Hace poco conocimos el ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Llevaba tiempo sonando su nombre entre las quinielas, se resistía a salir vencedor de la batalla donde tantos otros escritores, modestamente, afilaban sus plumas mientras crecía su rastro de novelas, artículos y relatos tras de sí.
Antonio Muñoz Molina, nacido en el mismo pueblo que Sabina, ha dejado su esencia literaria en varias historias nacidas de él y expuestas en cada página de sus libros. El Jinete Polaco, Plenilunio, obras destacadas, pero esta vez vamos a centrarnos en una especial, una historia donde confluyen corrientes como el arte, la literatura, la música y las ciudades con encanto. Vamos a hablar de Un Invierno en Lisboa.
Una historia de muchas ciudades, de bares, de notas musicales prohibidas, un cuadro francés en busca y captura, un amor que espera años encerrado en una botella como si de un Borgoña se tratase. Mi intención no es destripar la trama, simplemente es demostrar la magia del libro, la esencia de las pequeñas cosas que hacen relucir cada página. Muñoz Molina para el tiempo en cada escena y, minuciosamente, describe con alevosía el ambiente más ruin que se puede dar en aquellos bares que componen los cimientos más inseguros de cada ciudad. Un misterio tras cada cortina de humo, un piano tocado por Santiago Biralbo en aquel mítico Lady Bird, un viejo whisky que refresca el gaznate de aquellos cuervos nocturnos que viven al amparo de un cielo oscuro lleno de estrellas.
La nación es cada bar nacido de las manos de Antonio, el himno es ese tocado lentamente desde el escenario, con una tenue luz iluminando las gastadas notas de Jazz que se escapan por la tapadera abierta del piano. Un invierno en Lisboa es esa historia que llevas esperando vivir toda la vida, un suspiro de acción en esa aburrida monotonía diaria que te acaba llevando a aquella ciudad donde mueren los ríos, donde los amaneceres te despiertan sin querer, donde no hay estaciones ni frio que añorar. Lisboa.
Para usted, lector, debe saber que en este libro la trama desaparece, queda bien escondida, pues el sólo hecho de que Muñoz Molina la haya escrito justifica dicho acto. La densidad literaria que tiene la historia no te permite ver con claridad el camino argumentativo que se lleva a cabo. Puede parecer aburrido incluso, pero para disfrutar de él sólo se necesita poner mucha atención. Un invierno en Lisboa es libro totalmente recomendable si quiere conocer una parte de la literatura no encontrada hasta ahora.
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