“Aquí entendí que un Poema de verdad es aquel que no sabe ocultar que también es un Poeta, y que un Poeta de verdad es aquel que no sabe ocultar que también es un Poema.” Aquí lo entendí yo, en “El sueño de Visnu” (El Gaviero Ediciones, 2014) de David Meza, que es, no cabe duda, un Poeta pero también un Poema. Resulta que, aunque intente hacerlo, es incapaz de ocultar que es ambas cosas.
“El sueño de Visnu” no es un poemario. Tampoco un libro de poemas. “El sueño de Visnu” es un universo completo, un cosmos sin márgenes que no tiene fin porque sus palabras jamás se acaban. Es un pájaro, una mariposa. Es luz y oscuridad. Es un Poema de siete capítulos. Un Poema de más de quinientas páginas que se derriten y se funden en una única palabra: Poesía.
David Meza nació el mismo año que yo, el mismo año que nacieron los noventa. Aunque quizá sea más exacto decir que nació en “mil novecientos madera y tres” o en “mil novecientos violeta”. Qué más da. Lo más importante es que nació y lo de menos que fue lejos, tanto como de aquí a México y volver.
Escribió, soñó y leyó. No necesariamente en ese orden y dejó de ser joven, chico, hombre para mutar en poema, poeta, poesía. De sus alas y escamas han brotado lenguas porque sabe, a literatura cierta, que “hacen falta más personas lengua, más libros lengua, más actos lengua, más árboles lengua que al crecer toquen un cielo lleno de lenguas”. Y esas lenguas, dice una, han perpetuado en el papel algo infinitamente más doloroso que el amor “ese poco de letras como un puñado de navajas en las manos” por la literatura.
Llevo casi un mes con el Poema de Meza en la mesilla y eso viene a ser casi un mes soñando el “Sueño de Visnu”, soñando leer cada día un aliento más, un suspiro, una lágrima, un abrazo más. Y es que este Poeta-Poema es capaz de darle un vuelco al cosmos literario para dejarte sin ropa y sin respuestas pero con la total certeza de que “el mundo entero es un poema, eso bien deberíamos de saberlo”. Intento dejar a un lado sus palabras y concentrarme en las mías para escribir esto pero soy incapaz. Cada pensamiento que se me escapa corre a encontrarse con uno suyo. Yo pienso y él dice “siempre escribimos con las palabras de los otros”. Entiendo que nada más hace falta.
Aquí entendí el Poema y aquí entendí al Poeta. Sentí la poesía en cada fragmento desconocido de mi piel y borré todas mis letras con la intención de volver a escribirlas para “morir y nacer en la tinta de mis versos” tal y como hizo David Meza, que dejó de escribir poesía para convertirse en ella.
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