Nada más llegar me dan una acreditación de prensa con una pequeña cuerda para colgarla del pantalón, que meto en el bolsillo de atrás del vaquero y que no volveré a ver en toda la noche. Un objeto totalmente inútil sin foso de fotógrafos pero que dice mucho de la organización y del empeño y mimo que han puesto en que esto salga bien. Seventh Hell ya ha empezado y me bastan unos minutos para comprobar que son muy buenos. La cantante tiene una voz potente y melódica y el grupo se mueve con soltura por el escenario. Intentan interactuar un poco con el público pero está aún muy frío y apenas responde. Las pocas decenas de personas que han entrado prefieren charlar entre ellos y beber cerveza, aún están entrando en situación. Una lástima, porque el grupo es realmente bueno. En cierto punto se tocan un tema en español, ‘Sin tu aprobación‘, lo cual ignoro si es una tendencia que irá a más o una necesidad puntual. Dan las gracias y se marchan.
El siguiente grupo en tocar son los murcianos Maleek, que se definen en su página en bandcamp como «una de las bandas más representativas del Sureste Estatal» pese a contar con poco más de mil me gustas en su página de Facebook. Una afirmación un poco arriesgada, si queremos ser delicados y, si queremos ser más cercanos a la verdad, una flipada de cuidado. La voz del cantante suena algo baja y el público se queja, pero el técnico lo soluciona pronto. Alternan su bruta potencia con interludios melódicos y el cantante domina bastante bien su estilo, aunque sus letras me parecen bastante flojas. Desventajas de ir de cara y cantar en español. El grupo es bueno y todos los músicos que lo conforman dominan en mayor o menor medida su campo, pero el resultado no me termina de convencer.
El tercer round es para los también murcianos Darknoise, de los que debo confesar que nunca he sido fan. Los he visto varias veces en directo y simplemente no me gustan. Estoy a punto de sentirme culpable cuando me percato de que hay mucha menos gente en el interior de la sala que en el concierto anterior, por lo que me atrevo a deducir que no es una cuestión de gusto personal si no una tendencia generalizada. Su sonido me parece plano y el rollito Escobedo que lleva el cantante siempre les ha restado muchos puntos. Su tercer álbum, ‘El eco del huracán‘, suena más potente y se nota un cierto giro en la banda en un intento por alejarse de las odiosas e inevitables comparaciones con el grupo de metal alternativo más famoso de España, pero siguen sin gustarme demasiado.
Los gallegos Aphonnic, a los que ya he visto en esta misma sala teloneando a Hamlet, cogen el relevo y lo primero que destaca en comparación al resto de conciertos es que la sala está casi llena. El público conoce las canciones, las corea, las disfruta. Son muy buenos y tienen la actitud sobre el escenario de quienes lo saben. La veteranía es un grado y se les nota cómodos. El cantante, Chechu, lanza algún mensaje a la sala. Recadito para «cierto sector de la prensa» que «sigue mamando de las mismas vacas que ya no dan leche» incluido. También lanza alguna consigna algo flojita, sin demasiado calado y un poco superficial, pero tampoco va el hombre a ponerse aquí a disertar sobre el capitalismo durante media hora y alguna pega hay que rascarles. En algunos momentos se traen cierto aire a la mejor época de Skunk D.F. pero no creo que sea algo intencionado y es, además, una buena señal.
Le llega el turno a los castellanos Killus e inevitablemente lo primero en lo que cualquiera se fijaría es en que su cuidada estética y sus caras pintadas no auguran precisamente un batiburrillo de baladas de amor e introspección. Suenan duros, muy duros, y el público se lo agradece con las primeras ollas de la noche. Su sonido industrial, en el que alcanzo a oír de fondo el toque de un sintetizador que realza su estilo, es muy potente y me enamora en los primeros cortes. Se nota el nivel que tienen, son unos músicos excelentes y tienen una coreografía cuidada y escogida sobre las tablas. El bajista es puro espectáculo y el guitarra principal es buenísimo, sin desmerecer por supuesto al resto de la formación. Hay algún problema técnico y algún chasquido, pero consiguen solucionarlo. En cierto momento se sube un niño llamado José Antonio, al que ya hemos visto dándolo todo, para celebrar su cumpleaños con la canción ‘Ultrazombies‘. Un momentazo.
Cuando los veteranos madrileños Hamlet salen al escenario lo primero que me llama la atención es el cambio estético de Molly. Se ha dejado las canas. Lo segundo es que suenan fatal. Sin paliativos. Apenas se escucha la voz, por lo que reconocer Vivir es una ilusión como segundo tema de la noche es algo reservado a los acérrimos seguidores. Ellos intentan reconducir el concierto (el público se ha quedado algo frío por los problemas técnicos) pidiendo que nos agachemos ya en la tercera canción, Denuncio a Dios, pero siguen sonando muy mal. El concierto sigue sin embargo bajo estas circunstancias y sin duda alguna lo salvan ellos. Con su veteranía y con la entrega que le ponen, como si fuesen un grupo amateur y nos debiesen algo por venir a verles una vez más. Son puro espectáculo. Hay momento para las proclamas con un férreo «no es no» que precede a Muérdesela y el ya clásico ritual de Molly de subirse a la barra. El público sigue bastante flojo y sólo con el bis, que incluye Irracional y Jodido Facha, parece despertar un poco. Un concierto más para ver que para escuchar y que han salvado ellos con su actitud. Esperaba algún adelanto de su nuevo disco, Berlín, pero no ha caído.
Una noche completa y festiva para recordar que, alejado de los ambientes comerciales, la publicidad y las entrevistas en late-nights, la escena del metal español sigue viva y rugiendo por las salas.
Foto de Anatoly Hlodan
No Comments