Al llegar al barrio Varon Bon Tysen en busca de Lydie, no podía imaginar lo que me encontraría. Es de locos, pero de aquellos absolutos locos dispuestos a cualquier locura para mantener la poca cordura que necesitaban. Había unas cuantas reglas que más me habría convenido conocer antes de llegar, pero en fin, improvisar nunca se me ha dado nada mal.
Pregunté a un señor con bigote si estaba en el barrio adecuado. «¿Bon Tysen? ¡Que le den a Bon Tysen!» me dijo, “¡Este es el Barrio del bebé bigotudo!” No preguntéis por qué, porque, para variar, todo esto se explica con otra locura.
Continué caminando y las locuras se acentuaban y hasta se acumulaban. Las mujeres, los niños, las niñas, los gatos y los perros llevaban bigote postizo. Otros bigotes eran reales, como el de la señora mayor que barría la calle, pero todos sin excepción parecían pequeños o grandes hombres bigotudos locos. Y encantadores.
Encontrar a Lydie (de ella solo sabía su edad: 5 años), era una hazaña difícil y sumamente fácil…
Si preguntas a las niñas que juegan a la comba me dicen que está sentada en la escalera comiéndose el almuerzo que su madre le ha preparado. Pero en la escalera no había nadie, solo una bolsa de color cartón que rezaba “Lidye”.
Si preguntabas al carpintero, que se preparaba para tallar una tumba diminuta, no sé, tal vez para un enano, te decía que Lydie le ayuda a tallar las piezas difíciles muchas veces y que está en la trastienda. Pero no había nadie en la trastienda.
Si preguntas a la anciana borracha del bar, te dice que está donde tiene que estar, en el infierno. Pero el camarero automáticamente te aclara que es una puñetera bruja que no sabe lo que dice, que Lydie está en la mesa cuatro tomando un batido. Pero no había nadie en la mesa cuatro, solo un batido con muchas señales de llevar demasiado tiempo servido.
Si le preguntas a la mujer del doctor, dice que Lydie está en la consulta siendo auscultada porque su madre, Camille, la ha traído de madrugada por una tos muy fuerte. Pero no hay nadie con el doctor y Camille, y su estetoscopio está apoyado en el aire, en una silla sin nadie.
Si preguntas a Camille, te dirá que Lydie es su niña pequeña. También te dirá que todo el barrio la quiere mucho porque es una niña preciosa y encantadora. Que adora los trenes, como su abuelo. Que quiere que vaya a la universidad. Que le gustan los caramelos de toffe. Que tiene el pelo negro azabache. Que siempre lleva un lazo rojo. Que le encanta el rojo.
Si le preguntas a alguien ajeno al barrio de los bigotudos, te dirán que Lydie es un bebé que murió al nacer y que esa panda de locos actúan como si estuviese viva.
Si me preguntáis a mí, os diré que yo me vuelvo con los locos y que la cordura nunca fue conmigo y no creo que lo haga nunca. Que me vuelvo con Lydie.
¿Qué preferís? ¿Creer o no creer? Seguro que también queréis venir conmigo al barrio del bebé bigotudo. Adelante, solo debéis abrir Lydie (Norma editorial), de Zidrou (autor de “El paseo de los sueños”) y Jordi Lafebre.
No Comments