C'Mon Murcia

¿Dónde está Antonio Vega?

Cuando Nacho mencionó la presencia espiritual del difunto vocalista por cuarta vez, empecé a sospechar que o bien estaba obsesionado, o bien estaba justificando la actuación de Nacha Pop de alguna forma. Conforme fue pasando el concierto del pasado sábado en el Teatro Circo, ninguna de las dos hipótesis consiguió parecerme descabellada. Empezó casi puntualmente, sobre las nueve y media, cuando todos vestidos de negro, menos el batería, salieron al escenario y cantaron uno de sus mayores éxitos: Vístete. Le crearon grandes expectativas a un público que, deduciendo de la edad, todavía se acordaba de los años dorados del grupo de la movida madrileña y que empezó a levantarse y a acompañar a la banda con las palmas. Haciéndose el gracioso, exclamó “¡Venís todos muy bien vestidos!”.

Pero, por mucho que el frontman de Nacha Pop asegurase desde detrás de sus gafas que adoraba Murcia, no parecía ser él quien hablaba. Tras la interpretación de Atrás, vino la primer mención a Vega, aunque esta todavía fuese sutil, refiriéndose a los “que están y los que no están”. Fue un bonito detalle que endulzó el ambiente, pero que resultó ser tan sólo la versión light del empalague que nos esperaba más tarde. Sus recordatorios llegaron a ser tan absurdos como “Antonio está delante, detrás, arriba, y ¡abajo si quiere!” y bastante molestos a la hora de seguir su función. Menos en el caso de aquella canción dedicada concretamente a su primo Antonio que decía “ilumina lo que nadie ilumina hoy” y que mencionaba explícitamente la palabra “obsesión”, ninguna otra pista tenía relación con el bombardeo conmemorativo que recibimos sentados en las butacas.

Por otro lado, los dos grandes hitos de la noche fueron más que decepcionantes: dos de las últimas canciones, que todo el mundo esperaba escuchar y disfrutar, Lucha de gigantes y La chica de ayer, fueron víctimas de una interpretación bastante mejorable. La primera, sufrió una horrible transformación, falta de estribillo incluida, aunque no fue por culpa de aquel artista murciano invitado de cuyo nombre no quiero acordarme. El pobre sólo tocaba la harmónica, pero Nacha Pop no supieron sacarle partido a la situación y nos ofrecieron una versión débil e insatisfactoria. La segunda la cantó mejor el público que Nacho, aunque tal vez eso fuese consecuencia de la groupie que lo perseguía a lo largo de todo el escenario. Supongo que en tal contexto es difícil concentrarse. Pero, cuan unos expertos en puestas en escena, los artistas se despidieron y tocaron otra más, acabando así el concierto con el público de pie, que se había levantado únicamente para cantar la canción anterior. Más tarde volverían al son de “¡Otra! ¡Otra!” para cantar dos más y presentarse, cosa que, aparentemente, se les había olvidado.

No obstante, no por ello el concierto perdió calidad en cuanto a su ejecución. El propio Nacho, quien estaba en el lugar por primera vez, denominó el Teatro Circo como “mágico” y no podía tener más razón: la iluminación era muy pertinente y la acústica muy buena. Tal vez a excepción de El sueño, el vocalista demostró que todavía queda vigor en esa voz que controló casi a la perfección en otras canciones igualmente entregadas como No me olvido. Aún así, contrarrestaron la débil ejecución vocal de la primera obra con un maravilloso solo del teclista que había estado marginado debido a las luces de la sala hasta ese momento, tan buenos como los momentos de gloria del saxofonista en Grité una noche. Ofrecieron también un medley muy logrado compuesto por las canciones Miedo al terror, Quién soy, Juego sucio, Sonrisa de ganador, Sácame y Mi humor. Y es por todas estas cosas por las que no se les puede reprochar una actuación deficiente; sin olvidar, por supuesto, el flow y los bailecitos del hombre del saxo, de los cuales no pudimos cansarnos a lo largo de las diecinueve piezas.

 

Justyna Smela

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