«Joder, es que 30 años son tela de años», pienso mientras miro a Óscar, el guitarra, que pone los ojos en blanco por decimoquinta vez consecutiva en el concierto. Probablemente ha tocado esta canción más de mil veces. Literalmente más de mil veces. Un escalofrío me recorre la nuca. Que guay para nosotros, que puto coñazo para ellos. Ahí están, El Último Ke Zierre, dando el callo una vez más. Soportando al pavo que detrás de mí les grita que «paren de una puta vez con el disco nuevo, abuelos, la gente quiere ‘Insurgente'». Joder, como si ellos no supieran que queremos ‘Insurgente’. Pero igual están un poco hasta los cojones de tocar ‘Insurgente’.
Además el disco nuevo es bastante bueno y el público parece sabérselo, así que no hay problema. O no debería haberlo, porque el pavo de detrás sigue gritándoles «abuelos». En realidad ese detalle es el que me gusta de él. Le redime. De otra forma sólo sería un capullo random. Sólo en este género musical puedes encontrar a alguien que haya pagado los 13/15 € de la entrada, se sepa todas las canciones y se dedique a insultar al grupo en los silencios entre canciones. Me ha sorprendido la edad del público. Esperaba ser el más joven, pero veo que ni de lejos. De hecho entre las primeras filas la media de edad rondará los 22 años. Imagino que tiene que ser la hostia vivir eso como grupo, seguir grabando, seguir tragando furgo pero haber trascendido la lucha y saber que te has convertido en un grupo de esos que tenemos dado en llamar «de los de siempre». De aquellos que tíos nacidos en el 91 descubren gracias a que ‘Soldadito Español’ (grabado en el 92) se sigue moviendo por ahí.
A Óscar le parecerá la hostia otros días, porque hoy a veces ni tan siquiera finge cantar los estribillos. De vez en cuando alguien se sube al escenario a cogerle el micro al Feo y cantar con él, pero rápidamente la organización lo obliga a bajar. Cuando el Feo acerca mucho el micrófono a la primera fila para que el público cante junto a él, 30 o 40 personas se agolpan en unos pocos metros cuadrados intentando ‘pillar cacho’. En general el concierto transcurre como debiera, pero hay algo extraño y que no me cuaja entre el público. Y no es solamente el hecho de que no se forme ni el más mínimo pogo porque, al fin y al cabo, tampoco son un grupo con un repertorio muy proclive. Lo que les diferencia es la calidad de sus letras así que todo el mundo quiere cantarlas. Pero hay algo que no consigo terminar de entender y que me produce una sensación extraña.
Al final el grupo toca prácticamente todo el disco nuevo, pero también caen clasicazos como ‘Camino de rosas’, ‘Tus bragas’ o ‘Quiero ser tu perro’, la versión de los Stooges. Faltan muchas que nos gustaría oír, por supuesto, pero con 14 discos de estudio (sin contar directos ni recopilaciones) eso es algo inevitable. Aún así hubiera pedido o un concierto más largo o menos canciones de ‘El Mutante del Barrio Chino’, pero tampoco es eso lo que me hace salir de allí con esa sensación aún apegada a mi estómago. Pero, pienso que, «joder, 30 años son tela de años».
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