Y el que avisa, traidor no es. Podríais tacharme, al acabar de leer estas líneas, de poco profesional, de poco periodista o de nada escritor, podríais… pero afortunadamente no lo vais a hacer porque, como os digo, estáis avisados de que esto no es una crónica, esta es la historia de cómo viví uno de los mejores días de mi putísima vida.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Ley Dj? Pues un montón en realidad, ya lo veréis.
Resulta que ayer fue mi cumpleaños, y ya van 27. Las entradas de mi cabeza son cada vez más pronunciadas y como no quiero hacer que esta no-crónica sea muy personal, os contaré que soy pelirrojo. No sé si sabéis por donde voy. ¿No? A ver, pensad un poco. Los pelirrojos cómo tenemos la piel, ¿Morena? No, somos asquerosamente blancos. ¿Somos fuertes? Normalmente no, pero en mi caso es que ni siquiera llego a tener la constitución física de un hombre. ¿Guapos? Tampoco. ¿Sanos? Ni mucho menos, nos faltan glóbulos blancos y melanina. ¿Alma? Ni rastro.
Entonces, si me quitan el pelo, ¿qué me queda? Algo inmenso, pero aun no os voy a decir el qué.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Ley Dj, en serio? Pues un montón en realidad, ya lo veréis.
No sabéis lo que llegué a sentir cuando atravesé la puerta del Black Tag y vi que me esperaban las personas que más quería, que se las habían ingeniado para tramar un plan osado sorpresa, capitaneado por Rodolfsauro y Ken, que hacía muchas aguas pero que no pasaba nada porque soy, posiblemente, la persona menos perspicaz del universo. No os puedo nombrar a todos, porque entonces esta no-crónica no sería nada impersonal, pero sois demasiado grandes para mí. Tampoco puedo decir que los jefes estuvieron allí, así que no estuvieron. Pero muchas gracias a los dos por no estar. Y al resto, por supuesto.
En mi no-crónica no quiero hablar de si bebí alcohol o no porque no es ético, pero antes de salir de mi fiesta sorpresa ya no llevaba la cuenta de cuántas «tertrezas» (que es un código que solo sabemos tú, yo y todo el mundo para decir cerveza) había bebido. Estaba muy cansado y lo notaba pero no quería dormirme, así que tras intentar respirar en Revólver sin éxito, y bebernos un «fagger»(que es un código que solo sabemos tú, yo y todo el mundo para decir jagger), decidimos que había que moverse rápido porque el sueño estaba ganando la batalla.
Era hora de ir a REM
¿Y qué tiene que ver todo esto con Ley Dj, copón? Acho, pues un montón en realidad.
Os cuento: una vez en REM la cosa se estaba poniendo negra, negra. Todo se iba un poco al traste porque los ojos se me cerraban y ya era imposible reactivarme. El calvo del grupo estaba acabado y eso era una señal de que todos lo estábamos, porque no sé si sabéis que los calvos son mucho más resistentes que las personas con pelo. O no. O yo que sé.
Y justo cuando estaba a punto de tirar la toalla (serían las tres y media), apareció ella…
“¡Ley Dj, por fin!”
Exactamente, justo entonces apareció Ley Dj y mis sentidos se volcaron en el escenario, que estaba un poco alejado. Todos me siguieron hasta la primerísima fila, donde comencé a despertar, poco a poco, a base de los potentes bajos de «Ting Tings«. Como no era muy consciente de la realidad, me costó darme cuenta de que el anterior Dj ya no estaba pinchando, que ahora había una chica y que la música me estaba incitando a saltar, a saltar y a saltar.
Y ya está, de perdidos al río. Todos fueron retirándose de la batalla, como es lógico, a horas ya muy intempestivas, pero Ken y yo vimos toda la sesión. Toda, enterita, desde el principio hasta el final. Y saltamos y volvimos a saltar y saltamos más y nos volvimos locos porque Ley Dj tiene algo que me llama poderosamente la atención: sabe perfectamente dónde está, sabe quiénes están exigiéndole algo y sabe qué le están exigiendo.
Yo quería energía, y lo que Ley Dj me dio fue un chute espectacular que no me soltaba. Recuerdo que Ting Tings sonaron dos veces, que también sonó Bruno Mars y su «Uptown Funk», que el indie rock se fusionaba perfectamente con los ritmos dance y los ritmos dance con los hits más comerciales.
Pero no solo eso, es que encima la chica es un espectáculo. Se divierte con el público, se graba con él, mueve los brazos cuando el público lo hace, se viene arriba con ellos y se relaja para que se relajen ellos también. Y cuando ya estamos todos relajados, nos mete un puñetazo en la cara que vemos venir perfectamente y volvemos a volvernos majaras.
Y así estuvimos Ken y yo hasta que desapareció sobre las seis de la mañana.
Por tanto, gracias Ley Dj, por una sesión que hizo que un día que ya era inolvidable se convirtiese en una noche con ciertas lagunas de memoria. No hay duda de que me equivoqué al no haber ido a verte a la presentación del SOS 4.8, pero tranquila, que no volveré a cometer el mismo error.
Recordad, ¿qué me queda si me quitas el pelo? Me quedáis vosotros, las personas que me han demostrado que no hay que ser perfecto para que te aprecien, que imperfecto a uno pueden apreciarlo hasta más. Esta no-crónica nada personal es mi manera de agradecéroslo.
Pero de verdad que no quiero que esto se convierta en una no-crónica demasiado personal, así que Rodolfsauro, gracias por las tortitas y los regalos y los «cómo ha podido pasar esto» y las mentiras y más «cómo ha podido pasar esto», y aunque las palabras sean las armas más poderosas del mundo, en este caso poco más pueden hacer.
No Comments