Finales de la década de los 70: las tiras de flores ya no son visibles en la frente de las chicas, los pantalones de campana desaparecen en beneficio de los pitillo, la pana queda obsoleta y los tonos tierra dejan espacio para el flúor cegador. El movimiento hippie ya no es la moda predominante, los sentimientos de paz y amor quedan cegados por Donna Summer y su Bad Girls. Ese momento convulso de la historia en el que el pacifismo cansa a los que ya lo han vivido y aún quedan unos años para que las nuevas generaciones puedan apreciarlo. Ese día de 1979 en el que estrenó Hair.
Hair (1979) es la adaptación cinematográfica del musical homónimo representado en 1967 en Broadway. Esta versión, creada 12 años después en la gran pantalla, es una oda al movimiento pacifista en Estados Unidos, a la libertad sexual, al consumo de drogas y a la Guerra de Vietnam. En plenos años 60, Claude Bukowski (John Savage) viaja a Nueva York para alistarse en el ejército y así servir a su país, pero cuando llega conoce a un grupo de chicos que hacen que se replantee su forma de entender la vida. Gracias a esos desconocidos descubre el sentido del amor y la amistad, desestabilizando los planteamientos preseleccionados sobre lo que se debe o no debe hacer.
En el momento de su estreno pasó totalmente desapercibida, manchada por la etiqueta que sigue afectando al género a día de hoy. Los musicales se encuentran a la par que el cine gore de serie B en desprecio por parte del público —soy fiel a las causas perdidas como Peeta Mellark y Neville Longbottom—. Pero, aún así, siempre consigue fidelizar a un público amante del buen cine.
Dirigida por el oscarizado Milos Forman — Alguien voló sobre el nido del cuco, El escándalo de Larry Flynt— , se caracteriza por darle esa calidad humana a los personajes, sentimientos que siempre refleja en forma de comedia fina en la que nunca juzga a sus protagonistas. Lo más destacado de su trabajo en Hair es ese cine de tinte social, definido por ser la segunda película del checo en EE.UU. antes de embarcarse en proyectos más ambiciosos al estilo Hollywood como puede ser Amadeus o Los fantasmas de Goya.
En el reparto se encuentra el mencionado John Savage, más conocido por sus papeles en películas de acción y en televisión, personajes bastante apartados del perfil de esta película. Pero el elemento — porque no puede ser llamado de otra forma — que destaca sobre el resto es la presencia de Treat Williams. El padre adorable de Everwood roba cada una de las escenas de la película, donde aparece como un torbellino con un encanto que hace sonrojar hasta a Beverly D’Angelo —en serio, es casi tan sexual como Jonathan Rhys Meyers haciendo… Cualquier cosa—.
Al final, por encima de todo, el verdadero protagonista es la música. Hay cosas que solo se comprenden si se dicen cantando, donde la letra no es más importante que el mensaje que transmite y Hair ha transmitido mucho. Aquarius o Let the Sunshine son canciones mundialmente conocidas y que tienen su origen en esta obra. Porque, al final, lo importante es dejar un legado lo suficientemente fuerte para que recalque en las generaciones futuras.
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