Termina la fiebre de los Oscar. Días a contrareloj en los que intentas ver la lista de todas las nominadas a los premios, horas en las que decides que vas a pasar de ver los documentales y esa película extranjera que tiene pocas posibilidades de ganar y que te da algo de pereza —ganó Ida y os lo merecéis, perezosos de mierda—. Pero todos sabemos que lo que más te ha importado este año es saber cómo iba a acabar la pelea entre los dos titanes: Birdman y Boyhood.
Al principio ibas muy fuerte con El gran hotel Budapest. La amas. Fuiste dos veces al cine aprovechando que estaba a 2.90 y te dió un empujoncito para terminar de ver toda la filmografía de Wes Anderson. Pero de eso hace ya algunos meses y el efecto fangirl se ha ido apagando —como cuando no recuerdas lo mucho que te flipa Sherlock hasta que no saca otra temporada—.
The Imitation Game y La teoría del todo pasaron por tu vida sin pena ni gloria, las dos apuestas británicas del año que, como siempre, no arriesgan lo suficiente. Selma ha sido la que más te ha costado ver, pero al final te ha acabado conmoviendo; sentimiento que te dura un tiempo, pero que con el paso de los días termina posando el mismo efecto que sus compañeras anglosajonas. Le sigue Clint Eastwood y su sentimiento patriótico/republicano con El francotirador que, seamos sinceros, no te importa mucho, pero al menos tiene chicha para debatir.
Boywood tiene ese eco lejano de película estrenada en septiembre. Vienes demasiado relajado de las vacaciones y Ethan Hawke te cae bien —aunque esto último dura todo el año—. Piensas en su significado, en la experiencia ¡Doce años! La vida de un niño, de sus padres; la historia de un país contada en pequeños momentos. Que maravilloso puede ser el mundo… Y que pesado. Si cuando ves tu viejo diario y el acto reflejo es esconderlo, esta película es para ti. Recuerda que todos los niños y adolescentes son iguales, que tu no eras el único imbécil. Pero quizás eso no te satisface del todo.
Entonces llega Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia), una película a la que entras engañado si solo has visto el tráiler que ponen en televisión, pero con la que acabas maravillado. Es magia. Planos secuencia que duran tanto que casi te ahogas conteniendo el aliento e interpretaciones que te hacen perdonar a viejos iconos del cine de los 90 a los que hace tiempo les habías prometido odio eterno ¿Qué pasa? La magia del cine en estado puro. Banda sonora frenética y un final que te da para más debates que lo ético de El francotirador —casi me cuesta una pelea con mi novio—.
Cuando estás casi decidido y seguro de que no vas a ver algo mejor esa temporada… Whiplash. Otro nivel, otra liga, otro cine. Ese sentimiento que te llega pocas veces en la vida. Como cuando terminas un libro con el que has estado 12 horas despierto, o como cuando sales de un concierto con la sensación de que has sentido más que en toda tu existencia. Eso es Whiplash. Sentimiento adornado con música de jazz y personajes magistrales y poco convencionales. Algo que no solemos ver pero sabemos que existe, el amor por algo más que los hombres y la pasión por algo más que el cuerpo.
Parece que está todo dicho, tu cuenta en FilmAffinity señala cuál te ha gustado más y cual menos. Pero los Oscar, como todo, tienen matices. Categorías técnicas, trabajos de unos pocos al servicio de toda la película que merecen su reconocimiento individual. En este caso estamos acostumbrados a las compensaciones, siempre hay favoritas y se suelen ver ejercicios de equilibrismo para contentar a todos. Austeridad para que nadie se quede con hambre: 12 años de esclavitud ganó el Oscar a mejor película en 2014, pero Alfonso Cuarón fue el mejor director; Argo se alzó con la estatuilla más importante en 2013, pero Ang Lee fue premiado por su dirección. Y así un largo etcétera.
En esta convocatoria se esperaba lo mismo: técnicas para El gran hotel Budapest, otras cuantas para Whiplash y un racionamiento bélico para las dos grandes favoritas. De pronto, todo desconcierto: Birdman gana en las categorías de mejor fotografía, guion, director y película; Boyhood, con seis nominaciones, se tuvo que conformar con el solitario reconocimiento a Patricia Arquette —mejor actriz de reparto—. ¿Qué ha ocurrido? Joder, estuvieron 12 años grabando… ¿No le van a dar nada más? Parece que no.
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