El cine iraní tiene una notable fama de ser un cine lento, largo, pesado (hasta a veces tedioso) y con unos finales que parecen dejar al espectador con la miel en los labios. Así es como suele sentirse cualquier persona consumidora de cine occidental que vea por primera vez una película de cualquier director de este característico país.
Pero siempre hay una excepción que rompe la regla, y esta vez la excepción es “Ye Habe Ghand” (persa) o “Un Terrón de Azúcar” (aunque en el cartel oficial en español rece mal traducido: “Un Azúcar Cúbico”). Película realizada por el iraní Seyyed Reza Mir-Karimi, un director desconocido por muchos de nosotros, hasta que tuvimos la suerte y la oportunidad de saber de su existencia gracias al recién celebrado IBAFF (Festival de Cine Internacional de Murcia Ibn Arabí), donde se proyectó su película y se hizo con el Premio a Mejor Largometraje de Ficción.
Empecemos por dar una breve no, brevísima sinopsis de la historia, pues son 116’ sin salirse de un mismo contexto desde el principio hasta el final de la trama: Una casa, una gran familia reunida, una boda y… Un terrón de azúcar que acabará por amargar ese dulce momento que llenaba de alegría el hogar de la familia de la recién prometida Pasandideh, protagonista de esta comedia dramática.
Uno de los mayores encantos de la película es esa fusión que crea Reza Mir-Karimi de la melodiosa música persa con una escenografía de una espectacularidad asombrosa, capaz de dejar a todo espectador presente en la sala una bonita sensación de armonía y dulzura, haciéndole creer que él también se encuentra ahí. El director ha conseguido sacarle partido a la belleza de los célebres jardines persas, jugando con la iluminación y dándoles una especial atención durante el desarrollo de la trama. Sin olvidar tampoco el toque de ternura y gracia que dan los niños de la familia a la película, logrando así sacar a más de asistente una sonrisa en más de una ocasión.
Algo muy importante que hay que destacar es el final, que queda abierto, como en cualquier película de origen iraní, pues en la mayoría de filmes se le da más importancia al desarrollo de la película, que al comienzo o al final en sí. Sin embargo, a pesar de quedar un fin tímidamente abierto, no deja al espectador con la sensación de incomodidad como la que se crea cuando una película termina de dicha forma.
Si hay algún aspecto negativo que mencionar quizás sea el hecho de que en los subtítulos (la película se proyectó en VOSE) se encontraran numerosas faltas de ortografía y, hasta en ciertas ocasiones, gramaticales, pues cabe destacar que se subtituló en Irán y no por nativos de lengua española. Aunque debería advertirse de que en ningún momento ha supuesto una dificultad de entendimiento para quien ha estado viéndola.
Quien quiera iniciarse, o solo tiene curiosidad por saber cómo es el cine persa, debería saber que esta película es ideal para quien todavía no haya tenido la oportunidad de ver ninguna de este estilo, pues es ligera y contiene el toque de humor de las que muchas otras, en su mayoría, carecen. Aunque nunca viene mal conocer concepciones diferentes del mundo, la música, la vida en general y, por qué no, del cine.
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