Camilo José Cela dijo en una ocasión que se consideraba una persona que pasaba por la vida intentando hacer la puñeta a la menor cantidad de gente posible. Exactamente así es como se definiría Rubén Castillo: “no es mala definición, si lo pensamos un poco”.
Este escritor nacido en la localidad murciana de Blanca lleva casi medio siglo dedicado a la literatura en todos sus ámbitos. Columnista, crítico, articulista, bloguero, ensayista, escritor, citador de grandes clásicos…, pocas cosas más le quedan. “Me he mantenido siempre a distancia de la poesía. Es mi género tabú. He escrito poemas, pero me dice mi mujer, que sabe mucho más que yo, que son bastante más narrativos que líricos. Seguro que acierta. Tengo la incógnita de saber si en algún momento me atreveré a escribir un libro de versos. Me parece dudoso”.
Su mujer, Marta Zafrilla, quien estará estos días preparando la ropa y la cuna del bebé que está al llegar, también es escritora de obras infantiles y juveniles. Rubén nos cuenta que convivir con otra persona del mismo gremio es “la cosa más fácil del mundo”, porque a los dos les gusta lo que hace la otra persona. Se leen, se comentan, se corrigen, y, mientras tanto, son felices. “Siempre recuerdo aquella frase de Bioy Casares que dice algo así como que amar a una mujer no consiste sólo en acostarse con ella, sino en comentar el mundo con ella. Nosotros vivimos en ese ambiente”.
Rubén es profesor de Lengua Castellana y Literatura en el Instituto Vega del Táder de Molina de Segura. Imaginamos que sus alumnos no le dan mucho el follón, él se implica, le gusta escucharles y leer lo que escriben. Confiesa que después de casi más de 20 años en la docencia conserva intacto el entusiasmo que tiene por ella, aunque existan ciertas “erosiones”.
¿Te hiciste escritor por accidente o todo fue premeditado?
Me hice lector en la infancia. Piensa que soy sobrino de bibliotecaria y que pasé muchísimas horas de mi niñez entre libros. Eso marca inevitablemente. Cuando ya tuve las suficientes palabras en la cabeza comenzó el interés por contar mis propias historias. Creo que el tránsito es natural.
Los eruditos literarios de esta Región te marcan como el presente y el futuro de la narrativa murciana. ¿Cómo se lleva esa fama?
Bueno, yo agradezco esas consideraciones, pero nunca olvido que el único crítico literario que jamás se equivoca es el tiempo. Auténticos bestsellers han sido engullidos por la amnesia en cuestión de diez años; y escritores que casi pasaron inadvertidos en su tiempo (Fernando Pessoa, por ejemplo), hoy son considerados clásicos del siglo XX. Entiendo que mi única tarea consiste en escribir lo mejor que pueda, publicar aquellas obras que realmente alcancen un nivel de calidad aceptable… y luego dejar todo eso en manos del Tiempo.
“Tiempo”, con mayúscula, como si fuese la fuerza todopoderosa que regirá el destino de sus obras, de su fama, de hasta dónde llegará cada palabra que ha escrito, su “crítico literario”.
Lleva a su espalda unos cuantos libros, ha tocado todos los temas, recorrido todas las perspectivas, creado todo tipo de personajes.
¿Cómo nace una novela?
Con muchísima paciencia y con mucho tesón. Hay que estar constantemente buscándole el tono, no dejando que se escape el ritmo, manteniendo el mismo pulso. Y eso te obliga (me obliga a mí, al menos) a releer, a ir hacia adelante y hacia atrás de forma continua, retocando, ampliando, reduciendo… Escribir una novela (lo dijo Eugenio de Andrade, en otro contexto) es un oficio de paciencia.
Muchos autores creen en la dicotomía de una novela cuando, por una parte, se centra en el desarrollo de una historia, sus momentos de tensión y la evolución de los acontecimientos –el “qué pasará”-; y otros se decantan por el estudio psicológico de los personajes, un viaje intimista y reflexivo al alma humana. Como una lucha entre Dan Brown y Milan Kundera. Rubén creó un abismo en su obra, Las hogueras fosfóricas y El Globo de Hitler marcaron un antes y un después…
¿A qué se debió este cambio?
Me planteé un nuevo reto. Bucear en el alma humana está muy bien y me ha dado satisfacciones como escritor. Pero también me ha dejado algunas cicatrices. He dejado trozos de mí, camuflados, en varios de mis libros: traumas, obsesiones, flaquezas… Llega un momento en que te planteas que quieres hacer experimentos. Por ejemplo, contar una historia donde, simplemente, pasen cosas, como en el caso de El globo de Hitler o de la novela que estoy retocando ahora. Los lectores me dicen que también ahí se nota mi vena psicológica, pero yo entiendo que está mucho más atenuada.
Hablando de El Globo de Hitler, decías que jamás sentiste haber escrito una novela de verdad hasta que te documentaste para este libro y comenzaste a escribir su historia.
Sí, es cierto. Y fíjate que ya había escrito y publicado otras novelas antes. Pero tenía una extraña sensación de no haber compuesto aún una novela “gorda”, de peso, contundente. ¿Era capaz de escribir algo de 300 folios? Cuando me surgió la idea para El globo de Hitler empecé a elaborar esquemas, fichas, notas sobre los personajes, y me di cuenta de que estaba trabajando a la antigua, como un escritor clásico. Me gustó la experiencia.
Quizás una pregunta obligada y no sé si molesta para los escritores. ¿Qué autores influyen en la narrativa de Rubén Castillo? ¿Cuáles son tus inspiraciones?
Ah, no, no, molesta nunca. A mí me encanta reconocer mis deudas, porque es reconocer los amores que han atravesado mi corazón como lector. Adoro a Julio Cortázar, adoro a Jorge Luis Borges, adoro a Pablo Neruda, adoro a William Shakespeare, adoro a Antonio Muñoz Molina. Son mis monstruos sagrados, mis tótems. Ignoro si han dejado huellas estilísticas en mí. Lo que sí han dejado, seguro, es el amor por sus libros. Y yo siempre pensaré que soy más lector que escritor, hasta el día de mi muerte.
Enric Balasch, pasando por Henning Mankell, o el poeta Mario Benedetti. Rubén asombra con extensas y completas reseñas literarias en la intimidad de su blog personal. Se devora los libros y desde el punto de vista más objetivo posible diseña una certera crítica que mostrar. Rubén explica: “si alguna vez editaba alguna recopilación de mis reseñas, la titularía Librario íntimo.” El mundo de los blogs le ha permitido convertir su proyecto en un “rascacielos infinito”, al que cada semana suma una o dos reseñas.
Surge la duda de si por ser crítico, te llevas muchas críticas. Decía Luis Aragonés, tras las críticas recibidas por apartar a Raúl González de la Selección, que el problema de España es que está compuesta por 42 millones de seleccionadores.
¿Cómo se lleva ese oficio de crítico literario? ¿Te llevas muchas críticas tú también?
Todo el mundo acepta las críticas cuando son positivas, pero tuerce el gesto si osas señalar defectos en sus obras. A mí también me pasa, aunque no creo ser un escritor excesivamente vanidoso ni petulante. Como crítico me dicen que soy benevolente. No sé. La verdad es que, sabiendo lo que cuesta escribir un libro, tiendo a fijarme más en los aciertos que en los fallos. Nadie que se ponga sobre los folios o ante el teclado para escribir algo de forma honesta merece burla o desconsideración. Me gustan más los críticos literarios que los cítricos literarios.
“Soy incapaz de emocionarme con la política, la televisión, las revistas de cotilleo o el fútbol”. Es una frase tuya. ¿Cómo se sobrevive con todas esas carencias hoy en día?
(Se ríe) Yo no las veo como carencias, sino como opciones. A mí todos esos ámbitos me aburren soberanamente. Yo me siento feliz leyendo, hablando con mi mujer, jugando con mis hijos y tomando cerveza con mis amigos. Vivo en un mundo reducido y sencillo, donde no dejo que entre casi nadie. Soy levemente huraño, felizmente huraño. Y me va bien.
Rubén nos habla de sus futuros proyectos, de las novelas que están en construcción y las que probablemente salgan este año. Las editoriales siguen con atención los pasos de este escritor, en este país no se deja de leer, aunque cueste. Mezclamos conceptos, mezclamos la crisis de los lectores, la literaria, la económica, la social; el I.V.A cultural se cuela; la abundancia de escritores falsos, aquellos que se saltan la paciencia al crear una novela; y entonces, salta la pregunta, la duda eterna.
Rubén, ¿naufraga o aguanta la literatura actualmente?
La literatura es una superviviente. Siempre lo ha sido. Incluso en los campos de exterminio nazis o soviéticos, los prisioneros intentaban dejar escritos sus testimonios, a pesar de que seguramente iban a morir. Escribir es una necesidad del alma y eso la hace inmortal. Se transformará, seguro. Adquirirá nuevos modos, seguro. Pero se mantendrá a flote.
Ha sido un placer charlar contigo. Te dejamos las últimas palabras, Rubén.
Agradecerte esta entrevista, sobre todo. Aunque pueda parecer lo contrario, los escritores somos gente muy solitaria, que vivimos muchísimo más tiempo en el silencio que en la palestra. Ojalá que esas largas horas de esfuerzo sirvan para que algunos lectores encuentren en mis libros historias que les gusten. Habrá merecido la pena.
Por Alberto Sánchez de la Peña.
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