El viernes, en Sala Rojas, que se está convirtiendo en el local habitual de este tipo de veladas metal, pudimos divertirnos con un cartel la mar de apañado. Se compuso de dos grupos nacionales y uno continental. Desde la vega baja vinieron los geniales End of Ouroboros, y en la que ya es su casa oficial, tocaban los A Promise To The Fallen.
Y como plato fuerte los austriacos Give em Blood que están de gira por diez ciudades de toda la península. Vienen de demostrar su valía en directo por Alemania y en un mes pasarán por todos los Balcanes e incluso por Rusia. El año pasado, ya habían visitado Galicia para tocar en el Resurrection Fest. Como es ya costumbre el bolo no empezó a la hora prevista, para que llegara más gente. Al final eramos unas 60 personas en la sala.
El cuarteto End of Ouroboros puso sobre la mesa su nuevo repertorio y sonaron de maravilla: “Tsunami” o “Faceless Traitors” son algunos de los melocotonazos de los que disfrutamos el pasado viernes. Una pena que uno de sus guitarristas tocara con molestias por un accidente. Desde aquí esperamos que se recupere. Son un grupo del que estamos deseosos escuchar más material nuevo.
En veinte minutillos los A Promise To The Fallen ya estaban tocando y empezaron con recientísima “Poseidon” que suena aún mejor en directo si cabe. Luego vinieron las ya clásicas “Hypocriy Rules”, “The Skies of NY”, “Dead Behid the Eyes” y “Dossified Death”.
Para el final quedaron las brillantes “Zeus” y “Aphrodite” del EP que sacarán pronto: Mithology. Y la última fue una versión habitual en sus conciertos, el cantante de End Of Ouroboros, Alejandro, se subió a cantar con ellos y junto al público corearon “Diamond” de los Bring me the Horizon.
Pasados quince minutos para cambiar instrumentos, el grupo formado por Matthias, Markus, Daniel y David empezaron con una intro muy épica y se lanzaron a tocar su nuevo larga duración casi en orden. Y así breakdown tras breakdown sonaron “Beautiful Black Heart, “Lifeless” y “Love 2.1” y algunos de la maqueta todo esto aderezado con explosiones terroríficas.
La conexión del grupo con los que estábamos en la sala fue memorable. El cantante llegó ser sacado a volar por encima de nuestras manos y el guitarra bajó mientras tocaba al centro de la olla. Mientras, el batería estaba en su mundo, a mitad de un solo se peinaba o a mitad de canción tocaba con cuatro baquetas. Un concierto muy épico, como sus letras.
Fue un auténtico placer el trato de los austriacos y ver un grupo que gana enteros cuando están encima de un escenario.
Mario L. Amigo
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