Que llegue ‘La Raíz’ a Murcia en su último fin de semana de gira y con sold out desde hace dos meses solo presagia que las doscientas personas que estaban a las 10 en la puerta del local se iban a cuadruplicar rápidamente. Y así fue. No sé cuanta gente entraría a la sala, pero desde que abrieron las puertas el flujo de gente no paró. ‘La Raíz’ estaba acabando la presentación de «Entre poetas y presos» en salas y nadie quiso perdérselo.
Desde que el trío de osos panda de «Liandola Panda Djs» subió al escenario, el ritmo de la noche subió. Más que un acierto para ‘La Raíz’ en la elección de los teloneros. Y con el ambiente ya electrificado, llegaba el turno de los de Gandía. Antes de entrar, un chaval que salía me miró y soltó: «Coge aire, está abarrotado». Y joder, sí que lo estaba. La masa murciana disfrutó desde la subida del telón hasta que este cayó, hora y media de rock, reggae, rap, una pizca de ska y mucha fiesta, en general.
La energía que transmite ‘La Raíz’ es igual en el Viña que en una sala como Garaje Beat Club, ¿La diferencia? En una sala tienes dos espaldas y tres paquetes pegados a ti, que te mueven al ritmo de la marea constantemente, excepto cuando la canción se frena, se abren las aguas y rompen la música y los pogos a la vez.
Y a través de pogos, pasando por encima de zapatillas y levantando a más de uno que se fue al suelo ante el ímpetu de las olas, el público se iba pegando más y más al escenario, donde los 11 músicos de ‘La Raíz’ lo daban todo. No tenían espacio para moverse lateralmente, solo hacía adelante y atrás, dependiendo de quien tuviera el protagonismo. Todo sonaba bien, más de lo esperado con tanta gente y micros cerca, apenas algún que otro acople menor, premio para los técnicos, que también eran parte de ‘La Raíz’, que vino con 16 personas del equipo a Murcia.
Y toda esa energía que tenían en el escenario los chicos de ‘La Raíz’, la contagiaron y transformaron en calor humano y emocional. Más de una lagrima de puro sentimiento y miles de gargantas rotas durante los momentos más duros, sentimental y rockeramente hablando.
También hubo tiempo para las reivindicaciones, para quejarse de las mordazas y los barrotes. Todo dentro de una fiesta cuidada detalle a detalle. Al final, tanto en el escenario como entre el público, todo el mundo acabó agarrotado y sin aire, pero con una sonrisa cómplice de quién sabe que ha asistido a algo más que un simple concierto.
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