Hace un par de noches vi un spot en TV del film «En el Ojo de la Tormenta». Ya tenía pensado ir al cine a disfrutar de sus huracanes, tornados, vientos y fenómenos metereologicos diversos, pero en ese spot vi a una de las actrices de la película: Sarah Wayne Callies. Sara, mi querida Dra. Tancredi.
Es solo un ejemplo de la gran admiracion que siento por «Prison Break». Ver a Sucre en «Transformers» o a Alexander Mahone en «El Caballero Oscuro» siempre supone recordar una gran serie que vivió dos etapas:
La primera de ellas va desde su inigualable inicio, pasando por una sobresaliente primera temporada, y terminando en el capítulo Dulce Caroline cerca del final de la segunda temporada. Ahí debió acabar todo, indulto presidencial para los hermanos y una serie corta pero enorme, llena de inesperados giros de guión, de personajes memorables, de subtramas con muchos alicientes… Pero una mala decisión lo cambió todo: en vez de un indulto, dimisión de la Presidenta.
Esto dio lugar a la segunda etapa: un desenlace forzado y carente de cierto sentido común para la segunda temporada, que da pie a la tercera donde se intenta volver a la experiencia original cambiando de prisión. Después una cuarta temporada alejada de la premisa original que desemboca en un film que pone punto y final a todo el entramado.
Yo admiro ambas etapas. Reconozco que puede haber gente que la segunda parte de la serie la considere un fallo estrepitoso, y no les quito su parte de razón, pero «Prison Break» tiene una fuerte identidad, sabe como sorprender con personajes que no son lo que parecen, giros en las tramas, secretos revelados… Todos los ingredientes para desear ver un capítulo tras otro.
Y por supuesto sus personajes, a la mayoría de los cuales acabas por admirar, por cogerles cariño a la vez que encasillan a sus intérpretes. Por eso, cuando vea «En el Ojo de la Tormenta», será imposible ver a Sarah Wayne Callies sin pensar en que fue (y es) mi querida Dra. Tancredi. Es la condena de «Prison Break».
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