Nada menos que un lunes por la noche se reúnen en un callejón de las afueras de Murcia un grupo no demasiado numeroso de personas que aguardan a ver a los británicos Anathema. El día quizá no sea el más indicado, pero la banda cuenta con un sinfín de seguidores en todas partes del mundo y aunque entre una cosa y otra no será su concierto más multitudinario, el caso es que un grupo musical de renombre internacional visita Murcia.
Sobre las 8:30 comenzaron los teloneros, que creo que merecieron mención aparte. Para mí, el gran placer de la noche fue conocer a un grupo sobre el que apenas me había molestado en informarme. Se presentaron con una larga introducción musical para luego decir en un intento de español: “Hola somos Astra una banda de San Diego, California”. Pues fue un placer conocerlos. Nunca había oído nada tan agradable y brillantemente cercano a los gigantes King Crimson. Esa precisamente es la movida de la que parecen mamar directamente los Astra, del rock psicodélico que antes de que ellos nacieran tenía su punto álgido en su California natal. Podríamos definirlo como un rock psicodélico y sinfónico que, pese a los años pasados, no ha olvidado las raíces jazzeras del movimiento californiano. Precisamente el estilo jazz creo que es el que mejor definiría a su batería, que no paraba de recordarme al mítico Bill Ward para mi asombro. Procuraremos estar atentos a su evolución. Media hora después de que terminen, sobre loas 9:45, da comienzo el concierto del grupo que la gente había ido a ver.
Hace tiempo que Anathema dejó de ser metal. Ellos ayudaron a forjar lo que ahora se llama Doom Metal y ahora han renegado de ese papel. De hecho, en el concierto de hoy, casi oiremos temas exclusivamente de su nueva onda, parecen no querer saber nada de su antigua época, al menos, ahora están centrados en su nuevo sonido. Anathema abandonó el metal y abrazó a The Cure, y pocas oportunidades íbamos a tener de oír algún punteo desgarrado de la guitarra de Daniel. Eso sí, tampoco oiríamos malas canciones precisamente.
El concierto dio comienzo con la pareja de canciones Untouchable, que abre el último disco, titulado Weather Systems, y que fue el que más dejaron oír. Los problemas técnicos empezaron entorpeciendo el sonido de la guitarra solista pero al cabo de unos pocos temas pudieron solucionarlo y, a partir de ahí, ningún defecto en el aspecto del sonido. Más bien al contrario, el grupo se dedicó a jugar con los efectos de sonido a los que son tan aficionados, tanto con las pedaleras de la guitarra como desde los mandos del teclado.
El concierto transcurrió a su manera, algo anodina si no vives las canciones como lo hacen sus fans, hasta llegar a Natural Disaster, para la que la banda nos pidió que sacáramos las luces de los móviles. Apenas había habido mucha interacción con el público pese a que se nos pidió a mitad de concierto que no viéramos el show a través de la pantalla de la cámara de fotos. Petición que tuvimos que desobedecer los que estábamos allí para contároslo.
Enseguida llega Flying, para la que Vincent tuvo a bien sacarse una guitarra acústica y regalarnos un punteo de guitarra española como guiño al público. Tras esta, los bises con los que se despidieron.
El setlist fue el siguiente:
Ni siquiera habrá tiempo para la genial canción Angelica, su gran tema clásico de su tercer álbum, pese a nuestra insistencia, la de un público heterogéneo pero predominantemente heavy que lo pide a gritos. “No nos queda tiempo para más, lo sentimos”, nos dice Vincent y la banda de Liverpool se baja directamente al stand de camisetas para firmar merchandising mezclándose con nosotros el público por el camino, ventajas de los concierto más íntimos.
No Comments