Los libros me han regalado una infinidad de historias, palabras y experiencias, pero en los últimos años me han brindado, sobre todo, la oportunidad de conocer a personas que son, en sí mismas, literatura. Ese, sin duda, ha sido uno de los mejores regalos que he podido recibir nunca. Y aunque yo quería regalaros hoy un libro, me di cuenta de que acercaros a las personas que me han hecho seguir creyendo en la literatura me hacía muchísima más ilusión. Así que aquí tenéis a algunos de los escritores, editores, periodistas y, sobre todo, lectores que han pasado por aquí alguna vez y que hacen que la literatura siga viva. Son ellos los que os regalan, no sólo sus palabras, sino los libros que más quieren. Y no se me ocurre nada más bonito para regalaros hoy.
Gracias a ellos por escribir. Gracias a vosotros por leer. Porque sin los pronombres, la literatura dejaría de existir.
Alberto Olmos, escritor y crítico literario en malherido.com. Su última novela: Alabanza (Random House, 2014)
Poesía completa, de César Vallejo. Leí este volumen, editado por Alianza, a mis dieciocho años, edad a la que era fácil salir impresionado de un libro, pero uno no hubiera previsto que tanto. De unos primeros poemas algo arcaicos, se pasaba a un galimatías adictivo, que desembocaba finalmente en la pureza absoluta de un decir honesto y hondo. Me sé decenas de versos, frases o metáforas de Vallejo de memoria.
Sergio del Molino, escritor. Lo que a nadie le importa (Random House, 2014) es su última novela publicada
Mi libro es Judíos errantes, de Joseph Roth. Es una obra menor pero intensísima del autor de la marcha radewsky. Me emociona mucho la evocación de una cultura europea a punto de ser aniquilada por los nazis. Roth inventa aquí el nuevo periodismo 30 años antes. Una crónica eficaz y desgarradora.
Vega Cerezo, poeta. Yo soy un país (Raspabook, 2013) es su poemario más reciente
Recuerdo dos libros con especial emoción. El primero es Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. Aún conservo la edición en casa. Fue el primer libro que leí compartiéndolo con alguien: mi abuela Encarna. Yo le leía a ella para practicar mi lectura. Y también fue el último que compartí con ella porque a los pocos meses falleció. Su pérdida fue la primera que experimentaba de alguien cercano a mí. Yo era muy pequeña, tendría 7 u 8 años y Platero y yo va unido a su memoria para mi de manera imborrable. El segundo es Tom Sawyer de Mark Twain. Jugaba con mi hermano Antonio en invierno, en la playa a ser Tom y Huck reviviendo las aventuras que leía en el libro. La playa donde jugábamos ya no existe, ahora es un puerto deportivo pero puedo ver perfectamente en mi memoria nuestra imagen jugando horas y horas en la playa a Tom y Huck.
Juan Soto Ivars, escritor y periodista. Acaba de publicar el libro infantil ¡Prohibida la ducha! (Siruela, 2015)
El libro es Hambre, de Knut Hamsun. Fue el libro que me animó a escribir a mí. Me fascinó su ritmo, su sencillez y sus metáforas. Más tarde, fui leyendo todas las obras de Hamsun y descubrí que mi escritor favorito fue autodidacta y siempre se sintió inculto. Por eso su voz es tan honesta y tan original.
Beatriz Miralles, poeta y editora de ad minimum
Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. Un libro abierto y discontinuo, un absoluto work in progress que Pessoa dejó escrito como a la sombra de sí mismo, como para mostrar que a través de la escritura el sujeto se desgarra y multiplica hasta ser muchos: Vicente Guedes, Bernardo Soares, Fernando Pessoa. Distinto e idéntico, siempre el mismo y siempre diferente en cada una de sus ediciones, el Libro del desasosiego no es pero al mismo tiempo es dietario y ensayo, poesía y relato. Uno de esos libros que llegan y resultan aparecer en el momento justo para convertirse en una parte de nosotros mismos.
José Óscar López, profesor y autor de Llegada a las islas (Baile del sol, 2014)
Crimen y castigo de Dostoievski. Me hizo descubrir, como La metamorfosis de Kafka o El extranjero de Camus, que eso de la literatura suponía un viaje fundamental, un barco que zarpa con cada libro que se abre y que uno ya no quiere abandonar nunca. Los tres, precisamente, agotan su argumento externo en las primeras páginas para abrirse, desde allí, al viaje sin fin y fascinante, pero también terrible, de la conciencia de(l) ser humano.
Antonio Fernández Jiménez, periodista y ganador del certamen de relato Creajoven 2014
Como un conjuro rural, la novela corta Viejas historias de Castilla la Vieja de Miguel Delibes siempre resucita el poso memorístico de mi infancia. Releerla me lleva al campo y al pueblo donde he vivido siempre, pero también me hace saborear una vida que nunca viví y oír unas historias que jamás me contaron y que sin embargo parecen tan mías como las del protagonista que rememora su niñez cuando regresa a su pueblo natal después de casi cincuenta años de ausencia y se topa con ese micro-mundo castellano, donde, años después, “solo los hombres habían mudado, pero lo esencial permanecía”.
Jordi Carrión, escritor y crítico literario. Los turistas (Galaxia Gutenberg, 2015) es su última novela
Un libro que he regalalo muchas veces es Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro, porque creo que es muy brillante el modo en que combina ciencia ficción y emoción. Encarnar los conflictos morales de la ciencia y la tecnología, como haría mucho tiempo después Black Mirror.
Miguel Ángel Hernández, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia y escritor de la novela Intento de escapada (Anagrama, 2013)
La invención de la soledad fue uno de los primeros libros que leí de Paul Auster. Cayó en mis manos durante la enfermedad de mi padre y sentí que me hablaba directamente a mí. Allí Auster escribe sobre la memoria de su padre, sobre la necesidad de contar historias para salvar la vida y sobre la importancia de dejar constancia de lo que hemos amado antes de que todo desaparezca para siempre. Es un libro bello y triste. Pero también cargado de esperanza. Y sobre todo de literatura.
Paco López Mengual, escritor, mercero y coeditor de La fea burguesía. Autor de La memoria del barro (La fea Burguesía, 2014)
Cuando leí Soldados de Salamina de Javier Cercas, yo aún no escribía. Recuerdo que comencé a leerla una noche de verano, en la casa de la playa, y que me acosté con la novela a medio leer. Al día siguiente, a las siete de la mañana, ya estaba de nuevo en el porche con el libro en las manos. Cuando llegué a la última página y cerré el libro, me dije: este cabrón de Javier Cercas ha escrito la novela que a mí me hubiese gustado escribir.
David Cano, periodista y director de la sección literaria de Revista Magma
Entré en el mundo de Jonathan Franzen con Libertad, y creo que salí siendo un lector, un escritor, y un humano pensante diferente. Entendí, entonces, por qué había tardado 10 años en escribirlo. En pocas ocasiones he visto un retrato tan minucioso de una sociedad (en este caso la norteamericana). En Libertad, aprendes a odiar a Patty, a entender que no se puede confiar en nadie en este mundo tan ególatra. No lo pienses, Franzen es ‘The great white hope’, y a los que nos cambió la vida nos tiene en ascuas esperando su siguiente novela.
Javier Castro, coeditor de Micromegas y creador de la Fundación Newcastle
De Azorín tengo 152 libros de los que 110 son primeras ediciones. Es uno de estos preciosos volúmenes en los que además del texto se lee el tiempo el que quiero destacar: Los pueblos editado en 1905. Alcobas, zaguanes, la canción lejana de una ronda de mozos, un huerto donde maduran los membrillos, la noche silenciosa… Un mundo que ya sólo existe en esas páginas fuertes y olorosas.
Basilio Pujante, profesor y cofundador del Colectivo Iletrados
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Hay discos o libros que te recuerdan épocas o ciudades. A mí, Los detectives salvajes siempre me recordará Barcelona, la ciudad en la que la leí, que aparece en la novela y en la que Bolaño pasó parte de sus últimas décadas de vida. Tras años de lecturas de clásicos en la carrera, leer este libro fue un golpe de modernidad que me llevaba directamente a la narrativa del XXI. Una novela polifónica, que sigue a Arturo Belano y a Ulises Lima a través de las décadas y los países y cuyo recuerdo me acompaña desde que la leí en aquel otoño barcelonés.
Cristina Morano, poeta y diseñadora gráfica. Su último poemario: Cambio climático (Bartleby editores, 2014)
Elfriede Jelineck es una de mis escritoras favoritas. Su estilo hipercivilizado esconde una crítica salvaje a la cultura y sobre todo a los estamentos rancios del estado. Si tuviera que elegir una obra suya elegiría, sin duda, Los excluidos.
José Alcaraz, poeta y editor de Balduque. Acaba de publicar Un sí a nada (ad minimum, 2015)
Podría citar varios libros, aunque esta vez pienso en Asesinato en la oscuridad, de Margaret Atwood. Lo leí publicado en Ediciones B con una muy buena traducción de María Antonia Menini. Fue poco antes de que le dieran el Príncipe de Asturias y el libro lo regalaban por la compra de otro que ni recuerdo. Desde la primera ojeada en la librería me impactó la mirada inteligente de la autora, muy inteligente. Una sucesión de relatos cortos y prosa poética realmente sutil y divertida. Desde entonces no sólo entiendo mejor el mundo, como no podía ser de otra forma tratándose de buena literatura, sino también a las mujeres.
Javier Moreno, escritor. 2020 es su última novela
Es difícil decantarse por un solo libro, pero si tuviera que hacerlo diría que, por diversos motivos, no todos conscientes, elegiría Escuela de Mandarines, de Miguel Espinosa. Escuela de Mandarines es una novela de una autoexigencia encomiable, casi titánica, una de esas novelas concebidas por héroes solitarios que se adentran en un territorio desconocido, vedado a los que merodean en torno a la convención y el terreno roturado. Miguel Espinosa es un idiota en el sentido etimológico de la palabra (un ser apartado que mira el mundo a través de una mirilla ubicada en un lugar inconcebible), y a mí me fascinan los idiotas. Confieso que siempre quise ser uno de ellos.
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