Os voy a ser franca: el segundo día del Primavera Sound le puse velitas a todos los santos y a la Virgen María para que no lloviera a primera hora; vamos, es que hasta me puse una camiseta con una virgen para que no lloviera a las cinco… ¿el motivo? A esa hora, en el escenario Ray-Ban, se estrenaban por primera vez en el festival The Last 3 Lines; y ya sabéis lo mucho que en C’Mon Murcia adoramos a esta banda… así que, con un cielo más negro que gris, con paraguas, chupa de polipiel y botas de agua (porque sí, en Glastonbury lo hacen, niños, ya os lo dije en otro artículo sobre la ropa en los festivales, HAY QUE IR PREAPRADO) me encaminé hacia el Fórum, cruzando los dedos.
Para mi gozo (y el de los fans y la banda), a las cinco de la tarde lucía un sol espectacular; vamos, es que hacía hasta calor y el sol quemaba… estupendo para que los chicos de The Last 3 Lines se estrenaran como merecían en esta edición del festival.
La calidad de la música de The Last 3 Lines, acompañada por la curiosidad de los que por allí pasaban, generó que mucha gente se acercara a descubrir a esta banda nacional (pero que no suenan para nada a la música que se suele hacer dentro de nuestras fronteras). Xavi, Dani, Marc, Raúl, Sergi y Marco pusieron toda la carne en el asador para esta esperada actuación, tocando temas de su más reciente EP, el potentísimo «New Songs For Old Rites»; pero también repasando sus trabajos anteriores en una actuación más que brillante y que sonó a todo volumen en el recinto del Primavera Sound.
Sinceramente, el que todo saliera a pedir de boca de forma tan merecida para los chicos fue como un regalo del cielo, un acto divino o algo por el estilo, porque apenas 10 minutos tras su actuación comenzó a caer lo que parecía ser el diluvio universal, y nosotros sin el arca de Noé para refugiarnos… no obstante, a falta de arca, buena era la zona de comidas del recinto, con un techo por donde se colaban goteras pero que daba cobijo a muchos de los festivaleros que nos encontrábamos a tan temprana hora en el recinto. Nos pedimos un chocolate con churros bien calentito y esperamos pacientemente a que la lluvia parara, mientras algunos valientes se aventuraban a caminar sin paraguas, cubasqueros o material de cobijo alguno bajo las aguas. Durante una hora llovió sin tregua, pero luego el cielo comenzó a abrirse y dio paso a una noche despejada y una temperatura estupenda.
Aprovechando el parón de la lluvia, nos fuimos hasta el escenario Vice para ver la actuación de Refree, uno de los proyectos del imparable Raúl Fernández; pero siendo francos (y ya sabéis que yo lo soy), no acabaron de engancharme en directo, así que nos fuimos al escenario ATP a disfrutar de Loop, la mítica banda londinense que, 20 años después de su disolución, volvían a los escenarios. Un sonido, sin duda, característico y que me recordaba a mi adolescencia y a las horas compartidas con las distorsiones sonoras de otra mítica banda que ya pudimos ver el año pasado, The Jesus & Mary Chain.
Dr. John and the Nite Trippers, quienes tras casi 50 años de carrera vuelve a estar en boca de todos gracias a la serie “Treme”, saltaron al escenario Ray-Ban con su ritmo proveniente de New Orleans para hacer bailar al personal que allí se encontraba. Con sus sonidos arraigados en el blues, rock y funk (y un escenario repleto de grandes músicos) consiguió mover el esqueleto de un público que necesitaba entrar en calor tras la tormenta vivida hacía apenas una hora.
A las 21’40 de la noche nos esperaba en el escenario Sony el que para mí era el plato fuerte de la jornada: Slowdive. Neil Halstead y Rached Goswell han vuelto para reivindicar su puesto en el olimpo de los dioses del dreampop, junto a otras bandas como My Bloody Valentine, de quienes también disfrutamos en la pasada edición. Fuimos afortunados y conseguimos colarnos en la supuesta “zona VIP” del escenario Sony (una práctica, la de reservar zona “vip”, que me parece más que sobrada en un evento como un festival o un concierto) para disfrutar de lo que, personalmente, me pareció una de las actuaciones más acertadas y hermosas de todo el festival. Temas como “Souvlaki Space Station” o “Avalyn” retumbaban en tu pecho y te transportaban casi a otra galaxia. La intensidad de Slowdive en directo provocó la respuesta emocional de muchos de los asistentes a este concierto; os confesaré que tanto mi amiga como servidora acabamos con lágrimas en los ojos tras el espectáculo de la banda.
Tras Slowdive llegaba el momento de quitarme una de las espinas musicales que tenía más clavada desde hacía años, llegaba el turno de Pixies en el escenario Heineken. No me considero una gran fan de Pixies, pero es cierto que muchas de sus canciones marcaron determinados momentos de mi vida durante los 90. Temas como “Here comes your man”, “La La loves you”, “Caribou”, “Hey” o el archiconocido “Where is my mind?” marcaron a una generación. Un concierto durante el que tocaron 25 temas, y donde noté los controladores de sonido por primera vez durante todo el festival, algo que podrían haberse ahorrado para este concierto, ya uqe ciertamente, el sonido de Pixies no es que sea muy duro. No obstante, lo disfruté bastante, aunque cierto es que los años no pasan en balde y que Black Francis no tiene muchas ganas de meneo.
Mi descubrimiento del segundo día fueron los potentísimos noruegos Kvelertak, que vinieron a reventar (una vez más) el escenario Vice. La banda originaria de Stavanger vinieron a presentar su segundo trabajo, “Meir”; ofreciendo un espectáculo digno de los conciertos de black metal pero con fuertes reminiscencias al punk y al rock. Cierto es que este estilo de música queda ya lejos de lo que son mis preferencias actuales, pero Kvelertak consiguieron sorprenderme y agradarme notoriamente, poniendo un estupendo final a mi viernes del festival.
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