Recojo un papel que hay apilado en un mueble del pasillo junto a la programación del Teatro Circo. Como llego tarde, leo por encima: “Els Amics de les Arts. Murcia 13/2/2015. Teatro Circo (+ Roi Nu)…”. Hay varias firmas, entre ellas la de un supuesto Bob Marley. Voy pegada de tiempo la comprensión lectora no me funciona y no termino de entender qué es el dichoso papelito. May dice que es un contrato. El de ella está firmado por Madonna, me trae otro en el que Ringo Starr ha dejado su huella. En el de las chicas de delante, Joaquín Sabina.
Apagan las luces y, por un momento, me sorprende el silencio. Por un momento me he olvidado de que el primer concierto lo ofrece Roi Nu, que es el nombre artístico de Pablo Matías Hernández. Es la segunda vez que lo veo en directo, la primera vez fue en la sala REM durante el C’mon Fest, donde también era el encargado de abrir la velada. La diferencia entre un momento y otro es el silencio. Hay silencios que pueden ser violentos, o incómodos como diría Mia Wallace en Pulp Fiction. Pero este no es así, o no lo parece desde la butaca. Este tímido silencio le favorece y hace que «Behind th eyes» suene aún más dulce y melancólica de lo que parece.
Además del silencio, en las tablas hay muchos instrumentos cuyos puestos están vacíos. Roi Nu está frente a las butacas, cuanto más aproximado al público junto a su guitarra y un montón de pedales. A su lado, hay un chico de melena morena. Se trata de Álex Juárez y es el ganador de la categoría cantautor del Creajoven 2014. Roi Nu ha querido que le acompañase esta noche. Lo cierto es que parece que llevasen tocando juntos bastante tiempo, pero ha confesado que es la primera vez que se suben a un escenario juntos. Entre canción y canción, mientras beben agua y cambian las guitarras se oye un murmullo de risas sobre el silencio. “Nos hemos subido al escenario sin repertorio” dice al fin. Juárez se ausenta un momento mientras Roi Nu afina un poco el instrumento. Y cuando vuelve empieza One of those days, una canción dotada por un vídeo que se desarrolla en las carreteras y en la montaña nevada en algún lugar del norte… ¿Suecia tal vez?
Entre Up to you y Better times se ha consolidado una atmósfera. Nos hemos dado cuenta de que Álex Juárez va descalzo. Y es el momento en el que Roi Nu le invita a tocar una de sus canciones: El Viaje. Un tema desgarrado y con aires de un oscuro folk. Tras esto, se acercan al borde del escenario y hacen una especie de acústico sin micros. Se encienden las luces del patio de butacas. El público se concentra en las primeras filas y en el centro. El teatro apenas se ha llenado, así que antes de tocar los tres últimos temas, Pablo pide al público que como estamos en familia después del concierto le de su opinión.
Dos de ellas son Love like a tsunami y Room for dust. Un tema, dice, inédito porque no pertenece al EP de Stockholm ni tiene vídeo en Youtube… y del que comenta que “cuando nos vamos no dejamos nada, solo habitaciones vacías para el polvo”. Mentiría si dijese que no he metido a Roi Nu en la misma lista de reproducción que Bon Iver o Damien Rice.
Los puestos que veíamos vacíos al principio se ocupan. En total siete músicos, Els Amics de les Arts. Llevan ya 10 años trabajando juntos y ahora presentan su nuevo disco, Només d’entrar hi ha sempre el dinosaure en una nueva gira, que les ha llevado aún más al sur del sur, por donde nunca habían pasado. En definitiva, es la primera vez que tocan en Murcia. Por eso nos han dado un contrato, algo que hacían en sus comienzos, con lo que artistas y público se comprometían a pasarlo bien juntos, a enseñar y aprender un poquito de catalán con sus canciones y a “no tirar objetos contundentes contra el bajista”. Además nos aseguran que vamos a salir más felices de lo que hemos entrado: “pensábais que era por las canciones, pero es por el moscatel” dice Ferran, el bajista. Entonces, saca dos porrones de licor, uno es de moscatel y otro de mistela. Añade, “son lo mismo”, hace la cata y Eduard Costa lo pasa por el público.
Tocan Miracles de su disco anterior, Espècies per catalogar (2012), transmiten muy buen rollo al público y consiguen que se arranquen con palmas. Ramón, el batería anima desde atrás levantando las baquetas. Pero es la divertida Armangol, del Bed and Breakfast (2010), la que nos arranca a bailar. Un chico, de un par de filas delante de las nuestras, se la sabe entera. De hecho, creo que va por delante de los artistas. Dani (teclados) se ha dado cuenta, sonríe y parece que toca para él esperando que continúe el infiltrado.
“Este teatro es maravilloso, uno de los teatros más bonitos en los que hemos estado” dice uno de ellos, no sé si lo dice Dani o Joan Enric. Eso me recuerda que ellos han llenado el Palau de la Música de Barcelona, pero el Teatro Circo no tiene tampoco mucho que envidiar porque es uno de los mejores sitios de Murcia. Entonces, vuelven a hablar sobre el contrato, donde pone que se comprometen a enseñarnos alguna palabra de catalán, aunque dicen que se parece mucho. Pero cuando dicen “¡Venga, que el catalán no es chino!”, estallan las risas. Esto sirve para presentar Louisiana o les camps de cotó, un precioso tema que nos regalaban traducido en castellano en el reverso del contrato. Si acaba así más de uno podría tomarles la palabra:
Diu que un dia hi hem d’anar, que l’avisem amb temps, però que té llits de sobres
(Dice que un día tenemos que ir que que lo avisemos con tiempo pero que tiene camas de sobra)
Deciden tocar un acústico también, se acercan al borde del escenario. Y al ver que somos poquitos, quieren que nos acerquemos hacia ellos. La historia que nos van a contar, cuenta Ferran, va sobre una pareja del metro, de un chico que le canta a una chica que siempre se sube en la misma parada. Y que al final, pasa lo de siempre, que “La merda se’ns menja”.
Todavía con el moscatel en ruta por el patio de butacas, el espectáculo de los Amics está llegando a su fin, el público se ha levantado de las butacas. Suena Jean Luc, uno de los numerosos homenajes cinemátográficos que realiza la banda con sus canciones (sepan que no se libra ni Bruce Willis, o su doblador), y 5-3-3. Es una jugada estratégica, como las que utilizan en fútbol. El público está de pie, bailando y haciendo palmas, y entonces llega el momento: se tienen que ir. Para salir otra vez como manda la tradición en todo concierto que se precie. Explican el truco, que es irse y volver a salir al escenario cuando el público aplauda. “Seremos muy convincentes” dicen, a lo que otro contesta “Yo un día me lo creí”.
Así que se despiden con el tema Preferiria no fer-ho de Només d’entrar hi ha sempre un dinosaure, pero entran, salen de nuevo, aplaudimos. Aunque el tema anterior fuese una delicia, no podían dejar el tono tan decaído, así que la festiva Tren transsiberià hace que nos vayamos todos arriba de nuevo. Se han devuelto los porrones al escenario, y todo el mundo baila. Sin duda, esta original mezcla de música, arte, cine, humor y moscatel hacen que salgamos del teatro más felices de lo que hemos entrado. Así que como cantan en El Matrimoni Arnolfini: tornar sempre es la millor part de l’aventura… Ya sabéis, amics.
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