Los domingos son sumamente aburridos cuando tienes mucho que hacer y llevas toda la semana pensando “el domingo lo hago, que no tengo nada que hacer” y llegan pero no haces absolutamente nada. Y en esa tesitura me encontraba cuando, sin venir a cuento, algo se despertó en mi cabeza: un incontrolable deseo de viajar. Pero, ¿dónde? Con todo el dinero que tengo podría ser a cualquier sitio…
«Ve a Hell’s Kitchen«
No sabía de dónde salía esa voz, pero estaba en mi cabeza y debía hacerle caso irremediablemente.
Me fui al aeropuerto con una maleta vacía porque tengo dos iguales y me dejé la que tenía mi equipaje en casa, me presenté en el aeropuerto de Alicante, me fui a recepción y le dije a la chica joven somnolienta que me diese un billete para Manhattan. Me informó del precio y sin siquiera escucharla le tiré un fajo de billetes de cien a la cara, con desdén, y le dije que se quedase con el cambio. Haciendo caso omiso a los gritos de la chica, entre los que escuché “¡señor, este dinero es del monopoly pokemon, aparece Ash impreso… SEÑOR!”, me subí al avión y me dormí durante las más de diez horas de vuelo.
Ya estaba en Manhattan (Nueva York). Bueno en comisaría porque me acusaron de subirme al avión sin pagar. Pero una vez resuelto el entuerto, ya estaba en Manhattan. ¿Qué podría hacer?
«Entrevista a Jessica Jones«
Es que ni dudé. Conforme la voz de mi cabeza me dio la orden, me puse a ello ipso-facto. Nunca he tenido mucha personalidad, qué le voy a hacer.
Necesitaba encontrar a Jessica y entrevistarla, pero no sabía dónde ir. Encontré en internet un tío que decía saber dónde se encontraba, lo llamé y me dijo que me lo revelaría por un módico precio. Accedí, por supuesto. “Nos vemos en la calle Birch”. Era un yonqui, un hombre de color con muchas rastras y con muy mala cara. Me dijo que Jessica Jones trabajaba en su mismo bloque, que era su vecina, y me dio la dirección apuntada en un papel. Sin decir nada y con más desdén que nunca, le tiré un enorme fajo de billetes de doscientos a la cara y me fui, aludiendo gritos como “¡Eh! ¡En estos billetes pone “Monopoly Star Wars! ¡EEH!”
Por fin la había encontrado, no había duda por el cartel de la puerta que rezaba «Alias investigations«. Al tocar la puerta, esta cedió y se abrió sola porque estaba rota.
- ¿Hola? ¿Hay alguien aquí?
- ¿Quién cojones eres? – respondió una voz resacosa
“Mira, sé que no me conoceh pero me guhtaría mucho hacerte una entrevihta para darte un poco máh a conoceh. Me llamo Ángeh.” No sé qué me pasa cuando me pongo nervioso, que el acento murciano se me desata…
- La leche, hablas como un paleto de Loisiana. Lo siento zanahorio pero no tengo tiempo para entrevistas. Y ahora lárgate que estoy trabajando en un caso muy importante.
Posiblemente los murcianos hablemos regular cuando nos ponemos nerviosos, pero por otro lado, cuando queremos algo no paramos hasta que lo conseguimos.
- Tengo mucho dinero, te pagaré bien si me concedes la entrevista– le dije a Jessica
En ese momento le cambió la cara, capté su atención, y gané un “venga, pero que sea rapidito”. Era guapísima, tenía el pelo negro azabache, la piel blanca como la nieve y unos labios rojos y grandes que podían volver loco a cualquiera. Me senté en un sillón frente a su escritorio. La casa no estaba demasiado limpia, la luz que atravesaba los cristales llegaba sucia, deprimente.
Saqué mi libreta y comencé mi entrevista:
¿Jessica Jones es tu nombre real?
No, es un nombre inventado. Porque tiene mucho sentido inventarse un nombre así… empezamos bien.
Perdona, pero es que me resulta extraño que no tengas un pseudónimo. Como tu colega Daredevil.
Yo es que no creo en superhéroes. Bueno, antes creía, pero hace tiempo que dejé de hacerlo.
¿Por qué?
Es que los superhéroes ya no son superhéroes, son productos. El otro día escuché a alguien decir “yo nunca entenderé por qué a alguien le gustan los superhéroes”, y pensé que tenía toda la razón del mundo.
Cuando yo era una renacuaja me encantaba Spiderman. Pero me gustaba Spiderman porque era una persona normal y corriente intentando conjugar sus obligaciones con sus pasiones, como el que estudia y trabaja a la vez, que es un superhéroe más poderoso que cualquiera, solo que este era capaz de tirar telarañas.
Hace poco me crucé con él en una reunión en la que nos reencontramos todos, y se había convertido en un puto gilipollas. Lo primero que me dijo es “ey Jessica, a ver cuando sacan tu peli. Seguramente si tuvieses traje ya la tendrías…”. Como un día me ponga traje, lo primero que voy a hacer es romperle cada uno de sus spider-dientes, te lo juro.
¿Fuiste compañera de Peter Parker, verdad?
Sí, ambos fuimos al instituto Midtown. Confieso que estaba enamorada de él en secreto, hasta que conoció a la insoportable de Mary Jane. Luego su tío murió y ya se convirtió en una nenaza. Se subía a las atalayas de los edificios a decir cosas grandilocuentes sobre el poder y la responsabilidad y no sé qué… Peter Parker es el puto rey del postureo.
¿Has caído en la cuenta de que Kilgrave es la combinación entre “kill y grave”, asesinato y tumba?
Otra pregunta estúpida más y te largas de mi casa volando por la ventana, te lo advierto.
¿No tienes la sensación de que faltan más superheroínas con carácter?
No es que falten, es que son necesarias. Menos chicas-gatas super buenorras, menos amazonas tetonas o menos versiones femeninas de los machitos de turno, y más mujeres reales. R-E-A-L-E-S. Creo que no es tan difícil.
Pareces una chica muy triste, y no puede ser solo por lo que Kilgrave te hizo…
Toda mi vida ha sido un puto drama, ni te imaginarías por lo que he pasado. Mis padres murieron y no tengo amigos, mi trabajo es bastante lúgubre y el amor me parece algo de lo que una debe huir en cuanto asoma la cabeza. Así me va.
Pero eh, no me verás llorando por las esquinas, te lo aseguro. Como mucho bebiendo whisky. El whisky ayuda, ¿quieres un trago?
Sí, gracias, solo con hielo.
No tengo hielo, ¿quieres o no?
Yo… sí.
Decidimos hacer una pausa a la entrevista para tomarnos las copas. Jessica me dio la espalda para coger la botella y dos vasos y, en ese mismo instante, algo se activó en mi cabeza. Una orden.
“Mátala”
- Debo matarte Jessica– dije sin ser voluntario de mis palabras, mientras sacaba una pistola que no recordaba tener y apuntaba a la cabeza de mi entrevistada.
- Mierda, ¿Tú también? Maldito Kilgrave– Dijo Jessica mientras subía las manos.
- No quiero hacerlo pero no puedo evitarlo… NO PUEDO… EVITARLO…
Y no podía, así que apreté el gatillo justo cuando Jessica cerró los ojos.
Al abrirlos, Jessica comprobó que seguía viva e ilesa, y que de mi pistola había salido una banderita que rezaba “¡BANG!”
- ¡JAJAJAJAJA! ¡Tendrías que haber visto tu cara! He usado una pistola como la del Jóker. Sé que es de DC pero bueno, no te enfades Jessy, que lo he hecho sin maldad. ¿Puedo llamarte Jessy? En Murcia es un nombre común…
Pero a Jessica no parecía hacerle mucha gracia. Me miró con cara de asesina, me cogió en peso y me zarandeó hasta vaciarme los bolsillos, dejó caer todo mi dinero y me lanzó hasta el fondo del pasillo, estampándome contra el ascensor del fondo.
- ¡Y no vuelvas por aquí, gilipollas! ¡No sé donde está Murcia, pero como vuelva a ver alguien de Murcia por Hell’s Kitchen, le arranco la cabeza, TE LO JURO!
Cerró la puerta como pudo, puesto que no se cerraba del todo al estar rota, y ahí acabó mi odisea en la cocina el infierno. Bajé hasta la calle y, a punto de abandonar el bloque, Jessica se asomó por su ventana y comenzó a gritar como una loca. Yo hice caso omiso y aceleré, dejando atrás gritos del tipo “¡Maldito cabrón! ¡Estos billetes son del monopoly Simpsons! ¡Voy a matarte!»
Bah, estos superhéroes y su sentido del humor.
Yo me vuelvo a Murcia a terminar de ver «Jessica Jones» antes de que se termine mi mes gratis de Netflix.
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