Agatha Ruiz de la Prada es una punk. Un espíritu moni que lleva desde los años 80 desobedeciendo las reglas de la moda a base de estrellas, flores, corazones y nubes. Agatha es un estilo con nombre propio. Atrevido, original, optimista, naïve, ecológico. Basado en la comodidad y en un intento de democratizar la moda llevándolo a todas las esferas de la vida cotidiana a través de un proceso de “agathización” del mundo. Agatha Ruiz de la Prada es un imperio. Desde gafas de sol, azulejos, edredones, artículos de papelería, hasta el traje de Chicote. Y una punk con un imperio es una gran contradicción.
Contradicción que quedó patente en la conferencia que pronunció la diseñadora en el marco del Mmod, celebrada la pasada semana, bajo el título: “La moda feliz”. La ponencia se planteó como un recorrido por los eventos más destacados de la marca durante el pasado 2013. A un ritmo vertiginoso, Agatha con una cierta ingenuidad proyectó una serie de fotografías al mismo tiempo que iba contando al público cómo era su vida. Desfiles, viajes a Chile, comidas en el mejor restaurante de Chile, su hija Cósima en una fiesta en París, más desfiles, un hotel en el que tal vez podré hospedarme en otra vida, Cósima otra vez de fiesta, Agatha recogiendo un premio, de paseo con la mujer de un embajador de cuyo país no me acuerdo, y otras actividades dignas de una socialité. Un discurso que se podría haber resumido en: “cómo molo y qué bien me lo paso”.
Ésta no fue una conferencia sobre la moda feliz, sino sobre una vida feliz. Una felicidad que tiene que ver con esa frivolidad que se le achaca a la moda, espectacular y brillante por fuera, pero vacía de discurso y contenido por dentro. Yo a la moda le pido más, a una referencia inolvidable en la historia de la moda española reciente le pedía más. Desobedecer las reglas, lema bajo el que se amparaba el festival, no es sólo un ejercicio estético ni tampoco individualista (sorprendía un uso excesivo de la primera persona del singular para hablar de una empresa que no sólo se sostiene con un nombre), es una apuesta por los procesos creativos y por la sensibilidad, porque ir a la contra no es que te sirvan un yogur al precio de un euro y maravillarte por lo barato que te parece (momento estrella de la conferencia). Mi conclusión de la charla es que a Agatha le vendría bien agathizar los yogures del Mercadona y bajar un poco de su nube-patapumchás-.
Pues eso, que tú antes molabas, y yo te admiraba en la época que iba al colegio con mi mochila de la enorme estrella amarilla y unas medias color verde pistacho. Y ahora, sólo te envidio, por la pasta y la fiestas que se pega Cósima. En cualquier caso, el resto de los mortales siempre podemos comprarnos tu sudadera de un corazón y ponernos el hit de Pharrel Williams en nuestro Spotify versión no-premium para contagiarnos de algo de ese happinnes.
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