Qué fácil es hacerte sentir en casa con unos sillones bonitos y estanterías a rebosar de libros. Estoy en Educania, una librería en pleno corazón de Murcia en la que espero la llegada de Julia Navarro, autora de algunos de los libros más vendidos en España. Estoy algo nerviosa porque se trata de una periodista que lleva cuarenta años en la profesión y que, de un tiempo a esta parte, se ha pasado al bando de la literatura. ¿Qué va a pensar de mí, que soy una simple aficionada que empezó a hacer entrevistas por pura casualidad? Si llego a transcribir las primeras palabras que le dirigí a la escritora, me echáis de aquí. Menos mal que me recompongo y todo empieza a rodar. Julia Navarro ha venido a Murcia a presentar la novela que acaba de publicar y que lleva por título Historia de un canalla (Plaza & Janés, 2016). Así que nuestra conversación, sosegada e inspiradora, gira entorno a los canallas que nos rodean y a la falta de reflexión que invade nuestro siglo; pero también nos queda tiempo para hablar de política, de mujeres escritoras y del fenómeno best-seller-. Es una charla corta, pero intensa que me recuerda por qué me gusta tanto hacer entrevistas: La cantidad ingente de puntos de vista, de perspectivas, de miradas que es posible asimilar y, sobre todo la sorprendente facilidad con la que, al final, se encuentra la chispa que nos hace a todos iguales.
¿Cree que, en el fondo, muy en el fondo, los canallas tienen corazón?
Cada ser humano es único y todos somos distintos. No me gustan las generalizaciones, en todo caso, el canalla de mi novela lo que tiene es conciencia, muy agazapada, muy oculta, pero sí que tiene conciencia. No hay que confundir a los canallas con los sociópatas, el sociópata es alguien que no es consciente, es un enfermo que realmente no tiene conciencia del daño que hace a los demás, en este caso, el canalla de mi novela es alguien plenamente consciente del daño que hace y actúa por un enorme resentimiento debido a una infancia en la que no se sentía bien dentro de su propia piel.
El canalla de la novela, ¿es malo por naturaleza o el mundo lo ha hecho así?
Me preguntan muchos lectores si la gente nace mala o se hace mala. Yo no tengo una respuesta, es decir, sería una osadía por mi parte hacer una afirmación tajante en una u otra dirección. El protagonista de mi novela es alguien que tiene un trauma de su infancia y ese trauma hace que tenga una personalidad llena de aristas, una personalidad amarga; esa amargura y ese resentimiento lo expande a todas las personas con las que se encuentra a lo largo de su vida. Yo hablo de mi canalla pero no soy capaz de hacer afirmaciones tajantes, realmente no lo sé. En todo caso, sí tengo clara una cosa, nunca hay justificación para el mal y, a veces, los comportamientos terribles como los del protagonista de mi novela se pueden explicar, pero nunca justificar.
Me gusta mucho la estructuración del libro en el que va compaginando por un lado, lo que fue y, por otro, lo que debería haber sido. ¿Qué es lo que más le ha gustado escribir?
Esta novela es la que más me ha costado escribir porque es una novela dura, despiadada. Quería hacer un ejercicio de reflexión sobre cómo la conciencia siempre termina llamando a la puerta de todas las personas. Creo que todos, alguna vez en la vida, nos hemos planteado cómo deberíamos haber hecho las cosas. Hay un momento en el que echamos la vista atrás y analizamos cómo algunas cosas tendríamos que haberlas hecho de manera diferente, esa es la reflexión que hace el protagonista de mi novela.
¿Por qué quiere hablar de este tema?
Esta novela nace con tres deseos: primero hacer un viaje al fondo de esa parte oscura y recóndita del ser humano, que por otra parte es un viaje muy literario que han hecho muchos autores a lo largo de la historia; en segundo lugar, hacer una reflexión sobre la sociedad en la que vivimos, una sociedad en la que en los últimos veinte, treinta años, han cambiado todos los paradigmas a través de las nuevas herramientas de comunicación, de manera que no solamente ha cambiado la sociedad, sino que nos está cambiando a nosotros como individuos, hoy es más fácil manipular la opinión pública; y en tercer lugar, también es una reflexión sobre el ejercicio del poder y cómo se manejan los hilos del poder.
Se trata de una novela que cambia el chip respecto a su obra anterior
Es una novela difícil, es una novela dura, despiadada que le provoca una cierta convulsión al lector y algunas personas me dicen ha cambiado usted de registro y yo digo no. Lo que pasa es que todo depende de la historia que cuentes y esta exige un lenguaje y una metodología distinta. Esta novela está contada de forma distinta porque la historia lo exigía.
¿Siente que le coartan un poco la libertad al decirle eso?
No, en absoluto. Cuando escribo y mis libros llegan a la librería, siempre tengo la sensación de que parto de cero, de que me la juego en cada libro, nunca doy nada por hecho, no importa lo mucho que haya podido gustar tu libro anterior a los lectores, siempre te juzgan por lo que en ese momento tienen en las manos. Lo que sí creo es que en cada momento, voy a escribir lo que necesite escribir, lo que crea que tengo que escribir. No se puede escribir pensando en agradar al lector, porque entonces sería una impostura. Yo quería hacer esta reflexión en voz alta sobre la sociedad del siglo XXI y es lo que he hecho en Historia de un canalla. Hay lectores a los que les ha sorprendido, que me dicen oiga a mí me gustaban más sus novelas anteriores y hay otros lectores nuevos a los que he incorporado, gente que antes no me leía y que, de repente, han leído este libro y les ha gustado. No se puede escribir pensando en que tienes que gustar a todo el mundo.
¿Y su opinión cuál es? ¿Le ha gustado más escribir esta novela o las anteriores?
Creo que esta es mi mejor novela.
¿Es con la que más has disfrutado escribiendo?
Es que escribir no lo planteo nunca en términos de disfrutar, es decir, siento la necesidad de contar algo y de contarlo de la mejor manera posible. Me gusta el trabajo que hago, pero no sé si el calificativo ideal sería disfrutar.
¿Y cuál sería?
No sé, me gusta lo que hago, llevo cuarenta años escribiendo. Creo que el periodismo y la literatura son caminos paralelos, el periodista cuenta una historia que es real y el escritor cuenta una historia que es inventada, pero al final se trata de contar una historia y yo llevo cuarenta años contándolas.
¿Qué tiene la literatura que te ha agarrado de esa forma y qué no tenía el periodismo para que no se quedara con él?
Tengo una larga, extensa y satisfactoria carrera periodística y creo que lo he hecho prácticamente todo en periodismo. Para mí ha sido una gran pasión, me lo he pasado muy bien haciendo periodismo y me ha permitido hacer cosas, conocer gente, viajar a lugares que de otra manera no habría podido conocer y vivir situaciones que no hubiera podido vivir si no hubiera sido periodista. De manera que ahí sí que lo he pasado bien.
¿En periodismo sí y en literatura no?
Es que es totalmente distinto. La adrenalina que te supone estar viviendo una situación que sabes única, la vives en ese instante, cuando estás escribiendo todos los días delante del ordenador no hay ninguna descarga de adrenalina, mientras que en el ejercicio del periodismo sí que las hay en determinados momentos. Me lo he pasado muy bien haciendo periodismo. Cuando yo escribo mi primera novela no sé lo que va a pasar, no sé ni siquiera si me la van a publicar. A mí me sorprende todo lo que sucede alrededor de esa novela y es una puerta que yo abro y que no sé dónde me va a conducir. Durante una etapa intenté compaginar el periodismo con la escritura de novelas hasta que me di cuenta de que me resultaba imposible hacer bien las dos cosas y que alguna se iba a resentir. Como no quería que el periodismo se resintiera, a lo que yo había dedicado los mejores años de mi vida y que había sido una gran pasión, decidí que me retiraba del periodismo activo. Si hubiese tenido treinta años no lo había hecho. Todo tiene que ver con la edad. Cuando tú ya tienes una carrera profesional hecha y sólida y realmente no te quedan muchas cosas por hacer desde el punto de vista profesional, abrir una puerta e iniciar un nuevo camino es algo absolutamente estimulante.
¿De qué otro canalla o canallas le gustaría contar la historia?
Todos mis libros corresponden a un momento concreto, a una preocupación concreta, yo intento decir algo a los lectores en todo lo que escribo y reflexionar para reflexionar con ellos. Menos mi primera novela que fue un thriller, La hermandad de la sábana santa (2004), en todas las demás, lo que quiero es coger de la mano a los lectores para reflexionar juntos sobre algunas de las cosas que están en la sociedad. La Biblia de Barro (2005) era una reflexión sobre la guerra de Irak, sobre cómo la guerra además de dejar muertos, además de dejar desplazados, además de dejar miseria, hace que algunas personas sean mucho más ricas: los traficantes de armas, determinados gobiernos… La guerra es un gran negocio y la novela es una denuncia sobre eso. La sangre de los inocentes (2007) es una novela sobre el fanatismo religioso que, desgraciadamente, estamos padeciendo. Luego, Dime quién soy (2010) y Dispara, yo ya estoy muerto (2016) son novelas con las que he intentado explicar y de explicarme a mí misma el siglo XX; explicarlo desde distintos escenarios, desde Oriente y desde Occidente, una manera de entender el siglo de los totalitarismos, el siglo en el que se cambian y se ponen nuevas fronteras, nuevos conflictos… siempre intento reflexionar y contar algo que vaya mucho más allá de que el lector se pueda entretener más o menos.
¿Nos falta reflexión?
Claro que sí, vamos demasiado deprisa, a veces, a ninguna parte. Las nuevas herramientas de comunicación, hacen que al segundo, mientras está sucediendo algo ya tengamos noticia de ello, eso hace que estemos hiper informados. El exceso de información a veces lleva a la desinformación, porque no hay tiempo material, para pensar y reflexionar qué nos cuentan, quién nos lo cuenta, por qué nos lo cuentan. Todo va tan deprisa que no tenemos tiempo de parar y, con cierto sosiego, analizar lo que sucede. Estamos surfeando, vamos por encima de las olas.
Ha escrito una novela muy muy larga…
Todas mis novelas son largas, sí.
Escribir algo así es muy valiente en una época en la que tenemos tanta prisa por leer que hasta en la prensa digital se nos informa exactamente de los minutos que vamos a invertir leyendo el artículo
Sí, lo cual me parece absolutamente terrorífico. Es como si nos estuvieran robando el tiempo, no nos dejan disfrutar del tiempo y creo que nos tenemos que rebelar ante eso. Insisto, vamos muy deprisa a ninguna parte. Es una de las señas de identidad del siglo XXI: ir deprisa a ninguna parte. Lea corriendo este artículo, vaya corriendo a este sitio… Claro que quiero tener el tiempo para leer tranquilamente lo que sea, el artículo de un periódico, el de una revista, un libro…
¿Tenemos tiempo de leer este libro?
Creo que tenemos que buscar tiempo para leer este y otros libros, es decir, parece que tenemos miedo de estar solos con nosotros mismos. Hemos empezado una especie de vida enloquecida hacia delante que no conduce a ninguna parte. Tengo la sensación de que el hombre moderno es un hombre que huye de sí mismo porque va deprisa no se sabe dónde y no tiene tiempo de reflexionar absolutamente sobre nada, ni siquiera sobre sí mismo.
¿Vamos a llegar a algún sitio?
Soy optimista por naturaleza, de manera que siempre pienso que lo mejor está por venir. No pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino que cierro los ojos y pienso que lo mejor está por venir. No sé cómo será el futuro pero quiero creer que será mejor que el presente y, desde luego, que el pasado.
Teniendo en cuenta su carrera como periodista y ahora como escritora, me gustaría conocer su opinión acerca del panorama político que está siendo muy literario, y del panorama literario que está siendo muy político. Bob Dylan se merecía el Nobel, no se lo merecía…
Bob Dylan representa el espíritu de toda una generación y es verdad que algunas de sus canciones son auténticos poemas y que son estupendos. ¿Se merecía el Nobel? Pues tampoco lo sé, digamos que yo me he quedado perpleja, pero todavía no me veo capaz aún de hacer una afirmación tajante de si se lo merecía o no. Seguro que hay otros muchos poetas absolutamente extraordinarios que se hubieran merecido también el Nobel y a todos se nos pueden venir a la cabeza una docena de escritores que deberían obtener ese reconocimiento. ¿Por qué la academia ha tomado esa decisión? Pues la verdad es que no lo sé, porque tengo que reconocer que muchos de los premios de la academia sueca me sorprenden. Se lo han dado a Bob Dylan, pero realmente no es algo que a mí me preocupe en exceso, realmente me da lo mismo.
¿Y el panorama político? Porque está siendo como una novela por entregas…
Estamos viviendo una sociedad de cambio, una sociedad en la que, como decía Gramsci, lo nuevo no termina de nacer ni lo viejo de morir. No sé hacia dónde va la sociedad (globalmente, no sólo la española) pero es evidente que después de la última crisis económica del 2008, el mundo ya no es el que era y las cosas tienen que cambiar. Ese capitalismo de casino, eso de que la política y los ciudadanos estén al servicio de la economía y no la economía al servicio de los ciudadanos tiene que cambiar y es cierto que se está produciendo una rebelión en muchos países, de la gente que ha dicho hasta aquí, el movimiento de los indignados que no solamente se ha dado en España. El peligro de eso es que a izquierda y a derecha empiezan a haber movimientos populistas que no sabemos dónde nos pueden conducir, pero que son la expresión del hartazgo de la gente, que representan ese ¡se acabó! ¿Por qué los partidos tradicionales no están sabiendo dar la respuesta que necesitan los ciudadanos? Sobre todo, porque los partidos políticos tradicionales, en las últimas décadas, han hecho una dejación de responsabilidad poniendo la política y los ciudadanos al servicio de la economía y no al revés: eso tiene que revertirse, la economía tiene que estar al servicio de los ciudadanos y del bien común. Creo en la economía libre de mercado, la otra economía ya sabemos lo que dio de sí y dio de sí el infierno, pero la economía libre de mercado tiene que tener reglas que impidan que unos financieros sin escrúpulos pongan en jaque al mundo entero y haya millones de familias que hayan perdido sus casas, sus trabajos y sus proyectos de vida. Eso es absolutamente insoportable y no lo podemos tolerar, hay que ponerle coto. Hay que poner reglas que acaben con el capitalismo de casino.
Entonces ahí sí que hay canallas, ¿no?
Claro que hay canallas. A mí, por ejemplo, me parece que los banqueros de Lehman Brothers eran unos auténticos canallas. Gente que estaba especulando y haciendo operaciones financieras que sabían que ponían en riesgo el porvenir de millones de personas que se podían quedar de la noche a la mañana sin nada. Claro que hay canallas, estamos rodeados de canallas.
Hace poco fue el día de la mujer escritora, ¿qué es lo que tenemos que hacer para que, dentro de un tiempo, no sea necesaria la reivindicación de un día así?
En la sociedad occidental de hoy en día, no hay discriminación a la hora de publicar, los criterios con los que las editoriales publican son absolutamente mercantiles o de interés de la propia editorial, es decir, no hay ahora más dificultad para que una mujer publique, sin embargo, lo que sí sigue habiendo sobre la literatura escrita por mujeres es una mirada un poco paternalista y machista. A mí me sorprende mucho cuando se habla de literatura de mujeres escrita por mujeres, creo que la literatura es buena o mala dependiendo de quien la escribe; no creo que el Quijote sea solo para hombres porque lo escribió un hombre, es tal dislate solamente plantearlo que no lo entiendo. Es más, muchas de las grandes figuras literarias más importantes han sido mujeres han sido creadas por hombres, Anna Karenina, Lolita, Helena de Troya, Medea… ¿qué pasa? Esos hombres que crearon esas heroínas, esos personajes que se han convertido en figuras de la historia de la literatura, han sido escritas por hombres, ¿no hay entonces una contradicción en decir que hay una literatura femenina y una masculina? ¿Para qué sirve el día de las escritoras? Para varias cosas: para dar una llamada de atención de que en nuestra sociedad a pesar de que en el plano legislativo hay igualdad, todavía hay una mirada masculina sobre todo lo que sucede. Y en segundo lugar, tiene que servir para rescatar del olvido a mujeres para las que, en los siglos precedentes, escribir era casi un acto heroico porque no tenían un canal para hacer llegar lo que escribían a los lectores, porque lo que escribían estaba considerado como una escritura menor por el mero hecho de ser mujeres. Yo soy feminista y lo voy a ser mientras haya una sola mujer en el mundo que no viva una situación de absoluta igualdad con los hombres. Voy a seguir siendo feminista mientras haya tantos millones de niñas que no pueden acceder a la educación porque son niñas, tantos millones de mujeres que son sometidas en nombre de unas costumbres absolutamente bárbaras a la mutilación genital, tantos millones de mujeres a las que sus padres deciden con quién casar y conciertan matrimonios ya desde la infancia. El índice de niñas que son entregadas a matrimonios con adultos es espeluznante. Voy a ser feminista hasta que no haya mujeres a las que se convenza de que su dignidad tiene que ver con los metros de tela que las envuelven. Creo que hay muchísimos motivos para continuar luchando a pie de calle por la igualdad de las mujeres.
Suelen ponerle la etiqueta de que escribe best-seller y he leído que no le sienta muy bien
Me parece una majadería. Cuando escribes un libro nunca sabes lo que va a pasar con él, no hay una fórmula mágica que te garantice que vas a vender el libro, así que me parece de majaderos insinuar que alguien tiene la fórmula del mago Merlín para vender libros. Nadie tiene la fórmula que alguien va a llegar y va a contar con el favor de los lectores. Yo escribo libros y hasta ahora he tenido la suerte de que los lectores me han acompañado con su lectura pero no tengo eso garantizado.
¿Quién tiene la culpa de esa etiqueta?
Pues es de la mirada a veces un poco ligera que tienen algunos críticos, incluso a veces, las propias editoriales son culpables de esas etiquetas por su afán de vender más: te ponen best-seller como diciendo que se vende mucho y que se puede vender a todo tipo de lectores, ojo, vaya por delante que yo quiero llegar a todos los lectores, es decir, yo no quiero llegar a una minoría. Yo no me creo que la gente que está dos, tres, cuatro años escribiendo un libro, quiera que solamente lo lean cien personas porque una de dos, o tiene una soberbia que se la debe de haber mirar, el pensar que hay solo cien personas que están a su altura intelectual y son capaces de entenderlo; o bien, engañan. Escribir es comunicarse con los demás y uno cuando se comunica quiere hacerlo con el mayor número de personas.
¿Entrevistada o entrevistadora?
(Risas). Yo nunca tengo la sensación de estar al otro lado de la línea cuando estoy haciendo una entrevista, siempre tengo la sensación de que estoy hablando con un colega. Nunca me sitúo al otro lado.
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