A Él le toca empezar este pequeño juego de teatro. En Octubre, Ella se atreve con «Medida por medida«, una adaptación de William Shakespeare ni más ni menos. Él, o sea yo, soy más de cuentos e historias simples con muñecos y otras lindezas similares. Y es que Ella es una chica rica en cultura, es periodista encima y en seguida parte a Lituania (Él no sabe situar Lituania en el mapa). Él… bueno, Él es un poco tontorrón.
Pero ninguno de los dos somos expertos en teatro, así que Él lleva ya preguntándose un ratito: ¿Cómo hablaros de «Morir en Oz» para hacerle justicia?
Os presento a Beatriz Maciá Antón:
Beatriz es la barman que ameniza las tardes a los cansados viajeros en su diminuto pero acogedor bar, situado en un pequeño cubículo en un estrecho pasillo del Teatro Circo. Detrás de Beatriz hay una pequeña radio antigua por la que suenan canciones antiguas, no sé, de los años 40.
Pero ella, no Ella, sino ella, Beatriz, no es una barman normal. Por ese bar ha pasado mucha gente con muchas historias, y Beatriz nos pregunta si queremos escuchar una de ellas, una que ocurre en la diminuta aldea de Oz, un lugar donde el tiempo pasa tan lento que al final sólo queda esperar la muerte.
Os presento a Juanma Soriano:
Juanma es el artífice de todo este cuento sobre contar cuentos. Él no sabe si Juanma fuma, ni si tiene gafas. No es vuestro problema ni el mío. Juanma es un vaso de precipitados y punto.
De la misma forma, la estación de Oz es un servilletero, y dos vasos apilados con una bandejita encima un perfecto bar. Y nuestro protagonista un simple salero que regenta una pequeña panadería, una cestita con rosquillas.
Un día, Juanma y Beatriz se conocieron:
Juntos decidieron llevarnos hasta una aldea que no debemos confundir con ese sitio donde las autopistas se hacen con baldosas amarillas porque es justo lo contrario. Nos cuentan un cuento con objetos cotidianos que vemos día a día para demostrarnos que la belleza está en todas partes si uno la mira con los ojos adecuados. Nos hablan del inexorable pasar del tiempo. De lo triste de no salir y ver el mundo, de la muerte que supone la falta absoluta de interés por explorar nuevos lugares… con unos chupitos de tequila que, por supuesto, no es tequila.
Juntos, hicieron teatro:
Juntos, nos llevaron a la estación dónde los trenes nunca paran.
Yo, o sea Él, salió enamorado de aquel pequeño rincón del Teatro Circo, preguntándose cómo lo haría para transmitiros lo que acababa de sentir.
Preguntándose para qué querría nadie hacer una estación de tren, si ningún tren iba a parar nunca en ella.
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