Ray Manzarek se ha ido. Se fue con 74 años. En la clínica de Rosenheim, Alemania, desde donde plantaba cara a un cáncer hepático. Se ha ido el teclista más influyente de la historia del rock junto a John Lord de Deep Purple. Una vez me dijeron que nadie muere hasta que alguien se acuerda de él. Una tontería romántica, imagino a mis 21 años. Ray Manzarek ha dejado respirar y está muerto, dice mi lado racional. Por otra parte, Manzarek fue de ese tipo de gente que merece ser recordada para siempre. Cuando descubría a los Beatles, a los Stones y a los Who escuché también a The Doors. Me gustaba la voz de Morrison, pero cuando escuché ese órgano huí despavorido. Qué cutre, pensé. Qué manera de tirar por la borda lo que podría ser una banda tan buena.
Más tarde vi la película de Oliver Stone sobre Morrison y me enganchó el personaje. Volví a intentarlo. Con paciencia. Entonces lo entendí. Lo fácil hubiera sido que The Doors tuvieran a un bajista y que se limitasen a crear un muro sónico detrás de esa bestia llamada Jim Morrison. Pero, joder, se llamaban así por un poema de William Blake, ¿qué le iba a importar a esta gente lo fácil o lo convencional? Es prácticamente imposible escuchar a The Doors y no centrar todos tus sentidos en la voz de Mr. Mojo Risin. Pero el tipo del órgano era el que daba profundidad. Si The Doors fue una banda revolucionaria, si no se limitó a decir las cosas si no a obligarnos a sentir las cosas fue por las estructuras sonoras que dibujaba Manzarek.
Tuvieron que pasar 31 años de la muerte de Morrison para que el mundo reconociera a Manzarek. En 2002, espoleados por la película de Stone, Manzarek y Krieger iban a crear algo llamado The Doors of the 21st century. John Densmore no participó, siempre fue el más sensible con la memoria de Morrison: rechazó 15 millones de dólares para que una marca de coches utilizara Break on through (to the other side) y se negó a que este proyecto se llamara The Doors. Ian Astbury (The Cult) iba a cantar. Los que tuvieron la suerte de asistir a los conciertos de esa gira hablan de un Astbury poseído por el espíritu del Rey Lagarto. Hablan de que The Doors estaban vivos 31 años después de que Morrison se fuera. Se llegó a la conclusión de que el tipo del órgano era más importante de lo que se pensaba. El tipo del órgano Vox -no Hammond- fue quien encauzó el arte de Morrison para crear una banda de rock. Fue el quien convenció a Morrison, que había dejado la universidad para escribir poesía, de que tenía algo dentro de él que podía expresar mediante su voz. Manzarek fue el primero y el último que vio a The Doors. Dicen que la gira del siglo XXI hizo cobrar fuerza a la teoría que decía que Manzarek era más insustituible que Morrison. Quién sabe.
Lou Reed dijo hace unos años que The Doors no hubieran tenido nada que hacer en Nueva York, donde los intelectuales protegidos por Warhol les hubieran abrumado. Quizá a unos Doors sin Manzarek. Nunca a una banda que le tuviera tras el teclado. Manzarek fue, además de una de las personas que mejor conectó con el Rey Lagarto, el que aportó esa base de blues, casi jazz, que hizo tan diferentes a The Doors, tan misteriosos y oscuros. Además de un genio al teclado, Ray Manzarek era un intelectual. Incluso llegó a publicar una novela, The poet in exile, adivinen en quién estaba inspirada. Ese poso de inteligencia -que resultaba tan sublime al mezclarlo con la furia de Morrison- nace de él. Además de su talento, supo canalizar el de sus compañeros para llegar a las puertas de la percepción.
Después de 1971 siguió su carrera en solitario. Destaca su álbum de 1973, The golden scarab. Si queréis rendirle un homenaje no tenéis más que escuchar cualquiera de los seis discos que grabó con The Doors. Ninguno dura más de 50 minutos y son viajes inolvidables. Si queréis hacer un homenaje hacedlo bien. Sentaos. Apagad la luz y dadle al play.
Uno de los conciertos más importantes que dieron The Doors fue en el Hollywood Bowl, en 1968. Como siempre, estiraron las canciones, convirtiéndolas en vehículos astrales. Ritos chamánicos. Es fascinante cómo empieza When the music´s over. Manzarek desarrolla frases interminables y Morrison da vueltas alrededor. El tiburón está acechando. Después entra en trance e incendia el escenario. Morrison ya tiene a alguien que le cree estas atmósferas dondequiera que esté. Ya tiene a su lado a Manzarek, el hombre que le inspiró.
El Rey Lagarto dijo que había cosas conocidas, cosas desconocidas, y en medio estaban The Doors. Si estaban en la frontera fue, en gran medida, gracias a Ray Manzarek. Descanse en paz.
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