Sin duda, una de las citas musicales del año en nuestro país es el festival Primavera Sound, celebrado en Barcelona a finales de Mayo desde hace ahora 14 años.
Para esta edición contaban con grandes nombres como cabeza de cartel (Queens of the Stone Age, Nine Inch Nails o Arcade fire) y con una programación repartida por sus 8 escenarios más que interesante (aunque tal vez no igualable a la del año anterior, en mi modesta opinión). Como es imposible dividirme cual ameba para asistir a todos los conciertos (algún día quizás lo consiga, quién sabe), en estas crónicas os contaré sobre los conciertos que ví, lo que me pareció destacable, lo que me pareció para olvidar y el cómo sobrevivir a un festival donde llueve sin necesidad de una canoa y sin perder la compostura. Vamos allá 🙂
El jueves 29 apuntaba a ser el día más grande del festival, ya que esa noche íbamos a poder disfrutar de Queens of the Stone Age y los esperadísimos (y en mi opinión, sobrevaloradísimos) Arcade Fire.
Yo llegué temprano, ya que me gusta pasear por el festival a primera hora y visitar los puestecitos de discos y camisetas; con la suerte de escuchar música en el escenario ATP y acercarme a curiosear qué era lo que allí sonaba. Así descubrí a los chilenos Föllakzoid, los cuales me atraparon enseguida con su música Krautrock, psicodélica y electrizante. Sinceramente, no había escuchado nada de ellos antes, pero gracias a temas como Pulsar o Trees (más tarde, investigando, descubriría los títulos de dichas canciones) me quedé casi abducida por el magnetismo que desprendían. Domingo, su guitarrista, no paraba de mover la cabeza a los lados al ritmo de la batería marcada por Diego, mientras el cantante y bajista, Juan Pablo, a veces pronunciaba algunas palabras que, realmente, no llegaba a entender del todo, mientras que los sintetizadores de Alfredo, el cuarto y último componente de la banda, nos hipnotizaban a todos. Personalmente, el festival apra mí no podía empezar de mejor forma.
A continuación tocaban en el escenario Heineken los americanos Real Estate, una banda a la que les tenía gana y que me decepcionaron tremendamente en directo; ya sea por ellos o por descubrir cómo se habían montado dos de los que iban a ser los escenarios fuertes del festival, el mencionado Heineken y el Sony (donde aquella misma noche iban a tocar Arcade Fire): uno frente al otro, creando un punto muerto en el centro de la ratonera que conformaban, ocupado por una enorme barra y las dos torres de sonido correspondientes a cada escenario. Tal y como caminaba para ir a ver a Real Estate, me imaginaba el caos que iba a ser aquella noche el intentar ver a QOTSA y Arcade Fire, teniendo que darte la vuelta de un escenario a otro prácticamente para ver algo. Con estas ideas en la cabeza, los chicos de Real Estate no lograron captar mi atención en aquel momento; tal vez también porque su sonido me resultó mucho más suave de lo que presentaban en sus discos (y creedme, ya de por sí me parecían suaves en ellos).
Como no conseguía centrarme en esta zona, decidí irme al escenario Vice, uno que nunca me decepciona. Allí tocaban los dublineses Girl Band, unos a los que realmente les tenía ganas desde que escuché su EP “France 98”. Un sonido limpio, sin pretensiones, ensuciado por la voz de su cantante de forma guarra y desgañitada, invitándote a saltar y hacer un pogo tempranero. Tras el chafazo de Real Estate, los dublineses me sonaron a gloria, dando otro punto positivo al marcador y equilibrando la jugada; ya tengo ganas de que vuelvan a nuestro país para disfrutar sólo de ellos en sala.
Antibalas amenizaron desde el escenario Ray-Ban las fotos que le hice a una amiga, mientras caía la tarde. Su funk neoyorkino de Brooklyn invitaba a bailar, algo que la audiencia hacía sin ningún tipo de reparos. No es que sea una gran fan de este estilo de música, pero la naturalidad de su sonido me arrancó unos pasos de baile sin tener que esforzarse mucho.
Mientras Neutral Milk Hotel comenzaban a cantarle a Jesús con su rock cristiano en el escenario ATP, yo decidí escabullirme (pueden ser muy leyenda, pero a mí el rock cristiano como que no) e intentar coger una buena posición para otra de las bandas más esperadas de esta jornada, al menos para mí: Future Islands en el escenario Pitchfork.
Reconozcámoslo: todos hemos visto este vídeo del show de David Letterman en el que Samuel T. Herring se contonea cual guiri crack bailongo y realiza rajadas a lo death metal, deseando que tu alma arda en el infierno. Si antes te gustaban, después de esto ya tienes que ser MUY FAN. Y es precisamente lo que a mí me pasaba: necesitaba descubrir si ésto era pose o era real. Y vaya si era real. Desde el minuto 0, Herring metió caña a todo el mundo, diciendo “Tenemos 45 minutos y queremos dároslo TODO”. Diez canciones, diez temazos que nos hicieron a todos vibrar con ése señor tan bajito y tan grande a la vez; deseando tal y como cerraban el concierto con “Long Flight” que volvieran a comenzar otra vez. Grandes, muy grandes; sin duda repetiré en octubre cuando vuelvan a nuestro país.
Tras los americanos, les tocaba en el mismo escenario el turno a CHVRCHES, generando una de las primeras grandes solapadas de la noche para mí, ya que coincidían con QOTSA. Sí, sé que todos los habríais marchado cual locas al escenario Heineken para ver a los segundos; pero yo sentía que iba a desfallecer (llevaba fuera de casa desde las 9 de aquella mañana), así que me compré unas patatas y me detuve para ver a los ingleses, los cuales dieron un concierto correcto, pero sin nada destacable. Bueno, sí, las súplicas de su cantante, Lauren Mayberry, para que no abandonáramos el escenario por ir a ver a QOTSA, qué cuqui ella. Pero vamos, que tampoco es que se esforzaran mucho; sinceramente yo me quedé allí porque mis patatas me tenían bien abstraída, además de unas amigas a las que me había encontrado por casualidad. Sin darnos cuenta, el concierto se había terminado sin pena ni gloria… y creyendo que aún veríamos algo de QOTSA, nos dirigimos hacia la zona del infierno, la ratonera del terror, el círculo del mal… la zona entre el Heineken y el escenario Sony.
Reconozco que no soy una gran fan de Arcade Fire. Su último disco me parece infumable, no he tenido ovarios de escucharlo entero. Pero sin embargo, los muy cabrones tienen otros temas que me atrapan, como Wake Up, Rebellion, Ready to Start o Neighborhood #3. En fin, que allí estaba yo, decepcionada porque no había visto a QOTSA (pensé que sería más largo, qué leches) y entre una marabunta de gente que te empujaban por todos lados intentanto pasar… no sé a dónde, porque NO HABÍA SITIO, JODER. Un señor con un traje de papel albal nos anunciaba que Arcade Fire iban a salir al escenario, y más empujones que recibías de la gente. Reflektor comenzaba a inhundar la zona del escenario Sony, Y MÁS EMPUJONES Y LA GENTE DE CHÁCHARA a tu alrededor. A ver, en qué quedamos, ¿quieres pasar, quieres hablar, qué coño quieres…? En resumidas cuentas, aguanté 5 tristes canciones de Arcade Fire, y me marché al escenario ATP para ver a Shellac, que vienen todos los años pero mira, sonaban de coña y se estaba mucho mejor que en aquella ratonera infernal que era la zona del escenario Sony. Eso sí, dos horazas de concierto que se marcaron Arcade Fire; bien por sus fans.
Tras Shellac, me reuní con mis amigos para ver juntos el que, sin duda alguna, fue el concierto de la noche para nosotros: Touché Amoré en el escenario Vice. Era la priemra vez que los californianos pisaban nuestro país, y la gente que allí estábamos queríamos darlo todo para que se decidieran a volver. Ellos, animados por ser el último concierto de su gira, también decidieron entregarse a nosotros con 19 temazos, uno tras otro; presentando sobre todo temas de su espectacular (a mi juicio) último trabajo, “Is Survived By”. Pogos, bodysurfing, gritos, subidas y saltos a las vallas, el casi arrancar una de ellas de cuajo… Jeremy Bolm acabó tan satisfecho de esta actuación que prometió el volver a nuestro país pronto, a tocar en sala; “Si esto es lo que hacéis en un festival, seguro que en sala podéis dar mucho más”, nos decía encantado. Y más encantados que estábamos nosotros de haber podido disfrutar de ellos, todo sea dicho.
La primera noche terminó para mí con la actuación de Metronomy, los cuales me supieron a poco. Entendedme, después de lo que habíamos vivido en el escenario Vice, el pop suavón de los ingleses no conseguía engancharme. Más si sumamos el poco entusiasmo que me genera su último trabajo, “Love Letters”, una floja continuación al fabuloso “The English Rivera”. No obstante, amenizaron mi cena con los amigos, y el fin de su concierto marcó mi hora para irme a casa tras un largo día
En resumidas cuentas: un día cargado de muchas emociones, con algunas decepciones y quejas (la masiva afluencia de gente aquel jueves había provocado mi ansiedad y la de muchos otros en la zona de escenarios grandes; por favor, NUNCA MÁS ASÍ) pero en general con un buen sabor de boca.
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