ahí, sino fuera de la realidad. A veces siento que es un poco obsesivo lo de buscarse tanto. Pero es que tengo tanta necesidad de hallar frescura, de querer evadirme, de encontrar la paz, que me llega a causar ansiedad.

Precisamente una de sus canciones dice: Libera el alma aquí, siente la paz en ti. Jesús Caparrós alza el brazo hacia una mesita donde reposa The Red Capa. Lo trae hacia sí y dice:

— Esa frase es del tema que abre el disco: “Verano del amor”, mi primera composición con letra. Antes había sido todo instrumental y jazzístico. Este disco es una manera de reafirmar que quiero romper la corriente, hacer algo propio después de terminar la carrera.

En rigor, su carrera comenzó en 2008, cuando se apuntó a la Escuela de Música Moderna en Bullas. Pocos años después, se fue a Pamplona y acabó sus estudios de música en San Sebastián, en el Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene). En 2014, con 21 años, Jesús Caparrós tocó junto a su banda Garob en la 49 Edición del Festival Internacional de Jazz de San Sebastián y en el Festival Internacional de Jazz de Vitoria-Gasteiz. También estuvo durante un tiempo recorriendo los pueblos del País Vasco como bajista en la orquesta Haitzama. Por aquellos años viajó a Nepal. «Allí se me removió la cabeza», dice Caparrós.

Treinta segundos

El bajista y cantante de The Red Capa sigue en esa postura de rezo, en esa postura en que uno temería por sus caderas, en esa postura como de ancas de rana cuando toman el sol.

— ¿Y cómo casas toda esta actitud reflexiva con los ajetreos de la industria musical?

— A ver, buf.

Pensativo, mira Caparrós a su frente, a los dos bajos y a la guitarra, al techo del ático que se inclina, que se acuclilla igual que una persona. Silencio. Se sube las gafas negras que se habían tiernamente resbalado por el trampolín de su nariz. Su cabello liso, la cara con la sombra grisazulada del recuerdo de una barba, la sonrisa larga que prepara un discurso.

— Cuando acabé el disco no tenía conocimiento de ese mundo de la industria, o mejor dicho, de cómo venderle a alguien tu disco, de que te escuchen al menos treinta segundos, de querer decirles que en ese tiempo mínimo están escuchando algo especial. Yo me preguntaba, Dios mío, ¿de verdad que no tienen treinta segundos, ¡treinta segundos!, para escucharlo? Esto me generó mucha ansiedad. Después del crowfounding, lo mandé a más de 50 discográficas, productoras y promotoras, y me contestaron una o dos. El choque con la industria es muy frustrante y difícil.

Estado natural

Manosea The Red Capa, lo abre, lo observa con cierta añoranza y dice:

— Una cosa muy curiosa que ocurrió con el disco es que, sin buscarlo, sin haberlo premeditado, coincidió que, después de sacarlo a la luz, me di cuenta de que el orden de las canciones era el mismo que el de la composición. Es decir, que una vez pasada toda esa ansiedad, la música volvió a su estado natural. Y eso permite que en el disco se vea una clara evolución, desde “Verano del amor” hasta el último tema “Lago Eden”, con letra de Federico García Lorca.

Jesús Caparrós sabe lo que es grabar un disco. Antes ya lo había hecho con Garob —cuyo saxofonista, Dani Juárez, colabora en dos temas con el EP de Caparrós— y Choice, pero The Red Capa es el título de un álbum de su cosecha propia.

— Ya sé que esto que voy a decir es muy típico, pero me da calambre que lo que yo he compuesto en mi habitación, en mi cama, tan casero, esté aquí, todo en este disco.

El disco

— No es convencional, hay mucha improvisación. Todo el disco está grabado en directo. No es rock al uso. Yo quería que lo escuchara mucha gente, pero creo que en el fondo me halaga que no llegue a todo el mundo. Lo que hoy llega a todos… ¿sabes? No suele haber nada de novedad. Me gusta que gente que ha comprado el disco me diga: “Esto parece música de los 70”. Me gusta porque yo quiero todo a la vez, como en los 70, ¿sabes?, ese rollo experimental. Por eso creo que el disco es elástico, no está tan encorsetado, es líquido. Hoy, ya sabes, encuentras en la música misma tonalidad, mismo tempo, y no hablemos ya de las letras. Es como si fuera una empresa que fabricara música enlatada en serie y tiene seguro que la va a vender. Incluso con la música independiente, aunque de manera más camuflada, ya siento eso cuando la escucho. En la música actual veo buenas ideas, pero no búsqueda.

Dioses en la tierra

En el cd de The Red Capa se puede leer esta inscripción lapidaria: A toda la gente que busca. Caparrós busca ese perfil de persona. Tiene una carpeta en su ordenador que se llama ‘Dioses en la tierra’, aquellas divinidades humanas que más le inspiran.

— Por ejemplo, me pongo a Spinetta, a Dylan, a George Harrison, y el arte va por un lado y vender la música por otro. Para mí, Harrison puede ser un gran modelo de inspiración. Su música es transparente

La publicidad de Spotify desbarata la calma del arpa de Mary Lattimore. Caparrós se levanta. Tras sus espaldas se ve el gran círculo de poder en telas indias. Se ha acercado al ordenador para poner un tema de Harrison: All Things Must Pass. Y vuelve a sentarse. Suena eso de Sunrise doesn’t last all morning y eso otro de It’s not always going to be this grey. A Caparrós se le nota al sentarse de nuevo esa migaja de felicidad en la cara.

— ¿Crees que los temas de The Red Capa pueden desbloquear tensiones a quienes los escuchen?

— Sí, la música tiene algo de terapéutico.

El concierto

Va terminando el tema de Harrison. Daylight is good at arriving at the right time. La música también es buena cuando llega en el momento correcto. La de The Red Capa llega a Murcia el 20 de abril.

— Ha pasado un año y la música es distinta, está actualizada por la nueva forma de mi vida y de la de Nasim López, Nico Martín y Franco Cavalleri. El concierto tendrá bastante de esa frescura que ando buscando. Habrá mucha variedad tímbrica. Están los de siempre: el bajo, la batería, la guitarra, el teclado, la voz. Pero hoy hay más efectos. Quiero dar la vuelta a los instrumentos, sacar todas sus posibilidades, ¿sabes? Buscar siempre el más allá, sí, el más allá de la música.


20 de abril: Sala 12&Medio (Murcia) 22:00h. Precio: 5 euros
21 de abril: Museo del Vino (Bullas) 22:00h. Precio: 5 euros.
22 de abril: El templo del Perro (Fortuna) 00:00. Precio: 4 euros.

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