Si Quique González empieza un concierto con «Suave es la noche» canción que toca poco o nada en sus conciertos y es una de mis canciones preferidas, solo se puede esperar un concierto único de este cantautor madrileño. Y es que ha pesar de que Quique González venia a despedir su último trabajo de estudio «Delantera Mítica», fue un concierto único con canciones que te trasladaban a todo el público del Auditorio de El Batel a un bañado en «Salitre», o ver la playa de Conil de la Frontera.
Y es que Quique toco canciones como «39 Grados», «Cuando eramos Reyes», «Paloma en la Quinta» o «Rompeolas» esas canciones que forman parte de muchos de los asistentes que estábamos en El Batel (Batel que estaba medio vacio), canciones que recuerdan a miradas cómplices, a noches en los portales, a miradas furtivas en la barra de un bar.
Eso si, Quique no se podía olvidar canciones de su ultimo disco como «Las chicas son magnificas», «No hagas planes» o «La fabrica» canciones que recuerdan a noches en la barra del bar de Nashville o Austin, bebiendo Jack Daniels.
Con este pedazo repertorio parecía que el concierto no podía terminar de mejor manera, pero como siempre Quique sorprendió a todos los presentes tocando «Dallas-Memphis» en versión desenchufado, donde la verdad que todo el público se porto de 10 con un silencio y un respeto fabuloso.
Respeto que no entendía los asistentes que tenia detrás, que pensaban que estaban en un gran estadio no paraban de hablar y de dar un poco el porculo, lo bueno es que poco a poco se fueron adaptando a lo que es ir a un concierto en un auditorio.
Y con esta versión, termino un excelente concierto de más de dos horas, especial, único e irrepetible.
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