El tranvía se descolgaba por los adoquines de aquella calle tan inclinada de Lisboa. Los grafitis se acumulaban apretados en las paredes de hormigón de algún edificio viejo y abandonado. Las casas, en sí, se iban derruyendo con el paso del tiempo, pero nunca se extinguían, parecían inmortales. Un viejo cartel con luces de neón rosas te invitaba a pasar a aquel local de mala muerte donde el sexo, el sudor y el dinero arrugado hacían mella en la personalidad de aquel garito. “Lisboa, en su mayor parte, para mi es una habitación de hotel», explica Manu. «El problema de Lisboa, como el de tantas otras ciudades conocidas, es la imagen preconcebida con que se visita, a veces, distorsiona”.
De Lisboa recuerdo una ventana abierta y la lluvia volteándose a través de la cortina, los muros hoscos de un hostal donde los cuartos adyacentes eran voces que se desmoronaban como las cerraduras de una cárcel o la lluvia. Así comienza el último poema publicado en su blog, La última calle de Severa, donde Manuel Torres Nieto, poeta que ha empezado a llamar a las puertas del reconocimiento literario de esta Región, recoge gran parte de su obra poética.
Su poemario, Severa, ha cambiado tantas veces “de forma que bien podría ser varios poemarios a la vez”. Cuenta que ahora lo termina por cuarta vez y le da la sensación de que va a un Severa por año. “En cuanto a Severa…, Severa es el lugar en que sitúo mis textos desde que recuerdo, de modo que el título es meramente locativo. Hablar de Severa es hablar de mis poemas, o de lo que sea que escriba, aunque no siempre aparezca, y menos mal. Con el tiempo, noto que me voy alejando de ella”.
Manu, 23 años, natural de San Javier, y empeñado últimamente en terminar la carrera, nos cuenta que si “algo bueno tiene lo de escribir es que no se necesitan ni lugares ni momentos concretos para hacerlo. O se escribe o no se escribe, no creo que haya mucho más. Hay quien necesita estar en movimiento para hacerlo, trabajando, dándole al coco. También hay quien necesita meses de silencio. No lo sé. Yo escribo por aburrimiento. Si tengo algo mejor que hacer simplemente no escribo. El problema es encontrar algo mejor”. Manu es de esos poetas que escriben por necesidad, que definirían su poesía como un ejercicio, una forma de expresarse como lo es salir a beber o ir al cine. Termina sus respuestas siempre con un “no lo sé” o un “yo que sé”, como si después de contestar le naciera inseguridad en lo que ha dicho y con esas muletillas se desmarcara.
¿Es el poeta o son las musas quienes le dan esencia a la poesía?
Diría que la esencia se la da quienes la leen. Un poema no existe hasta que no se lee, y la doble negación no es casual. Un poeta necesita de musas para escribir, o de ciudades, o de libros, pero si luego eso no lo interpreta nadie a su manera no sirve de nada.
Manu se toma como un aliciente la cantidad de premios que ha recogido por sus poemas (CreaJoven o Poesía Breve de la Universidad de Murcia). Ya se ha enfrentado a ese público exigente que llama él en pequeños recitales de poesía, explica que siempre ha sentido mucho miedo. “Es difícil saber cómo va a reaccionar un público ante tus textos, y más un público tan exigente como lo es el de la poesía. A mi suelen temblarme las piernas si no me tomo unas cervezas o varias antes de salir al ruedo. Pero también se aprende y sobre todo se disfruta. Si no se disfruta no sirve de nada”.
Hay una pregunta que a menudo se le suele hacer a aquellos que escriben poesía, te suelen contestar con evasivas, pero nunca a si de verdad se consideran poetas o no. Sin embargo, revisando todos sus poemas publicados, nos encontramos con este curioso verso llamativo: “Los poetas son todos unos maricones”.
Esto en concreto lo escribí yendo borracho a causa de un enfado que ahora no recuerdo. Pero sí, supongo que hablaba un poco de que un poeta es un hombre que escribe poemas y poco más, lo mismo que un perro ladra y huele el culo de la gente. Un poema es un poema, y a veces los poetas se dan demasiada importancia. Que ya tienen bastante con ser hombres.
Manu admite que todo aquello que escribe –o casi todo-, con el paso del tiempo, deja de gustarle. Su poesía vaga entre el detallismo y una gran abundancia de metáforas, pero siempre realista, crudo a veces, y admirable también.
¿Qué es la poesía para ti?
Una vez le dije a un amigo que escribir un poema es como mear estando borracho. A veces se acierta y a veces no tanto. La poesía es algo que se tiene en la cabeza, que se va haciendo grande y que al final te dice que sí, que tiene que salir a ver lo que hay afuera. Yo que sé.
Por Alberto Sánchez de la Peña.
No Comments