Hoy es lunes 16 de Junio y eso sólo puede significar una cosa: quedan tres días para que juegue España. John Oliver profetizó la situación la semana pasada. El fútbol es una religión y la FIFA su iglesia: institución acusada de sobornos que obliga a países de Latinoamérica a levantar catedrales en el Amazonas al mismo tiempo que genera conflictos en Oriente Medio (Hola, Qatar). Sí, odiaré por siempre el futbol…Pero lo necesito con todas mis fuerzas. Bendito doblepensar.
Nada de esto es nuevo. Le cedemos al fútbol la importancia de lo que deberíamos ser. En España, el peor y mejor país del mundo, llevamos esa relación bipolar hasta conclusiones verdaderamente hipócritas. Me explico: las victorias de la selección son nuestras victorias pero las derrotas son exclusivas de los jugadores. Si el miércoles ganamos hemos salido de la crisis. Si perdemos nos volvemos a hundir. Durante el juego beberemos cervezas rodeados de la gente que nos hace felices. Criticaremos todas y cada una de las decisiones de los jugadores (y de paso, a nuestro gobierno; somos tan brillantes en eso, releyendo tweets, enfrentando titulares de periódicos). Nos haremos los cínicos, los pesimistas y los rencorosos. …Pero nos morderemos los labios esperando la llegada de ese pase, ese rebote que congele el aire que respiramos. Un segundo mágico. Lo deseamos con gritos y silencios. Lo necesitamos aunque sea algo pasajero.
Necesitamos creer.
Quizás me equivoco. Quizás la verdadera religión debería ser algo íntimo, una espiritualidad que no diera miedo de expresarse sin temor a causar malentendidos. Tal vez la felicidad debería de basarse en la relación entre personas y no depender de las acciones de unas hormigas correteando por un fondo verde. Sí, quizás existan posibilidades, opciones que aunque aún no hayamos encontrado no significa que no existan. Motivos para ser mejores.
No lo sé. Hoy es Lunes 16 y que eso sólo puede significar una cosa:
Tengo una boca y el miércoles quiero gritar.
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