Alv McMartin me recuerda a alguien. Estoy casi seguro. Un tipo blanquecino, pelirrojillo, que toca el piano, toca la guitarra acústica, tiene una voz agradable. Hum, me recuerda a alguien y no sé a quién. Creo que salía en una película. Sí. Salía en una película. Se llamaba Once. Él y otra muchacha compartían una preciosa historia de amor. Él tocaba la guitarra y el piano y cantaba con una voz muy agradable. Además tenía un tono de piel blanquecino, y una barba y un pelo rojizos. ¡Ya lo tengo! ¡Glen Hansard! Joder, ¿no ha sido capaz de decírmelo nadie antes?
Tengo la sensación de estar viendo un tributo. Alv mcMartin no es Glen Hansard, quizá por eso estemos un poco fríos. Su grupo está pasmado, asustado, se miran fíjamente entre sí por si fallan. No obstante tienen buen gusto. Incluso logran sacar temas acompañados de violín que recuerdan ligeramente a la mítica The Marshall Tucker Band. Un country, un folk blandito con un pianista (el mismo McMartin) que a la hora de enfundarse el traje de soul descafeinado resuelve bien, pero que cuando se cuelga la guitarra llega a sonar realmente mal, aunque advierte que lo suyo es el piano. Tras cinco largas canciones tengo suficiente y decido que es hora de beberse un vino.
Volvemos a entrar y los barbudos que hasta hace un instante estaban pidiendo cervezas en la barra se pasean por el escenario entre chillidos. No cabe ni un alma en la sala. Me cuentan que en el concierto que dieron la vez anterior en esta misma sala acabaron tocando stoner. Me cuesta creerlo. No dejan de ser tres barbas enormes, una a la batería (Guillermo Aragón) otra a la guitarra acústica solista (Sr. Marrón) y otra a la guitarra acústica rítmica (Javier Vielba). Creo que no nos damos cuenta del poder del acústico. Tocan a pelo, sin efectos ni mariconadas que maquillen el sonido. Luchan con sus instrumentos. Arizona Baby es un grupo para puristas, de los más clásicos o los más indies.
Javier Vielba, ya en la tercera canción está presentando al batería. Un acto un tanto extraño. El público pasa del baterista. Yo en mis notas tengo anotado 2 ó 10 veces al Sr. Marrón y la amalgama de sonidos que saca con su guitarra. Dice el cantante que se echa loctite en las yemas para no rajarse los dedos. El Sr. Marrón es un tipo duro. Aunque a Alv mcMartin no le da miedo. Lo tengo delante. Le está dando la espalda al grupo y eso que están reventando la sala con buenos temas de su último disco Secret Fires. Un disco que toma un cariz blusero, más terroso, más clásico. Puede verse el asentamiento en temas como Create your Own God.
Alv Mc Martin presiente que su concierto no me ha gustado y lanza sobre mí una maldición (todos saben que los pelirrojos guardan una marmita de oro por si acaso). Comienzo a sudar. Me pasan una cerveza, pero no es suficiente antídoto. A mi lado hay una pareja que forma un rompecabezas. No se separan. No puedo distinguir donde empiezan los brazos de uno y acaban los del otro. Bailan, se mecen enfermizamente. Yo solo veo la calva del apuesto caballero y a su mujer bien agarrada para que no le deje ‘marchar’. Yo hace tiempo que lo habría soltado. Su galán no para de eructar. El kebab que cenó sale de su boca y toma forma en la sala. Se introduce en mí. Me mareo, tengo arcadas, pero no voy a vomitar. No sé si es la maldición o el eructo, pero creo que estoy hechizado. Levanto la mirada y una multitud de coloridos pajarillos han salido de la barba de Javier Vielba. En sus picos llevan ramitas de laurel. Lo tomo como un símbolo de perdón y absuelvo de su pecado al flatulento caballero.
Los pajarillos revolotean por toda la sala. Escuchan las voces del público y corriendo se lo chivan a los músicos. Pero en una de esas ellos se estremecen. El kebab se dirige con paso firme hacia el escenario. Ellos no pueden hacer nada por evitarlo y, al igual que yo, son poseídos por los efluvios del caballero. Javier intenta decir algo, pero no puede. Su barba ha tomado el control. Le dicta que pare de tocar y suelta un discurso que hace años, desde que una cuchilla no se le acerca, quiere hacer: “Queremos compartir la música con vosotros. Con toda la arizonia que hay hoy reunida aquí, porque somos grandes melómanos. Y os instamos a que les digáis a vuestros amigos que vayan a conciertos y no a festivales de paseo. Y eso que a mí también me gusta hacer el imbécil en ellos. Pero hay que apoyar la música en las salas.” Esto es más o menos lo que, entre pelo y pelo, pude entender.
Estamos en un punto de irreverencia total. Estos country guys se han atrevido a tocar un tema psicodélico de aquella manera. Sus barbas se han comido a los pajarillos que antes guardaban en su seno. Y por si fuera poco están haciendo una versión de “Sixteen Tons”, clásico folk de la lucha trabajadora. Dice la barba de Javier que ellos “son feos, pero que hoy se sienten sexies”. Tunantes, las barbas seducen a los vellos de las más bellas de la sala.
Llegamos al momento previo a los bises. La popular cosa india de hacer ruido que acompaña al sitar suena en este final de concierto en el que enfilan el tema “Real Lies”. Ellos, en un tema que podría haber sido un perfecto colofón final, abandonan el escenario. La cosa de hacer ruido sigue sonando (para los eruditos la tampura). Los pajarillos que consiguieron zafarse de las hambrientas barbas, sufren espasmos. Están reanimándose. Las barbas no pueden permitirlo y corriendo salen para dar la estocada final a los animalillos. El kebab sale de sus cuerpos y del mío. Se puede ver la masacre. Muerta la fantasía vuelven a sus temas clásicos, pero no sorprenden a nadie. Creo que es el primer concierto en el que la aclamación a un nuevo trabajo es tan o más grande que al canon de Pachelbel. Arizona Baby se ha cagado en la consigna: “no queremos cosas nuevas”. Luego se prueban con lo que ellos llaman un flamenco. Dos notas abiertas y poco más, un postureo que al público le basta. El kebab, por su parte, ha vuelto al interior del caballero. Yo he dejado de sudar. La mujer se ha soltado. Alv McMartin ya mira al escenario y Arizona Baby cierra un conciertazo volviendo a los orígenes de su música, un country al más puro estilo Johnny Cash.
Aún no los he visto con Los Coronas, pero me cuesta creer que puedan hacer un concierto mejor. Buen sonido, buen ambiente y buenos principios. Arizona Baby es sexy.
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