En mi cabeza siempre está sonando alguna canción. Siempre. No me refiero a que se te haya quedado colgado el estribillo de la canción que acabas de escuchar. Me refiero a eso de estar escuchando música constantemente, aunque a tu alrededor solo exista el silencio. A veces, pregunto a la gente qué canción están escuchando y casi siempre me responden que eso no les pasa. Qué aburrimiento. Pienso (y sigo escuchando).
Mientras escribo, resuena en mi cabeza Los amantes y la paz (que era una de mis canciones favoritas en 2008) aunque en Spotify se esté reproduciendo el disco La moneda en el aire. Hablo de La habitación roja.
Recuerdo que empecé a escucharlos cuando iba al instituto, supongo que me lo recomendaría algún chico guapo y, claro, El amor y otros monstruos ya iban haciendo de las suyas. En aquel tiempo yo me creía eso de que no hay nadie en este mundo como tú y lo único que quería era que alguien me dijera he contado tus pestañas. Pero los años me han hecho un poquito escéptica y aquellas letras dejaron de cobrar sentido para mí porque si tú y yo éramos indestructibles (pretérito imperfecto), ¿qué más daba ya?
Reconozco que llevaba un par de años sin escuchar en serio a este grupo y cuando vi que tocaban el primer fin de semana del Microsonidos, no lo pensé, llamé a mi amiga I (que está haciendo su tesis sobre la nostalgia) y le dije: “volvamos a ser adolescentes que escuchan La habitación Roja y sufren por amor”.
Se trata de un grupazo. La gente lo sabe y por eso cuelgan el sold out en el primero de los dos conciertos que ofrecen en la Sala 12&Medio; por eso está prácticamente lleno el domingo. Suenan como tiene que sonar un grupo que lleva veinte años haciendo música: bestiales. Disfruto, aunque ya no me sepa todas las canciones y disfrutan los que están a mi lado. Me fijo en una niña de unos siete años que hay cerca del escenario. Está muy seria pero canta todo el rato y me pregunto qué significará para ella una “magnífica desolación”. Ay. El tiempo. Seguro que aún cree que “es infinito”.
Presentan La moneda al aire el disco que publicaron el pasado año y lo hacen con pasión y maestría. Les gusta lo que hacen y no tienen problemas a la hora de trasmitirlo. Pero saben que sus seguidores llevan años ahí y quieren volver, aunque sólo sea por unos minutos, a la Edad de Oro, por eso no dejan de repasar canciones míticas de su carrera. A cambio, Jorge Martí (el vocalista) nos pide algo difícil: que seamos románticos. Los últimos románticos. Y creo que lo consiguen hasta con los más cínicos porque salimos de allí convertidos a una religión que ya dábamos por obsoleta.
Si no puede la música, ¿quién podrá?
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<3