“Allí abajo” es oxígeno puro. Estábamos en alerta roja, “El barco” se hundía, “El internado” hacía aguas por todos lados, “Los Serrano” fue un sueño (o una pesadilla la ostia de larga), Los Protegidos, y me vais a perdonar la palabra, una mierda como la cabeza de Oscar Terol. Y cuando ya creíamos que la comedia española en televisión se estaba ahogando, una pequeña esperanza nos dice que no nos rindamos aún.
Vamos a quitarnos la tirita de golpe. Si, la premisa es, evidentemente, muy similar a la del bombazo “8 apellidos vascos”. Pero existe una diferencia fundamental, más allá de que Allí abajo sea una serie y la otra no, porque en Allí abajo hay un choque de cómicos detrás de la pantalla. Me explico: no se trata de enfrentar a dos actores del norte y del sur, que también, se trata de mezclar lo mejor del humor vasco transgresor (vaya semanita por ejemplo), con lo mejor del sur (El mundo es nuestro o Carmina o revienta).
Tres ingredientes básicos se mezclan en la marmita de Allí Abajo para dar un resultado muy prometedor. Primero, la mezcla del sentido del humor Vasco (allí rompen piedras con las manos, pero se emocionan con el mus), y el sentido del humor andaluz. Y funciona como un reloj casi todo el tiempo. Casi, tratándose de un piloto, es mucho más que una buena noticia.
El segundo, la valentía (no excesiva, pero suficiente para mí) de la dirección y la interpretación. La cámara tiembla, se tambalea, duda y realiza zooms en momentos claves para captar los matices de unas actuaciones, por otro lado, absolutamente naturales. Nos comemos con patatas de esta forma dos de las grandes lacras de la mayoría de ficciones televisivas de España: la falta de originalidad tras la cámara, y la falta de naturalidad de los actores (por culpa de un guión nefasto normalmente).
El tercer y último ingrediente es una serie de elecciones formales (y alguna de guión) que resultan ser los aspectos que necesita pulir Allí abajo. Por ejemplo, ¿de verdad son necesarias esas cutres transiciones entre escenas en el norte y en el sur? Simplemente impiden que los dos lugares se unan, y acaban yendo por caminos totalmente separados. No creo que la serie se beneficie en absoluto, más bien al revés.
Y el triángulo amoroso. Porque tiene que haber un triángulo amoroso, parece ser que en el contrato aparece como requisito. “Quiero cinco cámaras, diez iluminadores y dos triángulos amorosos”. Es que si no no me explico qué necesidad hay de meter esa historia que, además, chirría escandalosamente. Nos saca de la trama, nos evoca a nuestra ficción más chustera. No es necesario y estropea el conjunto, pero es breve y afortunadamente no lo hunde.
Total, que Atresmedia ha dado en el clavo con su nuevo proyecto y que, si todo sigue por ese rumbo y se dan cuenta de una santa vez que el público no quiere seguir viendo tramas telenovelescas, Allí abajo puede ser nuestra salvación. Al menos ahora mismo es un soplo de aire fresco divertidísimo, que además cuenta con los ojos de María León. Me basta y hasta me sobra.
Que todo el mundo tenga constancia que Allí abajo fue concebida antes de que «8 apellidos vascos» se estrenase. Ahí lo dejo.
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