Ahí estamos, cuatro culos sentados en un sofá de tres plazas, lo hemos conseguido, fíjate bien, la mesita al lado, de lujo, el vaso que hace las funciones de cenicero, la madera cubierta de periódicos para las latas, tiradas de precio, empapadas en sudor helado, pero venga dale repiten los culos, mientras las palomitas vuelcan, tú dale, y entre el agujero entre dos culos sale una mano y de esa mano un objeto alargado de metal cromado, calentado por el espacio cerrado en el que se encontraba oculto como un refugiado de guerra, dale, y la mano le da, le da dos veces, le da tres, no va, qué dices, que no va, se hace el silencio, los culos se impacientan, entre dos culos salen dos manos que inician la carrera por descubrir el funcionamiento del objeto, se avecina catástrofe, los culos casi pueden verlo, el objeto se escurre de forma esquiva entre los dedos empapados por las latas sudadas, los culos se encogen, sienten los teléfonos móviles de sus compañeros en sus caderas, sus carteras, sus llaves, pero les da igual, se aprietan aún más entre ellos, sufren porque el objeto no funciona, ta´ roto, pero los culos cargan de nuevo, no desisten, el objeto es disputado ahora por seis manos ( un culo permanece ajeno a todo; ha encontrado la postura perfecta en la esquina del sofá y se agarra a ella con uñas y dientes) la mesa cruje, el sofá se hunde, el cenicero se cae, cago en la leche, las latas conocen el suelo, estaos quietos, las latas conocen la alfombra, ya está bien, pero la lucha persiste hasta que por fin el mando reacciona, se activa sin avisar, como se fue volvió y el Smart TV se enciende, descubriendo la pantalla, la imagen, la nuca sudorosa de La Roca luchando contra la calva morena de un Vin Diesel regado por lubricante de motor, sus manos debatiéndose, plano contra plano, piel contra piel, rápidos y furiosos, y el silencio se hace, los culos se comprimen, cuatro culos en un sofá de tres plazas, quietos, felices, mirando a su alrededor. Oro de maíz, zumo de cebada, pasión por El Cine de Hombres. Oh, sí, piensan los culos deleitándose en su regocijo, hipnotizados por el televisor.
¿Qué más se puede pedir?
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